Sigue el viaje del velero Piropo, con sus tripulantes Dani y Sandra, en su pretendido deseo de dar la vuelta al mundo por los trópicos.

INDONESIA II. ISLAS DE RINCA, FLORES Y KOMODO. Del 10 al 19 de octubre de 2015.

    Partimos de Timor con las últimas luces del día pretendiendo que el viento térmico de mar que nos venía de cara disminuyera un poco. Eso lo conseguimos, pero en contrapartida coincidimos con toda la jornada de trabajo de los pescadores locales. A medida que nos alejábamos de la costa, barcas de diferentes tipos y tamaños nos iban adelantando saludándonos a su paso y cuando la noche se hizo profunda, había tantas luces en el horizonte que parecía que estábamos rodeados de tierra por todos lados. Luces y luces se veían en 360 grados impidiendo que distinguiéramos visualmente que era tierra y que era alta mar. Al principio, parecía que no había hueco posible por donde pasar pero a medida que avanzábamos, se fueron identificando mejor los espacios entre las barcas pesqueras. A esas horas ya todas estaban estáticas con potentes focos apuntando al agua para atraer a los peces. Ninguna de ellas portaba luces de navegación ni cuando faenaban ni cuando navegaban, y cuando nosotros nos acercábamos con nuestras luces de navegación encendidas, se apartaban claramente dejándonos pasar quizá creyendo que éramos un mercante.

    Sobre las 4 de la mañana, el mar se despejó totalmente de pescadores y ya pudimos relajarnos en una tranquila y cómoda soledad. Habíamos ido todo el rato a motor excepto un parón de seis horas en las que una ligerísima brisa permitió descansar al motor.

    Los dos días siguientes de navegación fueron casi calcados uno al otro, con un sol potente, un cielo sin nubes y un mar como una balsa de aceite. En esas condiciones soportamos calores extremos. El pobre motorcito del Piropo trabajó casi todo el día excepto por las tardes y primeras horas de la noche en la que una suave brisa permitía avanzar a vela a unos 3 o 4 nudos. Una pequeña corriente en contra hizo su efecto y no nos permitió avanzar a nuestro ritmo habitual. Quizá también nos ralentizase el casco poco limpio que se estaba cargando de caracolillo en estas aguas tan calientes y quietas.

    Los delfines nos visitaron por el día y por la noche. Iban esta vez muy lentos y tranquilos a diferencia de cómo nadaban habitualmente. Parecía que todo se había detenido, el viento, las olas, los delfines…

    La noche entre esos dos días fue movida para Dani. Unos noodles empaquetados de esos que son omnipresentes y baratísimos por toda Indonesia, le sentaron mal pese a que no estaban caducados. Vomitó varias veces y le dejó tan grogui que no podía hacer ninguna maniobra en las velas y apenas podía mantenerse de pie. Afortunadamente, en cuanto salió del cuerpo el producto se volvió a recuperar. Pese a la mala experiencia, seguimos comiéndolos, ya que aunque no era lo que podía considerarse una comida sana, eran muy ricos, muy baratos y, durante alguna noche de navegación, te permitían llenarte la tripa con algo calentito de forma rápida. Ya nunca más volvimos a tener una mala experiencia con ellos.

    El martes 13 llegamos a Rinca. Acercándonos a la isla, vimos en el mar una especie de calderones pero de un color mucho más claro. El espectáculo faunístico parecía que quería empezar ya. La isla de Rinca pertenecía al Parque Nacional Komodo y en él podía verse, si teníamos suerte, a los famosos dragones de Komodo, los lagartos más grandes del mundo, que puede llegar a medir dos y tres metros de media y alcanzar un peso de 70 kilos. Estos dragones son únicos en el mundo y sólo pueden hallarse en las islas de la zona: Komodo, Rinca, Flores, Gili Motang y Gili Dasami.

