Sigue el viaje del velero Piropo, con sus tripulantes Dani y Sandra, en su pretendido deseo de dar la vuelta al mundo por los trópicos.

CABO VERDE: Días de estancia en Ilha de Sao Vicente. Del 24 de noviembre al 29 de noviembre de 2011.

El día 24 de noviembre cumplimos 100 días de viaje. Cómo pasa el tiempo. Y celebramos el aniversario despertando en un lugar exótico, fondeados en Porto Grande, justo delante de la ciudad de Mindelo, en la Ilha de Sao Vicente, en Cabo Verde.

Sao Vicente es la segunda isla más poblada del archipiélago de Cabo Verde aunque no es de las islas más grandes, ni mucho menos. Mindelo es la capital de la isla y tiene casi la totalidad de la población, unos 75.000 habitantes. También se le considera la capital cultural de Cabo Verde.

La verdad es que nuestra primera impresión del lugar ha sido bastante decepcionante. Luego, sin lugar a dudas, esa primera impresión cambió totalmente. Y decimos que esa primera sensación fue decepcionante porque lo único que se veía desde donde estábamos fondeados, era un puerto destartalado con varios barcos viejos amarrados al muelle y a lo largo de la costa, se veían varios depósitos grandes de combustible y una carretera. Lo peor era la zona de fondeo ya que más parecía un cementerio de barcos que otra cosa. Habían unos once grandes barcos pesqueros oxidados con apariencia de abandonados. Y más allá, se veía contra las rocas de la costa, un barco hundido que parecía había sido un remolcador. Además de ese naufragio, se veían los pocos restos que quedaban de otros dos naufragios. El agua tampoco estaba muy limpia debido a que nos encontrábamos justo enfrente de Mindelo, y pese a estar fondeados a 6 metros, ni por casualidad veíamos el fondo. No obstante, la zona de fondeo y la Marina de Mindelo se veían animadísimos con muchísimos veleros transmundistas de muchísimas nacionalidades, sobretodo, franceses, ingleses y holandeses, aunque también habían belgas, alemanes, suecos noruegos, canadienses, norteamericanos, austriacos, algún portugués, algún suizo y como más tarde descubríamos, tres barcos españoles más aparte del nuestro.

Lo primero que teníamos que hacer al llegar aquí era hacer los papeles de inmigración así que inflamos el auxiliar y preparamos todos los papeles que creíamos nos harían falta. Nos subimos a la zodiac y nos dirigimos a la Marina de Mindelo sorteando los barcos fondeados y saludando a los que habían a bordo. Nos dirigimos a la Marina porque sabíamos que allí había un lugar para amarrar el dinghy y aunque seguramente nos cobrarían algo, no veíamos que la gente dejara el auxiliar en ningún otro lugar. Sólo vimos a una pareja que dejaban la zodiac fuera de la Marina, pero uno se quedaba vigilando mientras el otro se iba a hacer compras o lo que fuera. Un poco incómodo. Al llegar a la Marina vimos claramente el lugar de amarre de las zodiacs porque habían allí unas cuantas amarradas. Un marinero nos dijo que fuéramos a la oficina y allí confirmamos que no tendríamos mucho problemas de entendimiento porque al hablar portugués, nos entendíamos perfectamente si los interlocutores hablan despacio. En la oficina de la Marina nos cobraron 4 euros por día por dejar el auxiliar. Que barbaridad. Pero bueno, dejar el barco en la Marina valía unos treinta euros al día, así que pensamos entonces que dejaríamos el barco fondeado y así nos ahorraríamos un dinero. El barco además, se veía muy seguro fondeado porque esa noche, había hecho bastante viento y no se había movido nada. La chica de la Marina nos devolvió el cambio en escudos y nos dijo que un euro eran 110 escudos. La chica también nos indicó donde estaba la oficina de inmigración y para allá nos fuimos. Llegamos enseguida porque estaba muy cerca y primero fuimos a la oficina de la policía marítima. Allí, nos hicieron rellenar un formulario con los datos del barco, del viaje y de la tripulación. Lo que no nos hizo gracia es que se quedaran con el certificado de navegación hasta que partiéramos pero a la salida había que pagar 7 euros de tasa y supongo que lo harían para que la gente no se largara sin pagar. Lo dejamos allí esperando que no lo perdieran. Después fuimos a la policía de inmigración que estaba al lado y volvimos a rellenar un formulario con el mismo contenido que el anterior. Nos cobraron 5 euros de tasa y nos sellaron los pasaportes. Todos los trámites fueron muy rápidos y eficaces. Que alivio ya que temíamos a priori tener una experiencia igual a la que habíamos tenido en las fronteras de África en la que habíamos estado como la de Senegal, en la que nos tuvieron ocho horas o en la de Mauritania, que nos tuvieron tres.

