Sigue el viaje del velero Piropo, con sus tripulantes Dani y Sandra, en su pretendido deseo de dar la vuelta al mundo por los trópicos.

BAHÍA HANAMENU EN HIVA OA E ISLA DE UA HUKA (ARCHIPIÉLAGO DE MARQUESAS). Del 11 al 15 de julio de 2014.

 

Partimos de la movida pero agradable bahía de Vaitahu, en la isla de Tahuata, rumbo a la bahía de Hanamenu, situada al norte de Hiva Oa. El viento en un primer momento, como estábamos todavía a resguardo de la isla de Tahuata, sopló muy inconstante hasta que nos acercamos al Canal du Bordelais que separaba las dos islas y allí, en una zona de mar más abierta, la brisa sopló con más constancia y avanzamos a buen ritmo. Lamentablemente, esta situación no duró y cuando comenzamos a bordear la costa oeste de Hiva Oa en dirección norte, el viento fue aflojándose poco a poco para luego, ir rolando por el efecto de la isla y dirigirse en dirección contraria a nuestro destino aumentando de intensidad. Fuimos entonces a motor y temíamos que, si ese viento era el establecido, no podríamos quedarnos en la bahía de Hanamenu porque estaba orientada a norte justo en la dirección en la que íbamos. Finalmente, empezamos a ver nuestro destino, con la costa totalmente a sotavento y las olas que parecían entrar directas hasta el fondo de la bahía. Vimos entonces, desde muy lejos, que había tres veleros fondeados y eso nos dio bastante tranquilidad. Además, se les veía sin movimientos por lo que la ola no debía entrar tan adentro como pensábamos. Así pues, hacía allí nos dirigimos.

Nos sorprendió mucho esa zona de la costa de Hiva Oa. A resguardo de los vientos predominantes, debía tener muy poca acumulación de nubes y, por lo tanto, debía llover poco. Estaba increíblemente seco y parecía casi el paisaje de un lugar desértico. A sólo unos pocos kilómetros, en esa misma isla, habíamos visto días atrás una vegetación tropical exuberante.

La bahía de Hanamenu tenía arena marrón y muchos cocoteros pero lo más característico era una enorme pirámide natural de roca negra en su extremo derecho que la separaba de otra bahía, la de Tanaeka, que aún era más bonita por su arena blanca y que estaba casi pegada a ella. Sin embargo, en esta otra bahía, no se podía fondear porque allí la ola entraba mucho más.

Avanzamos con el barco hacia el interior de la bahía de Hanamenu y de pronto, el cabo dio el resguardo suficiente y la ola casi desapareció. Echamos el ancla bastante separados de la orilla para tener margen porque el viento seguía soplando en esa dirección y allí nos quedamos, con la costa a sotavento.

Comiendo, el viento cambió de dirección y se puso de este-sur-este cumpliendo la previsión y así nos quedamos más cómodos pero no por mucho tiempo. Más tarde, el viento volvería a rolar otra vez a norte y no acabaría ahí. Los días siguientes, seguirían produciéndose esos vaivenes por lo que supusimos que la zona debía verse afectada térmicamente. Esa noche, el viento paró totalmente y el barco se quedó como un corchito flotando dejándonos descansar plácidamente.

Al día siguiente desembarcamos en la playa. Las olas, aunque eran muy pequeñas, nos hicieron hacer un pequeño surfeo sobre La Poderosa hasta la orilla. Queríamos encontrar una fuente de agua dulce de la que habíamos oído hablar por lo que, tras dejar al auxiliar bien subido en la arena, paseamos por el lado izquierdo de la playa ya que allí había la desembocadura de un pequeño río y supusimos que también debería estar por allí la fuente. Indagamos pero no estaba. Fuimos entonces para el otro lado donde había unas casas muy rudimentarias y allí un señor nos indicó donde estaba. En la distancia ya se veía porque había mucha más vegetación que en todo el entorno. Nos acercamos y aquello nos pareció una maravilla. Rodeado de una vegetación muy verde, había una zona de hierba cortada, como césped, y allí, en medio de todo, había una pequeña piscina natural de aguas cristalinas donde caía continuamente un reguero de agua. Era una preciosidad de sitio. Habían dos niñas pequeñas bañándose y una señora lavando la ropa justo donde el agua desaguaba por el río. Tumbados en la hierba había una pareja mayor integrantes de un velero francés que nos dijeron cuando vieron nuestras caras de satisfacción:

-¡¡Esto es el paraíso!!-

Sin duda el lugar era muy bonito. Nos bañamos enseguida y el agua estaba muy fresca. Una temperatura ideal. Apareció más tarde un anciano tahitiano bastante grueso que iba a darse el baño diario y nos contó que esa bahía normalmente estaba deshabitada pero que en esa época, la gente de Hiva Oa iba allí a veranear. El comentario nos hizo gracia. Así que los marquesianos, que viven en un sitio idílico, buscan un sitio aún mejor para pasar el veraneo. Dani, más tarde, se puso a jugar al futbol en la hierba con un niño que tenía un balón. El niño, de unos ocho años, se reía y se le veía disfrutar muchísimo porque parecía que no tenía a mucha gente de su edad con la quien jugar. La mañana fue avanzando y nos quedamos solos en el lugar. Nos bañamos entonces una vez más, tranquilamente, escuchando el agua cayendo por el riachuelo.