    La aproximación a Rinca fue espectacular. A ras de costa, observamos los altos acantilados y su vegetación que era muy seca a base de arbustos y árboles muy bajos. El agua del mar tenía bastantes corrientes y muchísimos plásticos flotando. Esto último nos dio mucha pena porque la isla estaba mayormente deshabitada. ¿De dónde saldría tantísima basura?

    Navegamos entre Rinca y Nusa Kode, una pequeña isla que se encuentra al sur, y buscamos unas boyas que teóricamente había instalado el propio Parque Nacional hacía unos años y que existían para que los barcos se amarrasen a ellas y no perjudicasen el fondo si no se fondeaba en arena. El Parque Nacional hasta facilitaba actualmente los waypoints donde se situaban las boyas, pero cuando las buscamos no encontramos ninguna. Este contratiempo nos obligó a buscar un fondeo alternativo que nos llevó bastante tiempo encontrar, ya que las profundidades de la bahía eran importantes. Decidimos al final fondear en una especie de playa en Nusa Kode donde la profundidad era adecuada y el fondo también, constituido mayormente de arena aunque también había rocas. Tiramos el ancla en 15 metros y nos quedamos en 10 metros más o menos, en la posición 8° 47' 17.7" S 119° 39' 24.4 E. Nadando alrededor del barco había muchísimas tortugas de gran tamaño pero nos quedamos horrorizados al verlas flotar en hilillos de plásticos semidesechos. Casi toda el agua y las profundidades tenían de esos hilillos plásticos. Era horrible.

    La abundancia de fauna no se quedaba en el agua; en tierra vimos ciervos que, con enormes cornamentas, se paseaban por la costa. Había de todos los tamaños. Dos de los adultos se enfrentaron delante de nuestros ojos en una pelea. Nosotros, desde el barco y con los prismáticos, no perdimos detalle. Parecía un documental de televisión. El espectáculo no acabo ahí. Más tarde, vimos monos corriendo por la playa. Eran de tamaño mediano y de color pardo. Buscaban por la arena y en las algas acumuladas por la marea algo para comer. Como colofón del espectáculo, vimos los famosos dragones de Komodo. El primer ejemplar observado no fue muy grande pero nos subimos emocionados rápidamente al auxiliar para acercarnos a la playa y poder verlo más de cerca. Enseguida desapareció y nos quedamos por allí flotando para ver si aparecía otro. Al poco, apareció otro ejemplar pero este era aún más diminuto, parecía una cría. Lamentablemente, también desapareció rápido y ya viendo que no aparecía ninguno más, regresamos hacia el barco.

    Desde la bañera proseguimos nuestro oteo a la fauna local y observamos las muchas águilas pescadoras de un tamaño enorme que, con las garras abiertas, se lanzaban contra el agua de forma espectacular. La verdad es que el día estaba siendo especialmente entretenido. Nos bañamos y cenamos. Las últimas luces del atardecer provocaron que el lugar aún pareciera más irreal de lo que ya nos estaba pareciendo. Era lindísimo. El primer día en estas islas no nos estaba defraudando para nada.

    El 14 de octubre nos acercamos a la playa para ver si veíamos algún dragón de Komodo algo más de cerca. Íbamos con cierta cautela porque aunque son raros los ataques a humanos por parte de ese animal, sí que los ha habido causado, e incluso alguna muerte. Además, el dragón no es el único animal peligroso en la isla y hay también, por ejemplo, serpientes muy venenosas. Así pues, asustadizos como somos y estando Sandra embarazada, optamos por tirar el ancla del auxiliar y que Sandra se quedase flotando a pocos metros de la orilla. Dani se daría un paseo por la playa para ver que veía sin adentrarse en la maleza. Así lo hizo pero no observó nada, nuestro “safari” no tuvo éxito.