Al policía de inmigración, le preguntamos si había una oficina de turismo sin demasiada confianza y al parecer sí que había y de camino a la Marina. Hacía allí nos dirigimos. La oficina no era más que un puestito de madera en la que una señora estaba metida con su hija pequeña. Nos indicó a toda velocidad algunas cosas que ver tanto en Mindelo como en el resto de la isla y la verdad es que no pescamos casi nada y no por la diferencia de idioma, sino por la velocidad con la que hablaba. Si lo hubiera explicado en castellano tampoco hubiéramos entendido mucho. Preguntamos si tenían mapas y el precio y nos enseñó unos mapas cutrísimos, que parecían unos folletos y encima nos quería cobrar 5,5 euros por el de Mindelo y 7,5 por el de la isla. Lo descartamos porque no habíamos cambiado moneda y porque además, no nos interesaban nada.

Después fuimos paseando por la calle principal hasta un banco bastante moderno donde queríamos cambiar euros por escudos. Nos tuvieron un buen rato esperando y cambiamos 50 euros. Al salir entramos en el mercado municipal que habíamos leído que valía la pena. Era bonito efectivamente, aunque para un español, no le llamaba mucho la atención porque era relativamente parecido a los mercados que tenemos en España. En el mercado un señor nos enganchó y nos comentó que trabajaba en el puerto cargando y descargando mercancías. Lo repitió varias veces y su monólogo no fue más allá. No sé dónde quería llegar. Luego quiso demostrarnos lo que decía y se puso a buscar en su cartera la tarjeta que lo acreditaba y buscando, se le asomó un preservativo que escondió rápidamente. Nos mostró la tarjeta y viendo que nada más nos explicaba nos despedimos. Simpático, no se puede negar, pero nos quedó claro que pretendía el pobre señor. Quizá tuviera ganas de relacionarse y nosotros no le dimos demasiado pié.

Salimos del mercado y seguimos subiendo la calle observando simplemente a la gente, las tiendas, el ambiente… y así llegamos a la Universidad que estaba bastante destartalada.

Volvimos al Piropo para comer y luego, regresamos al pueblo a dar otra vuelta. Fuimos a un ciber y hablamos por teléfono con nuestros padres. También estuvimos buscando información sobre la isla ya que la que habíamos obtenido en la oficina de información era nula. El mapa que sacamos de la isla de Sao Vicente era también bastante cutre pero es que la isla no da para más. Básicamente tiene tres carreteras, una ciudad y tres pequeñísimos poblados. La verdad es que traíamos poquísima información de Cabo Verde porque simplemente veníamos con la idea de hacer una escala y reducir la travesía del Atlántico un poco, unas 700 millas, y por eso ni llevábamos guía turística ni guía náutica. Únicamente llevábamos aparte de las cartas, una pequeña referencia de Mindelo y su puerto en una guía náutica en inglés que llevábamos sobre el Cruce del Atlántico que habla de las rutas y muy someramente, de algunos puertos posibles para hacer escala.

