Sigue el viaje del velero Piropo, con sus tripulantes Dani y Sandra, en su pretendido deseo de dar la vuelta al mundo por los trópicos.

GUADALUPE: Travesías de las islas de Les Saintes a Pigeon (Guadalupe) y de allí, a Deshaies (Guadalupe) y días de estancia en esta isla. Del 18 al 24 de abril de 2012.

 

Con un par de rizos en la mayor y la génova algo enrollada, navegamos en apenas una hora el corto recorrido que separaba Les Saintes del extremo sur de Guadalupe, Pointe du Vieux Fort. El viento, que los días anteriores había soplado fuerte, se había relajado mucho y solo soplaba a una intensidad entre 17 y 18 nudos. Ya a sotavento de Guadalupe, el viento aún disminuyó más hasta unos suavecísimos 10 nudos e incluso cambió de dirección ya que en ese punto, nos entró por el través contrario del que nos venía durante todo esa travesía. No obstante y muy lentamente, poco a poco fuimos avanzando por la costa oeste de Guadalupe en dirección norte.

 

A medida que navegamos íbamos observando posibles lugares para pasar la noche. Nos acercamos con interés a Anse La Barque pero vimos la pequeña bahía demasiado llena de barcos para el tamaño que tenía así que decidimos continuar la navegación hasta un poco más al norte, hasta Pigeon. Pigeon es un pequeño pueblo que tiene una bahía enfrente donde se puede fondear cómodamente. Un poco más allá, están las pequeñas islas también denominadas como Pigeón las cuales son muy conocidas porque Jacques Cousteau decía que eran uno de los mejores lugares del mundo para bucear. El motivo de esa riqueza submarina es que en el fondo existen unos manantiales volcánicos que han creado un ecosistema especial en el que viven una gran variedad de especies.

 

En un primer momento, intentamos fondear en las propias islas Pigeon en unas boyas de color amarillo que decía nuestro derrotero que existían allí para que fueran utilizadas por los yates (las blancas son en ese lugar para las barcas de buceo), pero allí no vimos ninguna del color que nos interesaba. Así pues, decidimos ir a fondear a la bahía de Pigeon que estaba muy cerca y que se veía muy tranquila. Desde allí y sin ningún problema, podríamos ir a visitar las islas directamente con el auxiliar en un cortísimo trayecto.

 

Pese a que ese día no vimos ninguna boya de color amarillo, cuando partimos de Pigeon sí que vimos una boya de ese  color en el extremo noroeste de la isla pero tan expuesta al oleaje, que no parecía muy confortable pasar allí la noche.

 

En la bahía situada enfrente de Pigeon, sólo habían cuatro barcos fondeados y había mucho espacio disponible por lo que echamos el ancla sin ningún problema en 6,5 metros bajó una fuerte lluvia que apareció súbitamente a modo de recibimiento. El resto de la tarde y la noche, la lluvia continúo cayendo sin pausa acompañado de un viento de 20 nudos de intensidad. El mal tiempo que nos había acompañado en Les Saintes, no parecía que se fuera a ir todavía.

 

El 19 de abril amaneció despejado por lo que después de desayunar, cargamos todos los bártulos de buceo en el auxiliar y nos fuimos hacia las Islas Pigeon. Desembarcamos en una diminuta playa de arena blanca y sin demorarnos demasiado nos sumergimos en el agua con ganas de saber que era lo que tenían esos fondos para que en todos lados se los describiera con tanta generosidad. Efectivamente, el lugar era espectacular con gran abundancia de peces de todo tipo. Vimos los peces habituales que habíamos visto por el Caribe pero además, vimos una especie de pez cirujano enteramente negro que, con unas franjas blancas, tenía unas aletas diferentes a las de los peces de esa clase que hasta la fecha habíamos visto. También vimos barracudas a cuya presencia, nos estábamos empezando a acostumbrar ya que habíamos leído que en muy raras ocasiones hacían algo a los humanos. Dani incluso se animó a perseguirlas para intentar fotografiarlas desde más cerca hasta que se giraron y se quedaron fijamente mirándole con sus bocas llenas de dientes, entonces decidió, con algo de criterio, dejarlas en paz.