    Decidimos subir el ancla e ir con el Piropo a otra zona de la isla más al norte a ver si veíamos tanta fauna como el día anterior. A resguardo de la isla, teníamos viento a ratos, por lo que fuimos especialmente a motor ayudándonos con la génova cuando se daba el caso. En un momento dado, el mar pareció hervir. Unas corrientes contrarias se chocaban y hacían moverse el agua de forma muy llamativa. Nos preparamos para notar la sensación del cambio de corriente y actuar en consecuencia, pero en cuanto pasamos de una corriente a otra no notamos nada. Quizá una pequeña ralentización pero nada más. En el sudesteasiático la navegación está muy afectada por las corrientes que se crean por las mareas. En esta zona en concreto las corrientes pueden llegar a ser fortísimas, pero en los dos días que llevábamos no estábamos siendo muy afectados por ellas.

    Sobre el mediodía, llegamos a nuestro objetivo: Lehok Ginngo. Una bahía con muchos recovecos que en su último tramo, mostraba dos lugares cómodos para fondear en diferentes bahías. Optamos por fondear en 8°42'02.6"S 119°39'32.1", con profundidad adecuada y fondo de arena. La dificultad que tendríamos en el Sudeste asiático era que, a diferencia del Pacífico, la línea de arrecifes que bordeaba la costa casi no se distinguía por las aguas menos claras y por la mayor nubosidad del cielo. Así pues, debía tenerse especial cuidado cuando se fondeaba cerca de la costa si no quería quedarse uno embarrancado. En Lehok Ginngo, por ejemplo, tiramos primero el ancla en un sitio y optamos por volverla a levantar y echarla un poco más centrados en la bahía ya que observamos que nos habíamos quedado demasiado cerca de los arrecifes. Estábamos solos allí. Los fondeos en absoluta soledad iban a ser la constante en ese país. Cerca no obstante, en otra bahía, había una barca de pesca con tres pescadores esperando a que se hiciera de noche para empezar su jornada de pesca.

    El paisaje era hermoso. Una primera línea de arena blanca, en gran parte mojada por las mareas, daba lugar después a una zona de vegetación densa de matorrales. A partir de allí, el terreno se elevaba poblado de un manto de arbustos bajos y secos de un color dorado. Todas las montañas de la zona eran muy redondeadas, salpicadas aquí y allá de arbustos o árboles de copa también redondeada. También podían observarse de vez en cuando, alguna palmera datilera.

    Después de fondear y justo después de comer, vimos a un dragón caminando parsimoniosamente por la playa. Nos lanzamos al auxiliar sin ni siquiera poner el motorcito y a remos, llegamos cerca de la orilla donde nos quedamos flotando observando a ese magnífico animal. En un primer momento, había dos dragones. Ambos eran de un tamaño mediano, de uno metro y medio más o menos. Uno se fue enseguida pero el otro se quedó aún un rato tomando el sol tranquilamente. Este último, cuando al final nos vio, sin exaltarse, caminó tranquilamente por la arena, se subió por la ladera de una colina y desapareció entre la maleza. Justo en ese momento, vimos un tercer dragón que se encaminaba hacia donde estábamos nosotros por la orilla de la playa. Tranquilamente alcanzó nuestra altura y pasó de largo. Nosotros lo perseguimos a unos metros desde el mar, remando, todavía subidos a nuestro auxiliar, y entonces se paró en los restos de lo que debió ser una cabra. De esos restos sólo quedaban los huesos, la piel y quizá, algún resto de carne que no podía distinguirse y que si existía, debía estar más seco que la mojama. Empezó a mordisquearlo y allí se quedó. Viéndole tan tranquilo, Dani se animó a desembarcar en la playa para verlo más de cerca. Se acercó hasta unos tres metros de él. El dragón levantaba la mirada de vez en cuando para observarlo pero luego regresaba a su pieza. Estar tan cerca de él nos encantó porque pudimos ver los detalles del color de sus escamas y sus formas que recordaban a los dinosaurios. Tenía una lengua bífida que no paraba de sacar. Tras un buen rato a lo National Geographic regresamos al barco.