En el ciber, averiguamos la hora oficial del lugar que hasta entonces no nos había preocupado mucho. Era una hora menos que Canarias. Y tras el ciber, seguimos paseando y llegamos a una zona de pescadores, con puestecitos en el suelo donde vendían los pescados del día. Llegamos a la plaza de la Estrelha y allí nos enganchó otro señor, que tenía bastante pinta de mendigo. No quisimos ser agresivos y deshacernos de él a la primera y esperamos a ver que nos quería decir. Se llamaba Franccesco y nos dijo que tenía una hermana en Asturias. Nos daba la mano y la tenía cogida varios minutos. Nos preguntó cosas sobre nosotros y cuando ya pensábamos que se iba, nos quiso enseñar un sitio para comer que nos dijo que era baratísimo, que se podía comer langosta por 200 escudos. No nos hacía mucha ilusión pero bueno, fuimos a ver el lugar vigilando que no nos metiera en ningún sitio extraño. A medida que caminábamos, el iba saludando a la gente. También se fue animando y cada vez hablaba más rápido. El portugués lo entendemos si hablan muy despacio, pero a esa velocidad, ya no entendíamos nada. Llegamos al restaurante que nos quería enseñar. Estaba cerrado porque era prontísimo. Le dijimos que daba igual, que ya sabíamos donde estaba y él insistió. Apareció el dueño que estaba en la calle y tuvo que abrir a propósito. Nos comentó que era pronto para cenar y Franccesco le dijo que quería enseñarnos el lugar. Nosotros insistimos que no se preocuparan, pero el dueño no vio inconveniente en enseñarnos el restaurante. Menudo plan pero bueno. Era muy austero pero tenía buena pinta porque parecía un sitio muy autóctono. Habían pegados en un tablón de anuncios notas de los guiris que habían ido y que decían que allí se comía muy bien. En otra pared había un póster de la triunfante selección española de fútbol además de una foto de un músico caboverdiano que al parecer es muy famoso y que ya ha muerto. El dueño nos pasó una carta para que la ojeáramos. Franccesco se dedicó a leérnosla íntegramente acercando muchísimo su cara a la nuestra para que lo oyéramos y enseñándonos de paso su falta de dentadura. Nosotros nos alejábamos y él se volvía a acercar por si no le oíamos. Menos mal que la carta no era muy larga. Lo curioso es que lo que nos había comentado de la langosta de 200 escudos, nada de nada. Ingenuotes de nosotros. Valían 1800 escudos, unos 18 euros que seguramente no es muy caro en España, pero nosotros no teníamos ninguna necesidad de comer langosta y gastarse 36 euros. Lo más barato de la carta era la “omelete” que valía 5 euros. Muy barato no era la verdad. En fin… que cenaríamos y comeríamos en el Piropo.

Al salir del local pasó lo que esperábamos que pasara desde el principio. Franccesco nos pidió limosna. El tío no obstante, va y pide 250 escudos para comer. Nos supo mal y le dimos 150 escudos. Se puso más contento que unas pascuas aunque nosotros no nos quedamos muy satisfechos porque creemos que dar limosnas fomenta a que la gente se dedique a pedir más y se deteriora mucho el estado de estos países.

Tras nuestro momento “Franccesco”, observamos que ya se había hecho tarde y que empezaba a oscurecer. Nos dirigimos a la Marina para coger nuestra zodiac e irnos al Piropo no fuera a ser que con la oscuridad, no lo encontrásemos. Estaría bueno…

El día 25 nos decidimos quedar en el barco porque teníamos ciertas tareas pendientes. La más importante, tirarse a las cristalinas aguas para averiguar como estaba el estado de la hélice después de nuestro incidente de la llegada. Dani se puso unas gafas de buceo, aletas y un neopreno corto por si tenía que estar mucho rato bajo el agua. También se puso la cámara de video sumergible de frontal para ver si podía gravar lo que esperábamos no fuera demasiado desaguisado. Y al agua que se tiró. La primera impresión asustaba porque el cabo estaba liadísimo en la hélice y se había convertido en una bola apelmazada. No obstante, la suerte era que el cabo del orinque era un cabo flotable, hecho de plástico por lo que se cortaba con bastante facilidad así que Dani supuso que lo dejaría limpio con varias inmersiones y varios cortes. Lo bueno de que el motor se hubiera liado con ese cabo y no con otro es que al ser débil y de plástico, el roce con el eje había hecho que se fundiera un poco por lo que supusimos, o deseamos, que el motor no debió sufrir mucho.