 

Buceamos gran parte de la mañana. Durante el buceo nos dio tiempo de bordear entera la isla de menor tamaño y también más de la mitad de la segunda isla que tenía un tamaño mucho más grande. El momento más impresionante del buceo fue cuando nos vimos rodeados de un banco enorme de peces aguja de buen tamaño. Se veían los peces por todos lados aunque girásemos sobre nosotros mismos 360º.

 

Ya cansados y fríos del buceo, descansamos en la playita de arena blanca y aún buceamos más tarde media hora más intentando descubrir donde estaba una estatua de Jacques Cousteau que al parecer, estaba sumergida por algún lado. Sin embargo, no fuimos capaces de encontrarla. Luego, regresamos al Piropo con mucho apetito después de tanta agua.

 

El único pero que podríamos ponerle a las Islas Pigeon pese a su belleza submarina incuestionable es que están bastante explotadas turísticamente y por tanto, los buceos no son nada solitarios. Nosotros, al dormir al lado de las islas, llegamos muy pronto y al principio de nuestra inmersión casi estuvimos solos, pero a medida que avanzó la mañana no pararon de llegar barcas y barcas cargadas de buceadores. Lo peor de todo era un barco de considerable tamaño que, con un fondo de cristal para que los turistas presenciaran el fondo sin bucear, se paseaba por allí como un buceador más. Menos mal que navegaba muy lento y tocaba la bocina cuando veía a algún buceador en su camino pero aún así, tenías que estar algo atento y apartarte en cuanto lo veías acercarse.

 

Tras una tortilla de patatas y pan recién hecho, nos pasamos la tarde limpiando las algas pegadas sobre la línea de flotación y escribiendo y eligiendo fotos para las entradas de la página web.

 

Al día siguiente, navegamos con el Piropo un poco más, hasta Deshaies. Este es un pueblo situado al noroeste de Guadalupe donde teníamos previsto dejar fondeado el barco para visitar el resto de la isla. En este lugar además, también teníamos previsto encontrarnos con Blanca y su novio Jorge que nos venían a visitar desde España. Dani es amigo de Blanca desde hace aproximadamente 27 años por lo que era evidente que nos hacía mucha ilusión su visita. Además de apetecernos, tampoco nos importunaba nada porque no nos rompían lo más mínimo el ritmo del viaje ya que no habíamos tenido ni que correr ni que esperar para encontrarnos con ellos. La forma de conseguirlo no obstante, había requerido bastante previsión por su parte ya que desde hacía bastante tiempo habían comprado unos billetes de España hasta Puerto Rico para asegurarse un precio algo económico y después, habían esperado a una semana antes de nuestro encuentro para preguntarnos donde estaríamos en las fechas acordadas para comprar a continuación un vuelo ínter islas que les llevaría a donde nos encontrábamos. Además, como les apetecía mucho navegar y a nosotros nos venía bien, en vez de comprar un billete de ida y vuelta al mismo sitio compraron dos billetes, uno de Puerto Rico a Guadalupe y otro de Antigua a Puerto Rico. De esta forma, les recogeríamos en Guadalupe, navegaríamos juntos hasta Antigua, y ellos desde allí, ya volverían para Zaragoza y Biescas respectivamente.

 

Pero nosotros, en ese momento, todavía estábamos partiendo de Pigeon rumbo a Desahies. Justo levantando el ancla nos sentimos por primera vez controlados por la policía después de más de medio año de viaje. Hasta la fecha, habíamos navegado y cruzado fronteras sin apenas ningún control en el barco. En esta ocasión, una lancha de la Policía francesa con un nombre un poco raro, “Achinao”, dio vueltas alrededor de nosotros. Nosotros, un poco incómodos porque estábamos a punto de irnos con el motor encendido, no sabíamos si debíamos o no levantar el ancla, pero viendo que seguían dando vueltas y no nos decían nada, subimos el ancla y comenzamos nuestra travesía a Desahies. Fue entonces cuando el “Achinao” pasó de nuevo por nuestro lado adelantándonos y tocando la bocina en plan despedida.

 

La navegación ese día la tuvimos que hacer exclusivamente a motor por la falta absoluta de viento y esquivando cada dos por tres las boyas sin señalizar que indicaban que habían redes de pesca echadas debajo de ellas.