    Era una pena. Las suaves colinas invitaban al paseo pero todas las informaciones que habíamos obtenido del lugar tanto en libros como en páginas web recomendaban encarecidamente que se fuera siempre acompañado de un guía porque había bastantes animales peligrosos, incluso mortalmente peligrosos. No quisimos hacernos los valientes y optamos por verlo todo desde el mar o como mucho, pasear por la playa. Era una desventaja de viajar en barco sólo. Siempre se estaba bastante lejos de cualquier lugar donde pudieran prestarte ayuda en caso de accidente y la verdad, tampoco teníamos ningún interés en arriesgarnos a que nos pasara algo. Desde el Piropo, vimos por la tarde algún dragón más, a un montón de monos e incluso a unos jabalíes. Qué diversidad de vida había aquí. El agua, además, no tenía afortunadamente los plásticos que habíamos visto en el fondeo anterior y que tanto nos habían escandalizado.

    Esa tarde se mantuvo el cielo un poco nublado pero poco a poco se fue despejando y los mejores colores aparecieron al atardecer. La noche fue muy tranquila de viento y dormimos plácidamente.

    El día siguiente amaneció también muy tranquilo y quisimos trasladarnos a la isla de Komodo. La tranquilidad no iba a durar y no precisamente por el viento. Tras salir de Rinca, bordemos la diminuta isla de Pulau Padar y nos encaminamos hacia Komodo, siguiendo la propia costa de Pulau Padar, intentando no ir a motor y aprovechar el poco viento que había. Notamos al rato una suave corriente en contra y decidimos poner el motor y atravesar ya el canal para dirigirnos hacia Komodo. La corriente aumentó y nos desvió de nuestro recorrido inicial, no permitiéndonos bordear unos islotes que custodiaban la bahía a la que nos dirigíamos y que queríamos rodear. Ya cerca de los mismos, en vez de rodearlos, optamos por pasar entre ellos porque estaban muy separados, pero la corriente, que iba de sur a norte, cada vez aumentaba más y además se canalizaba y salía precisamente por los canales que formaban los islotes que queríamos atravesar. Como nos ralentizó tanto la marcha, optamos por pasar entre dos de los islotes pequeños un poco más arriba para recortar camino pero allí, la corriente, encauzada, era ya fortísima. Era literalmente como un río con sus rápidos y todo. Aún así intentamos avanzar con el motor bastante revolucionado. Justo antes que nosotros pasó una barquita a motor llena de turistas e intentamos copiarla. Se pegaban mucho a la costa refugiándose de la corriente utilizando una pequeña islita que había en el canal. Luego cruzaban la corriente principal yéndose al otro lado del canal para seguir por allí. No era fácil porque la línea de coral que rodeaba a las islas no se veía claramente, pero decidimos probarlo. Avanzamos más o menos a refugio de la isla pero en el momento de tener que cruzar el caudal principal de la corriente, el plan se vino abajo. El barco no sólo no avanzó sino que fue para atrás. El canal daba una pequeña ese por lo que la corriente nos empujó contra la costa. Inmediatamente le dimos la vuelta al barco en el relativamente poco espacio que había y salimos a aguas algo más despejadas un poquito asustados. Por allí era imposible pasar. Dudamos un rato navegando hacia ninguna parte y decidimos volver a cruzar el canal que separaba Komodo de Pulau Padar, la isla que habíamos rodeado a primera hora de la mañana y avanzar por la costa contraria como habíamos podido hacer por la mañana. Cuando llegamos, ya nada era igual. La corriente era muy fuerte y no se podía ir a ningún lado. Decidimos acercarnos a una playa de la isla, echar el ancla allí y esperar a que parara la corriente. No teníamos referencia alguna del lugar, pero en la posición 8°38'03.1"S 119°35'00.9" echamos el ancla y no estuvimos nada mal en una zona de arena. Lo malo fue que la corriente aumentó y aumentó y el barco se pasó toda la tarde navegando pese a que estaba fondeado. Es difícil de explicar la sensación que daba estar fondeado pero a la vez, con el agua por todos lados pasando a gran velocidad. El agua chocaba con la cadena del barco que estaba en el agua y creaba muchísima espuma. Era algo sorprendente. Nunca habíamos visto nada parecido excepto en las entradas a los atolones de las Tuamotú. Esa tarde estudiaríamos con detalle cómo y con qué intensidad se producían esas corrientes. Afortunadamente, en uno de los libros que llevábamos se explicaba muy bien los horarios e intensidades de las mismas dependiendo del tipo de monzón que había y del paso de la luna. Nos sorprendió leer que 6 nudos de corriente podían ser algo normal y en ocasiones, podía llegarse a los 9 nudos. A partir de entonces, nos tomaríamos en serio las corrientitas locales.