Así pues, después de que Dani se tirara un buen rato hundiéndose y saliendo a la superficie, el eje y la hélice quedaron limpios de cabos enredados. Dani dió vueltas a la hélice sumergido y parecía que giraba sin problemas y sin juegos de ningún tipo. Una vez en el exterior y ya seco, encendimos el motor y le dimos un pelín de gas. El sonido parecía el habitual y no se notaba ninguna vibración extraña. Así pues, parecía que habíamos salvado el incidente sin ninguna consecuencia negativa. Menos mal.

Mientras, Sandra hizo una de sus revisiones periódicas a todo el barco. Mira en concreto todos los cajones de comida y cualquier posible agujero con el objeto de evitar que se puedan crear bichitos. Esta vez por ejemplo, descubrimos que una lata de cerveza que llevamos para cocinar, se había abierto del meneo e impregnaba un cajón apartado de un olor horrible a cerveza seca. Mira que vigilamos que esté todo bien estibado, pero siempre hay algo que se escapa. De todas formas, la lata era de esas “marca blanca” y parecía más papel de fumar que una lata. También descubrimos que había vuelto a suceder, a mucha menor escala, lo que ya nos había pasado en la travesía a Canarias. Se habían creado pequeñas colonias de mosquitas en la bañera, debajo de las tiras de teka donde apoyamos las colchonetas. Quizá les gusta el lugar porque están a resguardo del sol y hay humedad y calor. En la travesía fuimos mirando pero no las detectamos pero sí, habían salido de nuevo aunque muy pocas. Pero de dónde saldrán esas mosquitas en una travesía si estamos a millas y millas de la costa. Sandra pues, se dedicó a pasar el insecticida a todo y luego limpiarlo todo bien.

Luego, pasamos el resto del día en el Piropo escribiendo la entrada y ordenando y escogiendo fotos.

Al día siguiente, 26 de noviembre, salimos del Piropo con la idea de visitar un poco la isla. Parece que la isla no tiene mucha cosa porque estuvo deshabitada hasta pasados mil ochocientos y a partir de entonces, sólo fue un puesto carbonero para los vapores de la época. No obstante, parece ser que Bahía das Gatas es un lugar bonito desde un punto de vista del paisaje y Calhau, es un pueblo que hay al otro lado de la isla que puede ser interesante ir, más que por el destino, por el trayecto ya que de paso, veríamos el paisaje y nos haríamos una idea de cómo es la isla.

Al llegar a la Marina preguntamos a la chica cómo podíamos ir a Bahía das Gatas y nos indicó dónde se cogía el autobús. Fuimos donde nos indicó y allí un señor ni dijo que sólo salían los domingos así que le preguntamos dónde se cogía el bus a Calhao. Nos indicó que estaba cerca de allí, en la plaza de la estrelha y a allí fuimos. Tuvimos que preguntar dos veces más y caminar varios trechitos hasta que aclaramos todo bien, pero al final, conseguimos subirnos a una pequeña furgonetita que llevaba y traía gente de Mindelo a Calhao para vender y comprar en el mercado. Las mujeres iban cargadas con grandes cuencos en la cabeza donde llevaban las compras del día. La furgonetita no partió hasta que se llenó al completo y una vez en marcha, el chofer iba parando donde la gente le decía. Llegaba incluso a meterse en caminos de piedras para dejar a la gente en la misma puerta de su casa. Menudo servicio eficaz de autobuses. Claro que así tardo lo que tardó en llegar a Calhao pese a la poca distancia que hay. Un señor nos dio conversación pero no debía hablar portugués sino criollo, y no conseguíamos entenderle casi nada salvo las palabras que de vez en cuando podía soltar él en portugués. Al llegar a Calhao, vimos que eran cuatro casas, muchísimo más pequeño de lo que esperábamos, y que allí poco había que ver, así que le preguntamos al chofer cuando volvería hacia Mindelo y nos comentó que en 20 minutos. Dimos una vuelta por el pueblo y nos subimos a la furgoneta para regresar. Al final la excursión se redujo a ir y volver pero el viaje fue interesantísimo ya que vimos el interior de la isla que no nos la podíamos imaginar desde Mindelo. Está casi totalmente deshabitada por eso casi toda la población de la isla está en la ciudad. No tiene árboles por la deforestación pero tiene un colorido muy verde por la fertilidad de la tierra y la humedad que las nubes deben dejar a su paso por la isla. Las carreteras excepto en la calles principales de la ciudad están hechas de pequeños adoquines y también observamos que cuentan con muy pocos campos de cultivo excepto pequeñas plantaciones familiares ya casi llegando a Calhao.