 

Llegamos muy pronto a la tranquila bahía de Desahies que estaba más transitada de barcos que la de Pigeon pero aún así, había espacio de sobras para fondear. Al poco de tener el ancla echada, volvió a aparecer el “Achinao” y nos preguntaron de viva voz dónde teníamos el puerto base. Se lo dijimos y al poco se despidieron y ya nos dejaron en paz. Menos mal que habíamos hecho la entrada perfectamente en Les Saintes.

 

Era pronto todavía y Dani se entretuvo entonces intentando pescar con caña. Usó como cebo unos gusanos de plástico rojo con aroma de pescado que venían envasados y que habíamos comprado en España y que según su embase eran infalibles. ¡No pescamos nada!

 

Tras la comida desembarcamos en el pequeño y tranquilo pueblo de Deshaies con el principal objetivo de conseguir un coche de alquiler para el domingo (ese día era viernes) y así poder ir a recoger a Blanca y Jorge en el aeropuerto ya que venían bastante tarde y les sería muy difícil conseguir un medio de transporte para llegar a Deshaies. Tras preguntar a varias personas encontramos una empresa de alquiler y tuvimos que alquilar el coche no sólo el domingo, sino también el sábado porque el domingo estaba cerrado el establecimiento. De paso, también alquilamos el vehículo el lunes y así podríamos hacer algo todos juntos por Guadalupe.

 

El resto de la tarde la pasamos dando una vuelta por el pueblo y en el muelle, vimos una espectacular ave rapaz que parecía un águila que nos dejó impresionados por su belleza volando.

 

Ya en el Piropo, la madre de Sandra nos llamó para informarnos de que al día siguiente iba a salir publicado en el Diario de Terrassa un artículo sobre nosotros. El artículo contenía una gran referencia en primera página y dos páginas en el interior. Nosotros ya sabíamos que se iba a publicar algo porque el periodista desde hacía algún tiempo nos había estado haciendo preguntas a través del correo electrónico pero no sabíamos cuándo exactamente iba a publicarse. Cuando días más tarde pudimos ver en pdf el artículo ya publicado, nos dio un poco de vergüenza la foto que escogieron para la portada ya que era una de broma que nos hizo Elena, la hermana de Dani, en Martinica, pero en general, nos gustó el resultado (Podéis ver el artículo en la sección varios de la página web).

 

Al día siguiente, 21 de abril, fuimos pronto a recoger el vehículo de alquiler y comenzamos nuestro recorrido por la isla. Guadalupe es la isla más grande de las Pequeñas Antillas y su forma guarda un parecido razonable con una mariposa. El ala de la izquierda, del oeste, se denomina Basse-Terre y el ala de la derecha, del este, se denomina Grande-Terre. Basse-Terre es muy montañosa y fértil, con ríos de que cruzan sus bosques tropicales mientras que Grande-Terre, es muy plana y árida y en ella se encuentran las no demasiado abundantes playas de arena blanca que tiene la isla. Los nombres de las partes de la isla podrían llevar a equívocos si se atiende sólo a la orografía pero al parecer, sus nombres provienen de la intensidad de viento que sopla en cada zona. Grande-Terre, situado a barlovento, recibe los vientos más fuertes mientras que Basse-Terre, situada a sotavento, recibe mucho menos viento.

 

Guadalupe tiene una diferencia curiosa con Martinica y es que en Guadalupe no existen békes, los blancos ricos dueños de plantaciones que explotaron la mano de obra esclava y que actualmente, en Martinica, controlan aún más del 70% de la economía de la isla. El motivo de la ausencia de békes en Guadalupe es debida a que durante la Revolución Francesa se declaró en París la abolición de la esclavitud en las colonias francesas. Los békes solicitaron ayuda a Gran Bretaña que rápidamente acudió a defenderlos. Entonces, en 1794, Francia envió a Victor Hugo que, tras derrotar y expulsar a los británicos, pasó por la guillotina a la nada despreciable cifra de 850 dueños de plantaciones y por supuesto, volvió a abolir la esclavitud aunque ésta se volvió a restaurar unos años más con la llegada de Napoleón.