    El recorrido extraño que hicimos ese día y que, seguramente, hemos explicado bastante mal, se entiende algo mejor si se mira el recorrido de ese día en la sección “donde estamos” de esta página web. En él se observan las vueltas absurdas que dimos.

    Esa noche decidimos cambiar de planes. La temporada de tránsito entre monzones no estaba ofreciendo mucho viento como es, por otro lado, lo habitual. Así pues, habíamos usado más gasoil de lo previsto y decidimos acercarnos ahora a la isla de Flores, en concreto a la ciudad de Labuanbajo, para cargar gasoil. Desde allí, ya recalaríamos en Komodo por su parte norte.

    Al día siguiente, esperando a que la corriente en contra parara, empezamos a navegar bastante tarde, sobre las 9:30 de la mañana. En teoría a esa hora la corriente paraba y se ponía en la otra dirección pero no muy seguros de si teníamos lo de las corrientes claro, subimos el ancla aún un poco pronto. No fue inconveniente porque enseguida la corriente en contra, que ya era débil se paró del todo y al poco, se puso a favor y fue aumentando.

    La travesía fue realmente agradable. Sin corrientes en contra, con un sol brillante y con la ayuda del viento, navegamos entre islitas, algunas de ellas minúsculas. Unas estaban deshabitadas y otras, totalmente abarrotadas de casitas rudimentarias de pescadores que casi no dejaban lugar a nada más. Era increíble que aún se viviera en esas condiciones.

    Cerca ya de la isla de Flores y del pueblo de Labuanbajo, el tráfico de barcas fue aumentando. Todas iban abarrotadas de turistas y es que Labuanbajo era el lugar desde donde se organizaban todas las excursiones a Komodo y Rinca. Allí podías apuntarte a excursiones de un solo día en pequeñas barcas o a cruceros de varios días en veleros enormes de madera típicamente indonesios.

    Sobre las 14 horas llegamos al fondeo que habíamos escogido en Labuanbajo en la posición 8°30'21.8"S 119°52'26.9"E. Era un lugar amplio y con buen fondo. Más cerca de la ciudad podía fondearse también e incluso había boyas gratuitas o de pago, pero preferimos el fondeo escogido porque estábamos algo más tranquilos y podríamos llegar a la ciudad caminando tranquilamente.

    La tarde la pasamos casi toda dentro del barco. Pese a que habíamos tenido una buena mañana, por la tarde se puso nublado y estuvo lloviendo casi todo el rato.

    Al día siguiente desembarcamos con todos los bidones de gasoil. Dejamos la barca en la playa atada con un candado y nos encaminamos hacia el lujoso hotel que había enfrente (Laprima Hotel) a preguntar por un medio de transporte para poder hacer todos nuestros recados. De camino observamos que había al lado de una playa una especie de parque público que estaba lleno y lleno de basura y, en especial, de vasitos de plástico. Era normal ver en Indonesia que se vendiera agua no en botellines, sino en baso tapados como si fueran los flanes que se venden en el supermercado. Pues bien, en esa plaza estaba todo lleno de esos vasos. Ya en el hotel, nos llamaron a un bemo (furgonetita) local. El conductor, viéndonos unos turistas que salíamos de ese hotel, no ajustó el precio y nos pidió 150.000 rupias, un precio desmesurado como más tarde descubriríamos, pero que, primerizos como éramos todavía en precios indonesios, no nos pareció tanto ya que eran muchas horas de poder usar la furgoneta con chófer por sólo 9 euros y pico.