Regresando hacia el Piropo, el señor que nos había indicado donde estaba la fuente, nos llamó desde lejos y nos invitó a comer de la comida que tenían. Era hijo del anciano grueso de la fuente y padre del niño del balón y estos estaban comiendo también allí. Nos dieron a probar cerdo salvaje con arroz. El cerdo había sido cazado en el lugar hacía dos días con otros dos ejemplares y, francamente, no nos gustó demasiado. Al cerdo no le habían quitado bien los pelos y aún se veían pelos negros en sus trozos de grasa que, por cierto, eran bastante gordos y empalagosos. Por otra parte, el vaso de agua, con el que teníamos que acompañar la comida, estaba turbio, muy turbio y si el agua estaba impecable como habíamos comprobado, esa opacidad del vaso debía ser motivada por otra cosa. Así pues, con bastante aprensión, conseguimos acabarnos todo lo que nos dieron para no quedar mal.

Al día siguiente, nos encontrarnos solos en la bahía porque los demás veleros se habían ido al atardecer del día anterior. Todos se habían ido en dirección a Nuku Hiva por lo que nuestro siguiente destino, Ua Huka, no parecía ser muy popular en aquellas fechas.

Esa mañana, fuimos con el auxiliar hacia la próxima bahía de Tanaeka para echarle un vistazo. Yendo hacía allí, nos topamos con unas aletas negras en el agua. Al principio, no supimos que eran, pero enseguida nos dimos cuenta que eran las puntas de las aletas de unas mantarrayas. Habían unas seis y de buen tamaño. Con sus aletas negras, que parecían las alas de un pájaro, iban desplazándose poco a poco filtrando el agua con la boca muy abierta. Eran muy grandes y no temían al auxiliar ya que le pasaban muy cerca e incluso por debajo dándose la vuelta, enseñándonos su vientre que era de de color blanco a diferencia de todo el resto de cuerpo que era negro. Con el motor apagado y a remos, estuvimos allí un buen rato, viendo a esos enormes animales pasándonos por alrededor y que tenían casi el tamaño de nuestro auxiliar. Cuando se alejaron, encendimos el motor y nos asomamos a la otra bahía aunque no desembarcamos porque las olas barrían la playa. La enorme pirámide de roca negra que separaba las dos bahías aún parecía más grande desde esa poca distancia. En ella, los devotos locales habían colocado una virgen que se iluminaba de noche alimentada por una pequeña placa solar, todo muy moderno.

De allí volvimos a la playa de Hanamenu. Entonces Dani subió la pronunciada pared que bordeaba la bahía para ver qué se veía desde allí y hacerle unas fotos al Piropo desde las alturas. Sandra mientras tanto, se fue a la fuente a lavar un poco de ropa en agua dulce en aquel maravilloso lugar. Al poco, regresó Dani que se puso a cargar todos los bidones de agua que teníamos vacíos en el barco, ya que nos comentaron que esa agua era muy buena para beber. Cuando finalizamos con nuestras tareas, pasamos otra vez un buen rato en la piscina natural.

De regreso al barco, al igual que el día anterior, otra familia local nos invitó a comer una barbacoa. Algunos de los hombres, ya estaban bastante bebidos antes de empezar a comer. Era una pena ver lo mucho que bebía la gente local. Y eso que los precios del alcohol en cualquiera de sus formas era elevadísimo. Declinamos la invitación porque en cuanto oscureciera, a las seis de la tarde, teníamos previsto partir hacia Ua Huka.

Regresamos al barco, comimos, colocamos todo, y puntuales, poco antes de que oscureciera partimos rumbo a Ua Huka. Salimos con cierta incertidumbre porque nuestro siguiente destino tenía pocos fondeos donde recalar. La costa norte, llena de acantilados, no tenía ningún fondeo y ni siquiera estaba sondada. En la costa sur había tres fondeos pero que, según lo que habíamos leído, eran impracticables a partir de que el viento soplara del sureste y ese era el viento que estaba haciendo. Aparte de estos fondeos, existía un cuarto fondeo orientado al oeste que no sabíamos si sería muy cómodo. Había que ir para comprobarlo.