 

Nosotros, con nuestro pequeño coche alquilado, nos dirigimos hacia el sur y luego doblamos hacia el este cruzando Basse-Terre por la “Route de la Traversée”, una carretera de 24 km que sin duda es la más espectacular de la isla ya que atraviesa el “Parc Nacional de Guadaloupe”, un impresionante parque nacional de 30.000 hectáreas formado por un exuberante bosque tropical. A mitad ruta paramos en la “Maison de la Forêt”, un centro de información donde pudimos ver en imágenes los estragos que en la naturaleza producen los huracanes y como con mucho tiempo, y muy poco a poco, la naturaleza consigue restituir la situación a su punto inicial. Desde allí, avanzamos un poco con coche y llegamos a la Cascade de l’Écrevisse que estaba a cinco minutos andando desde la carretera. La Cascade de l’Écrevisse es una bonita cascada que era bastante visitada por su facilidad para llegar allí en vehículo. Subimos un poco entre raíces enormes de árboles a la parte superior de la cascada y allí pudimos observar en un árbol las típicas “Fourmi manioc”, una clase de hormigas grandes y gordas que estaban transportando enormes trozos de hojas encima.

 

Tras la visita a la cascada nos fuimos en dirección a Grande-Terre y cuando estábamos atravesando Pointe a Pitre en dirección este se puso a llover con una fuerte intensidad. Tanto, que se conducía con bastante dificultad pese a la baja velocidad. Aprovechamos entonces para pararnos a comer algo rápido y así esperar a que escampara algo las nubes. La operación nos salió bien y tras la comida, ya sin tanta lluvia y el cielo algo más despejado, seguimos nuestra ruta hacia las playas del sur de Grande-Terre. En concreto, visitamos en primer lugar las playas de Sainte Anne que nos decepcionaron mucho porque aunque eran de arena blanca y aguas turquesas, tenían unos amplios espigones para contener la arena y eran tan turísticas y estaban tan urbanizadas que no tenían ningún encanto. Durante el paseo, nos ofrecieron drogas dos o tres veces. Parece ser que la demanda de los turistas debía ser alta si había tanta oferta. Más allá, visitamos las playas de Saint François que nos gustaron bastante más porque desde la carretera había que atravesar un estrecho trozo de bosque para llegar a ellas y se veía mucha más población local que pasaban el sábado en familia en la playa y comiendo un pic-nic bajo los árboles del pequeño bosque.

 

Luego, seguimos ruta hacia Pointe de Châteaux, el punto más oriental de Guadalupe que se encuentra al final de un largísimo y estrecho cabo. En ese cabo, las aguas del Atlántico y del Caribe se encuentran y el oleaje embiste con fuerza contra las rocas convirtiendo el paraje en algo parecido a un castillo ya que en la última parte del cabo, emerge un promontorio hasta bastante altura donde se levanta una gigantesca cruz blanca. El mar en aquel lugar impresionaba mucho por su bravura y porque a lo lejos se veía una densa nube negra que claramente, estaba descargando gran cantidad de agua mientras avanzaba hacia el oeste empujada por el viento. Vimos en la lejanía como un velero desaparecía de nuestra vista ante la densidad de la lluvia que caía varias millas mar adentro. Reflexionamos entonces sobre lo diferente que se ve el mar estando en tierra o navegando. Creímos que, si se tiene la situación controlada, siempre se ve muchísimo peor estando en tierra.

 

Desde Pointe de Châteaux, nos dirigimos a la pequeña ciudad de Morne-à-l’Eau para conocer su llamativo cementerio que parece una auténtica ciudad ya que algunos mausoleos parecen pequeñas viviendas que tenían incluso dos pisos con una escalera exterior y un pequeño balcón. Sin embargo, la principal característica del cementerio era que todas sus lápidas y mausoleos estaban forradas de azulejos negros y blancos que hacían parecer el lugar por sus colores a un gran tablero de ajedrez.

 

Las horas de luz llegaban a su fin pero aún decidimos conducir un poco más e intentar visitar el punto más septentrional de Grande-Terre y de Guadalupe, el Pointe de la Grande Vigie. Durante el recorrido, vimos muchos campos de cultivo en especial de caña de azúcar. Al extremo del cabo se llegaba tras un breve y agradable paseo por un sendero entre acacias y espinos desde donde se dejaba el coche. El Pointe de la Grande Vigie era un cabo bastante espectacular rodeado de altísimos acantilados que estaba mucho más solitario que el que habíamos visitado antes. La ausencia de gente se debía seguramente a que era ya tarde y sobretodo, a que caía una suave lluvia.