    En primer lugar fuimos a cargar los bidones de gasoil a una gasolinera. No lo sabíamos entonces pero en Indonesia el gasoil está subvencionado para los coches pero no así para los barcos. Así pues, lo que estábamos haciendo era ilegal. Nosotros no lo hacíamos por lo que nos pudiéramos ahorrar, sino por comodidad de no tener que buscar demasiado. Tampoco sabíamos que en cada gasolinera, que no había tantas, había un policía. Antes de descubrirlo ya estábamos cargando los bidones en la gasolinera. A mitad llenado apareció el policía y se puso a hablar con el chófer mirándonos con cara de desconfianza. Le preguntó de dónde veníamos y el chófer, que no sabía que veníamos en velero, le dijo que del Hotel Laprima, que era como el hotel más bueno de la ciudad. El policía viendo que no veníamos del puerto, se imaginó que querríamos hacer una macroexcursión en coche y nos dejó tranquilos. Después de la operación “gasoil” descubrimos que las consecuencias de lo que habíamos hecho podían ser muy graves con penas de prisión y todo. Lo bueno es que nos ahorramos un montón de dinero. Luego, fuimos a sacar rupias a un cajero local, y más tarde, a una especie de supermercado no muy grande donde compramos muchísimas provisiones pesadas como agua y leche. Al pobre bemo, con tantas mercancías, le hicimos bajar las suspensiones más de un palmo. En el supermercado la gente era simpatiquísima y nos sonreían todos. Todos estaban muy solícitos con nosotros aunque pocos eran los que hablaban inglés. Nos pareció curioso que las que mejor hablaban, y eso lo habíamos visto también en Timor, era las chicas jóvenes musulmanas, las que iban especialmente tapadas. Supusimos que los colegios islámicos, eran los que mejor educación daban en ese sentido. Sin duda, como han hecho también otras religiones, se utilizaba la buena educación para atraer a los niños a sus colegios y hacer proselitismo. Tras pagar en la caja, varios empleados del supermercado, que eran todos jovencísimos, nos ayudaron a meter las cosas en cajas y a cargarlas hasta el bemo que estaba en la puerta.

    Después del supermercado nos fuimos al mercado. El lugar era caótico y exótico pero fue muy pesado tener que negociar el precio de cada cosa que queríamos comprar. El conductor, que por su propia iniciativa nos acompañó, nos ayudó a traducir al bahasa nuestras negociaciones y es que allí casi nadie hablaba inglés. De todas formas, nosotros ya habíamos aprendido a decir berapa argaña (cuánto cuesta), Terima kasih (gracias) y… poco más la verdad. Compramos plátanos, mangos, mandarinas, tomates, col, piña, cebollas, ajos, judías verdes, patatas y ajos tiernos. Los vendedores casi siempre decían el mismo precio para todo salvo las cosas más caras como la piña y… ¡las patatas!

    Cargados hasta arriba, regresamos a la playa y de allí al Piropo. Tuvimos que hacer varios viajes hasta el barco. Mientras Sandra vigilaba las cosas en la playa, Dani iba y venía con el auxiliar cargado de cosas.