A la vuelta a Mindelo la ciudad había cambiado. Acababa de amarrar un barco de crucero inmenso y estaba todo lleno de los típicos guiris. Espectacular. Algunos parecían vestidos como Indiana Jones y otros llevaban unas zapatillas deportivas que parecían que iban a despegar de la tierra. Un esperpento. Y además, abarrotaron la ciudad. No sabemos cuántos pasajeros deben llevar un barco de esos pero deben ser muchos. Nosotros compramos un pequeño queso de cabra, carne de vaca y unas papayas, y para el Piropo que nos fuimos a darnos un festín con los productos locales aunque ya era bastante tarde. Por la tarde completamos el festín porque Sandra preparó un arroz con leche buenísimo.

El día 27 era domingo, día en que salía el autobús para Bahía das Gatas así que aprovechamos y nos dirigimos al punto donde salían. En el camino nos percatamos que la ciudad estaba como dormida y se notaba mucho que era festivo. Una vez llegado al lugar, vimos una furgonetita aparcada y ya habían subidos dos parejas de franceses. Esperamos a que se llenara de varios chicos locales y partimos. La excursión fue más corta que el día anterior porque la distancia era menor y porque la furgoneta no iba parando una y otra vez. Bahía das Gatas es un lugar de descanso para pasar el día para la gente de allí. La Bahía se cierra formando una piscina natural y el entorno es muy bonito. Al llegar, preguntamos al conductor sobre los horarios de vuelta y surgió la confusión. Nosotros creíamos que como la furgoneta del día anterior, el conductor iba y venía continuamente y entendimos que su último trayecto sería en seis horas. Sin embargo, lo que nos quiso decir es que sólo haría un trayecto y que lo haría en seis horas. Una barbaridad, porque si bien el paisaje es bonito y hay una playa, nosotros con dos horas teníamos de sobra. Dimos una vuelta por el arrecife natural que tiene un pequeño espigón donde al final, se baña la gente local. Estuvimos un buen rato en la playa donde vimos un tipo águila pescadora. La vimos totalmente parada en el aire aleteando sus enormes alas y de golpe, se tiró en picado contra el agua sin tener éxito su intentona. Luego se aproximó volando a un poste de la luz que estaba cerca y pudimos ver claramente que sus rasgos eran de águila. Cuando nos cansamos de la playa, para hacer tiempo y pensando que en cualquier momento aparecería la furgoneta, fuimos a tomar una cocacola a un bar local. Hablando con la camarera nos dijo que la furgoneta tardaría en aparecer y entonces nos decidimos a comer algo en el mismo lugar. Allí coincidimos con una de las parejas de franceses con los que habíamos venido y nos comentaron que ellos querían volverse y que podíamos coger entre todos un taxi para que saliera más barato. Al final cogimos entre los cuatro un cochecito de “aluguer” que viene a ser como un taxi pero para cargar más cosas o más gente y que, entre los cuatro, nos costó sólo un poquito más que la furgonetita, en total, 1,50 euros por persona.

El día 28 lo dedicamos a hacer compras para la gran travesía que teníamos pensado iniciar el día 30. Al llegar a la Marina en la zodiac dos personas que pasaban por ahí nos ayudaron a amarrar y que casualidad, eran españoles. Eran Nacho y Juan Pablo que están llevando el barco de Nacho a Argentina ya que Nacho se va a quedar a vivir allí. Muy simpáticos nos ofrecieron que por la tarde, nos pasáramos por su barco para charlar un rato. Luego fuimos a una oficina de cambio a cambiar unos treinta euros que preveíamos nos costaría la compra y luego fuimos a una tiendecita a realizar una compra relativamente grande de latas y ciertas verduras. La verdad que es no compramos tanto o tuvimos muy mal ojo y cuando fuimos a pagar, 60 euros. Encima no teníamos escudos. No obstante allí, no tuvieron problemas y nos cogieron los euros que llevábamos sin ningún problema cambiándonoslos al cambio que tocaba.