 

De vuelta hacia el Piropo y Deshaies, paramos en un supermercado para comprar provisiones aprovechando que disponíamos de vehículo y ya en el barco, cenamos una rica pizza que Sandra preparó en la sartén siguiendo la receta que nos proporcionó en Les Saintes Ángel, del Bahía las Islas.

 

Al día siguiente, el objetivo principal era ir a recoger a nuestros amigos en el aeropuerto de Pointe a Pitre pero hasta entonces, intentaríamos aprovechar el día aunque la meteorología estuviera tan lluviosa como el día anterior.

 

Durante el desembarco a tierra, ya comenzamos a mojarnos debido a la intensa lluvia pese a que nos pusimos unos chubasqueros. Una vez subidos al coche, nos dirigimos a la próxima y reputada playa denominada Grande Anse que estaba muy cerca de Desahies a un par de kilómetros al norte. Una vez en ella comprobamos que su fama era bien merecida ya que, pese a la lluvia que aún caía y que el color cobrizo de la arena no nos parecía tan atractivo como el habitual blanco inmaculado de otras arenas, se veía una playa bastante espectacular sobretodo por su situación casi virgen. En la herradura que formaba la bahía, no se podía ver una sola casa y sí mucha vegetación.

 

Tras Grande Anse nos dirigimos hacia Pointe a Pitre con la idea de parar en un centro comercial que vimos por el camino el día anterior para comprar algún bañador que se nos consumían a pasos agigantados. ¿Sería que los utilizamos más que cuando estábamos en Barcelona? Pero cuando llegamos al centro comercial nos percatamos que se nos había pasado por alto un pequeño detalle, era domingo. Olvidos debidos a vivir permanentemente en vacaciones.

 

Nos fuimos pues a visitar Pointe a Pitre y entonces vino la segunda decepción del día. Parecía que en la ciudad había desaparecido la especie humana. No había absolutamente nadie. Las calles estaban totalmente desiertas, los comercios cerrados y no se oía a nadie. En la guía turística que llevábamos leíamos que eran frecuentes los atascos y los bocinazos y en cambio, nosotros aparcábamos sin dificultad en plena “Place de la Victoire”, en el centro de la ciudad. Vimos entonces que había un establecimiento de comida rápida que extraordinariamente estaba abierto y decidimos entrar porque de lo contrario, nos quedábamos sin comer ya que no había otra alternativa disponible. Tras la solitaria comida acompañados exclusivamente por los empleados del establecimiento, paseamos un rato por las desiertas calles de la ciudad pero sólo pudimos relacionarnos socialmente con dos locos que nos atosigaron un poco y que al parecer, eran los únicos habitantes que se quedaban en la ciudad los domingos. Tras visitar la Darse y la basílica de St. Pierre et St. Paul que estaba cerrada, y viendo que la ciudad no daba mucho más de sí y más con ese ambiente dominguero, decidimos irnos y visitar las playas de Le Gosier que eran bastante bonitas y estaban bastante abarrotadas. Desde allí, se podía ver la pequeña isla de Gosier que estaba muy cerca con su faro rojo y que tenía muchos barcos fondeados en sus proximidades. En ese lugar, nos entretuvimos un buen rato viendo a los pelícanos que sobrevolaban a los bañistas y que se tiraban en picado al agua si veían algún pescadito disponible. A esas simpáticas aves, les acompañaban las fragatas con su forma única. Cerca, bajo un sol abrasador, una pareja bailaba en un parque una especie de salsa a un ritmo agotador. Sudaban como pollos y nosotros les mirábamos con una mezcla de admiración y sufrimiento. ¡Que valor con ese calor mortal!

 

Más tarde, nos tomamos una helado para hacer tiempo antes de ir al aeropuerto al que llegamos muy rápido. En el aeropuerto cotilleamos los libros y las revistas y hablamos hasta que llegó puntual el vuelo de Blanca y Jorge. Nos reencontramos con mucha alegría y sin demorarnos demasiado iniciamos el camino de regreso a Deshaies que aunque estaba a bastante distancia, nos pareció muy corto porque estuvimos charlando animadamente de muchas cosas.