    Con todo colocado en el barco, volvimos a desembarcar. Queríamos ir a comer algo típico indonesio. Un taxista paró y se ofreció a llevarnos. Nosotros queríamos ir caminando pero el hombre insistía y a medida que nos negábamos él iba bajando el precio. Al final bajó de 50000 a 20000 rupias (1,5 euros). Lo primero que le pedimos al conductor fue un sitio para dejar la basura. El hombre nos miró desconcertado porque por todos lados había basura pero, ingenuos de nosotros, pensamos que habría algún sitio donde de verdad estuviera previsto tirar la basura. El señor dijo que la pusiéramos en el maletero del coche y que ya se encargaría él de dejarla en el lugar adecuado. Nos quedamos con la duda de lo que haría con ella y nos quedamos sin saber si realmente había un sitio así. El taxista tenía adornos por todo el coche del Barça y le preguntamos al respecto. Al parecer él y su familia eran aficionadísimos al fútbol, y lo eran tanto que sus nombres personales se debían a jugadores del Barça. Nos quedamos alucinados. El mundo estaba realmente mal. Pedimos al conductor que nos llevara a un sitio local de comida que no fuera turístico y que fuera barato y el hombre acertó. Nos llevó al Garuda, un restaurante musulmán que nos gustó mucho. Comimos un poco de todo, arroz con espinacas, alcachofas con salsa, gambas rebozadas, calamares en tomate y carne de vaca. Comimos ambos por 3 euros. ¡¡Carísimo!!

    La dueña y única empleada del lugar era musulmana, pero, aunque llevaba los brazos y las piernas tapados, no llevaba velo. Su hija pequeña andaba por ahí y se entretenía con una tablet hablándole a un gato virtual. La madre, mientras no nos atendía a nosotros, sus únicos clientes, miraba la tele donde ponían series indias y anuncios iguales a los de España pero con actrices con rasgos asiáticos. Era curioso observar como en el mismo anuncio, compartían pantalla actrices tapadas de arriba abajo con otras vestidas con minifaldas y pronunciados escotes.

    Después fuimos a pasear por las calles del pueblo. El lugar no tenía mucho que ver y su interés turístico se debía al hecho de que es el punto de conexión con el Parque Nacional Komodo. El pueblo estaba lleno de centros de excursiones, centros de buceo, restaurantes con comida occidental, hoteles, supermercados con productos para turistas como pizzas, baguettes, etc. En muchos lugares había carteles que anunciaban un “se habla español”, por lo que supusimos que vendrían muchos turistas españoles. La calle estaba destartalada. Era incómodo pasear por aceras que desaparecían, que tenían socavones, coches aparcados… Alguna de las casas eran destacamentos militares que siempre tenían grandes carteles delante con fotos bastante curiosas. Lo normal era que salieran barcos, aviones o tanques, pero también salían militares arando un campo o haciendo extrañas tareas. En un extremo del pueblo había una gran mezquita de cúpulas verdes, aunque en la isla en la que estábamos, Flores, la población era mayoritariamente cristiana a diferencia del resto de Indonesia. El día llegó a su fin y regresamos paseando hasta la playa donde nos esperaba el auxiliar.

    Al día siguiente navegamos de Flores a Komodo, en concreto a una bahía situada al norte de la isla. No hizo nada de viento y tocó ir a motor en un mar absolutamente quieto y sin una ola. De las corrientes fuertes ya no supimos más porque las mismas se producen de norte a sur y viceversa en los canales que separan las islas menores de Sonda, es decir, toda la cadena de islas de Indonesia que van hacia el este a partir de Java.

    Finalmente llegamos a Komodo. Fondeamos en el waypoint 8°26'45.6"S 119°27'04.6"E. Allí, a diferencia de Rinca, no vimos a fauna terrestre llamativa pero la bahía tenía dos mantarrayas que nadaron alrededor del Piropo sin ningún miedo, y así pasamos el día, disfrutando de la naturaleza salvaje de Indonesia.

    En nuestra próxima entrada os contaremos como fue nuestra experiencia por otras de las islas menores de Sonda.

    ¡Hasta la próxima!

   

Un comentario a “INDONESIA II. ISLAS DE RINCA, FLORES Y KOMODO. Del 10 al 19 de octubre de 2015.”

  • Hola pareja, me alegra saber que estáis bien. Os mando un fuerte abrazo.

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