Como en la zodiac no cabríamos los dos juntos con todo lo que acabábamos de comprar, Dani hizo un viaje al barco sólo para cargar lo que habíamos comprado hasta entonces mientras que Sandra, se fue al mercado a comprar más verduras frescas y frutas. Cuando Dani volvió del Piropo, Sandra ya había acabado con su compra por lo que compramos en otra tienda varias botellas de agua. En esta tienda coincidimos con otros dos españoles que iban con un barco chileno, El Sandokan, también a cruzar el atlántico y después llevar el barco a Chile. Tras la compra fuimos al barco a colocarlo todo y regresamos de nuevo a la Marina para vernos con Nacho y Juan Pablo. Estuvimos un rato con ellos pero habían quedado con otras personas y quedamos para el día siguiente a tomar un aperitivo en su barco.

El día 31 es nuestro último día en Cabo Verde por lo que nos ha tocado ir a la policía a hacer los papeleos de salida para el día siguiente. Luego hemos ido a comprar algo más de fruta porque creemos que el día anterior hicimos un poco cortos y de paso hemos pedido en la tienda si tenían una caja de frutas de esas de plástico para vendernos ya que nos van muy bien para dejar las cosas frescas y que no se estropeen. La chica, muy simpática, nos la ha regalado y no ha querido cobrarnos nada.

Luego hemos ido al barco de Nacho y Juan Pablo a tomar el aperitivo. Sandra ha llevado unas tortillas de patata y ellos han puesto jamón, chorizo, queso, pan, pimientos de piquillo… o sea, que al final más que un aperitivo ha sido una comilona. También ha venido un vecino suyo de pantalán francés que viaja sólo. Él también va con un Jeanneau como nosotros pero un poco más viejo. Nacho nos ha pasado un email con una aplicación para poder descargarse información meteorológica a través del teléfono satélite que ambos barcos llevamos, el inmarsat portátil. No creemos que en esta travesía lo utilicemos, pero para el futuro será interesante probarlo.

Y tras un buen rato allí, nos hemos vuelto al barco a preparar la última entrada y luego iremos al ciber para mirar por última vez la meteorología y avisar a nuestras familias que nos vamos.

Nos da cierta pena dejar Cabo Verde porque nos ha gustado mucho el lugar sobretodo por su gente. Todos los países que están alejados del turismo siempre son muy originales, hacen su propia vida y es difícil de encontrar. La gente es muy tranquila y simpática. Lo único que hemos notado es que con los desconocidos, les cuesta sonreír y eso nos chocaba mucho al principio hasta que nos acostumbramos.

La travesía que viene ahora es brutal, unas 2.030 millas, y nuestro destino, Barbados, lo que nos ocupará creemos unos 20 días. Así que, en una temporadita no podremos escribir nada. Esperemos que todo vaya bien.

Un abrazo a todos.

 

 
   
   
   
   
   
   
   

 

12 comentarios a “CABO VERDE: Días de estancia en Ilha de Sao Vicente. Del 24 de noviembre al 29 de noviembre de 2011.”

  • Mi mujer me dice que no puede seguir leyendo vuestra web, ja ja ja lo pasa muy mal por la envidia…
    Yo he descubierto un pequeño truquillo para seguiros mejor en vuestras aventuras, a la vez que os leo tengo abierto el Google Earth y muchos sitios que describís los voy viendo ahí, por ejemplo la bahía de Mindelo con su Marina o la playa de Baia das Gates, etc.
    Bueno, siento entrometerme entre los comentarios de vuestros familiares y amigos, pero disfruto mucho leyendo vuestra web.
    Un saludo.