La travesía fue muy cómoda, con viento muy suave y constante que nos empujó y una luna llena que iluminó todo. No fuimos muy deprisa porque lógicamente, no debíamos llegar a nuestro destino antes del amanecer. Con las primeras luces del día, nos encontramos casi enfrente de la costa sur de Ua Huka. La isla, como todas las Marquesas, se veía muy verde y abrupta en su parte central. Nos dirigimos entonces hasta el fondeadero situado en Vaipaee, la principal población de la isla. La bahía de Vaipaee era muy bonita sobre la carta porque se adentraba bastante tierra adentro, era muy estrecha y habíamos leído que, si no soplaba demasiado de sur, era muy confortable. Nos apetecía mucho fondear en ella y nos animamos a echar un vistazo adentro porque el viento no soplaba con intensidad. A medida que nos acercamos a la entrada de la bahía, aquello comenzó a parecerse a un tiovivo. Había unas olas que nos venían de popa pero otras, rebotadas por los acantilados, venían de todas direcciones zarandeando al Piropo. Deseamos que el motor siguiera funcionando tan bien como siempre y continuamos hacia el interior de la bahía mientras las olas rompían en ambas paredes de la estrechísima bahía creando amenazantes espumas. Bien adentrados en la bahía, el vaivén seguía existiendo aunque con la ola algo más ordenada y por mucho que nos adentráramos, el meneo seguía con la misma intensidad. El viento también entraba de lleno en la bahía por lo que no lo dudamos y nos dimos media vuelta. Quizá hubiéramos podido fondear allí pero hubiera sido un fondeo incomodísimo y si hubiera aumentado el viento, el lugar hubiera sido una ratonera.

Como la posibilidad de que allí no se pudiera estar la teníamos ya prevista, nos fuimos al fondeo que teníamos visto en la costa oeste, en concreto, en la bahía de Haavei a la que llegamos enseguida tras bordear las pequeñas islas de Hemeni y Teuaua. Esta última era una rarísima isla totalmente llana y rodeada de altos acantilados. Esa defensa natural servía para cobijar a cientos y cientos de pájaros que casi cubrían la superficie de la isla. Echamos el ancla en arena en 10 metros de sonda delante justo de la playa. Aunque la bahía era preciosa, el lugar no era nada confortable porque pese a que estábamos en la costa oeste, la ola meneaba bastante el lugar y el viento, arremolinado por la costa, venía en dirección a la orilla. No era un lugar ideal para estar pero allí nos quedamos fondeados ese día y la noche, escuchando a los muchísimos pájaros que también había en las colinas cercanas. Era curioso porque en el resto de las Marquesas, no habíamos visto apenas aves marinas.

Al día siguiente partiríamos hacía una isla más de las Marquesas, Nuku Hiva, que prometía unos fondeos mucho más confortables que los que habíamos visto en Ua Huka. En la siguiente entrada os contaremos nuestras experiencias allí.

Un saludo.

 

7 comentarios a “BAHÍA HANAMENU EN HIVA OA E ISLA DE UA HUKA (ARCHIPIÉLAGO DE MARQUESAS). Del 11 al 15 de julio de 2014.”

  • Dani! Te mandé un sms al teléfono satélite para falicitarte, pero al no recibir la llamada perdida, quizás no te ha llegado. Felicidades de nuevo! Un besazo y que disfrutéis las islas.

  • Hola chic@s,
     
    he dado con vuestro diario de casualidad y en un par de días me he puesto al día de 3 años…
     
    desearnos lo mejor de lo mejor, y que Sandra se reponga del todo muy pronto.
     
    un abrazote y buenos vientos.

  • Tengo un Sun Rise 35, igualito que el Piropo, y buscando informacion en Internet sobre este modelo me he enganchado totalmente a vuestro diario de a bordo. Es mi viaje soñado, falta encontrar el momento ( o buscarlo ). Mientras tanto, me conformo con seguir el vuestro. Esperamos con ansias mas entradas en la web. Saludos y suerte en todo.

  • No sabéis el nivel de enganche que tengo con vuestro viaje. Tengo ganas de que sigáis publicando mas y mas diario de abordo…….
    Mi vacaciones se han acabado… pero gracias a vosotros puedo seguir viajando (aunque sea en  mi imaginación, claro) leyendo vuestras historias.
    Solo deciros que sois unos campeones y que me alegro infinito que hayáis superado ese bache de Sandra tan solo quedara en un buén susto.
    Un abrazo compañeros y mucha suerte!!!

  • Estáis echos maestros! Hacia tiempo que no entraba , hay que ver que bien estáis! 
    Bueno, seguid disfrutando que ya que sólo se vive una vez , eso es lo que hay que hacer.
     
    abrazos 
     
    mauri

  • Me es imposible no decir nada ante semejantes imágenes, conocer aquella zona del mundo es mi sueño desde hace muchos años. Ahora que poco a poco cada vez navegamos un poco mejor empiezo a sopesar la posibilidad de llegar allí un día…
    Seguir asi dándonos mucha envidia.
    Un saludo.

  • Qué maravilla! Qué lugares tan distintos tiene esta naturaleza. Me encanta que disfrutéis tanto de la conviviencia con el mundo.
    Un beso gordo, que se os echa mucho de menos.
    Blanca

Publicar comentario