  • Este mensaje  es para Sandra Felicidades por tu cumple que fue ayer; la verdad es que tienes que estar de lo mas feliz, pudiendo celebrarlo en unas islas tan exóticas como las Barbados. Aprovecho para desearos a los dos unas Felices Navidades que seguro que serán distintas a lo que habeis disfrutado hasta ahora. Espero que os sean únicas. Un saludo Espronceda.

  • “Daniel y Sandra” (Habanera). Papá

    Daniel y Sandra
    Sandra y Daniel
    se fueron juntos
    a recorrer
    en un barquito
    de vela y sed

    de meter caña

    a un solo rumbo
    y el mundo ver

    Daniel y Sandra

    Sandra y Daniel
    se fueron juntos
    a recorrer
    el mundo entero
    surcando el mar

    surcando el mar

    se fueron juntos
    Sandra y Daniel

    Los trópicos fueron

    su gran ilusión
    y allá se marcharon
    entre el mar y el sol
    en 20 días cruzarán el mar

    y en las Barbados
    y en las Barbados
    descansarán.

  • Con diez cañones por banda
    viento en popa a toda vela
    Dani, Sandra, me alegro de que todo os esté saliendo bien, me encanta leer vuestras aventuras (gracias a tu madre que me dio la página), espero que llegueis a las Barbados y conozcais a Rihanna. Mucha suerte, seguiré visitandoos. 

  • Hola chicos, veo que todo os va muy bien y os defendéis aún mejor. Estáis muy guapos en todas las fotos y es muy guay que la familia os pueda ir visitando. Un beso muy grande de esta compi y amiga.

  • Que bonito Cabo Verde!
    Os vemos muy adelantados. Que los Dioses os acompañen en el viaje, y a todos los demás en esta terrible travesía.
    1 besazo!

  • Hola Sandra y Dani:
    ¿Qué tal? En estos momentos, suponemos, debéis de estar en medio del Atlántico… De vez en cuando se nos ocurre pensar en vosotros y nos sigue desconcertando imaginar que no veis otra cosa más que agua… Confiamos en que, aún así, os encontréis bien, aunque no descartamos un poco de humedad. No es que nos estemos aficionando a escribir en la página, pues lo hicimos recientemente, pero dado el fracaso técnico de nuestro comentario, y ciertas críticas en torno a la seriedad del mismo, esperamos redimirnos con este mensaje musical, donde deseamos quede patente la nostalgia, la admiración por "la vida marinera" y el intento de preservar la riqueza de nuestro lenguaje, allende los mares. El enlace es el siguiente: http://www.youtube.com/watch?v=GuRFNgdeZs8
    Suponemos que tardaréis en escucharlo, pero no hemos podido reprimir enviarlo cuanto antes para expiar nuestro recuerdo en la página, y dejar, al menos, una referencia en un formato diferente [como el mar] que os permita alguna distracción más allá de los habituales mensajes de texto… y, por supuesto, mucha, mucha nostalgia.
    Un abrazo, "marineros"
    Guillermo y Virginia

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    Se hincha de azar
    mi vida a vela
    y me dedico a soplarle
    palabras de entusiasmo
    para intentar que llegue
    a una isla desierta.
    Y si esa isla
    tiene alegrías, complejos,
    temores de abandono,
    ilusiones, delirios…
    la ataré a mi popa
    para arrancarla
    y llevarla conmigo
    a la deriva.
     

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    © Virginia Navalón (2011)
     
     

    • ¿Qué? Os ha gustado el poemilla de Virginia.
      A mí lo que más me conmueve es el verso donde la poetisa
      dice conmocionada:
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      Un abrazo y buen viaje
       
                 Guillermo y Virginia
       
       
       
       

    • dani, soy tu primo alfonsete de madrid, estamos todos por aqui alucinando con tu odisea. te deseamos muchisima suerte y os mandamos todos un fuerte abrazo a los 2
      animo!

  • Ya estoy impaciente por leer la próxima crónica. Suerte, que la travesía es larga, aunque estoy tranquila por que veo que os manejáis muy bien.

  • Me encanta leer todo lo que hacéis ,y las fotos muy chulas , mucha suerte en la travesía del Atlántico ,un besazo.

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