 

Ya en el barco seguimos las conversaciones y antes de cenar, aparecieron un montón de regalos que Blanca y Jorge nos habían traído desde España. Aconsejados por el hermano de Jorge, Pedro García-Dihinix, nos regalaron un fabuloso ebook y un DVD con casi tres mil libros. Ahora seguro que siempre encontraríamos algo que nos apetecería para leer. Cuando fuéramos algún día a Zaragoza, tendríamos que agradecer personalmente a Pedro su buena recomendación. Además, nos regalaron un pen de 64 gigas que contenía un montón de películas para continuar con nuestras sesiones nocturnas de cine. Por último y según Blanca, para contribuir en la lucha de Sandra para mantener su feminidad en la dura vida a bordo, le regalaron ropa interior y un pintauñas. En fin, que aquella noche parecía más el día de reyes que otra cosa.

 

Al día siguiente madrugamos mucho ya que, como era normal, Blanca y Jorge estaban ansiosos de aprovechar el tiempo. Desayunamos, charlamos y nos bañamos todos en un refrescante baño matutino a primera hora de la mañana. A nuestros invitados se les veía disfrutar mucho del lugar y su tranquilidad, en especial a Jorge, con su divertida expresividad y contagioso entusiasmo.

 

Se nos hacía algo tarde para todo lo que teníamos previsto hacer pero lo importante al final era pasarlo bien y por eso, nos demoramos todo lo que quisimos en el baño. Ya secos, nos fuimos a tierra y ya en el coche, nos dirigimos hacia el punto de partida de la excursión al volcán de La Soufrière. En el parking se puso a llover bastante pero en cuanto disminuyó, iniciamos el camino. Atravesamos un pequeño tramo de bosque tropical y luego un paisaje igual de verde pero ya sin árboles. A medida que ascendíamos el olor volcánico a huevos podridos cada vez se hacía más repulsivo. Al final llegamos a la cima que no era muy clara porque habían diversos cráteres. También habían barreras que te impedían avanzar más debido a la toxicidad de los gases que emanaban del volcán. Los gases efectivamente no debían ser muy beneficiosos para la salud ya que los ojos nos picaban bastante. Parecía que nos habían echado a la cara un esprai de pimienta. Nos hicimos entonces las fotos de rigor entre el ambiente confuso de niebla creada por las nubes y los vapores tóxicos e iniciamos el camino de regreso. Durante la vuelta y ya en el bosque, vimos un roedor original de estas islas entre la vegetación que parecía muy confiado porque no se asustó demasiado.

 

Llegamos al parking sobre las 15:00 horas y al lado de nuestro coche de alquiler nos comimos el pan y embutido que nos habíamos comprado por la mañana. Charlando y comiendo se nos hizo aún más tarde por lo que no nos quedó tiempo para ver ninguna cascada como teníamos previsto.

 

De vuelta a Deshaies, paramos en un supermercado a comprar más provisiones y más tarde, volvimos a parar aunque en esta ocasión, al lado del mar para observar la puesta de sol y ver si éramos capaces de presenciar el famoso fenómeno conocido como el rayo verde. El rayo verde en verdad no es un rayo y consiste simplemente en que puede observarse de color verde el último trozo de sol que existe en el instante anterior al momento exacto del ocaso. En esa ocasión, el rayo verde sólo pudo presenciarlo Sandra y los demás no lo vieron por lo que continuaron las bromas que Dani ya le hacía a Sandra sobre el tema. En concreto, sobre si el rayo verde era una leyenda que en realidad no existía y sobre si la ceguera que produce mirar tanto rato al sol ayuda a imaginarse el fenómeno.

 

Tras el relativo fracaso de la observación pero agradable estancia al lado del mar, nos subimos de nuevo al coche y llegamos a Deshaies.

 

En el pantalán de auxiliares, habían varias asquerosas cucarachas que intentamos con éxito no se subieran a La Poderosa. Nueva evidencia que el ambiente tropical ayudaba a la existencia abundante de estos bichos.

 

En el barco, Sandra preparó un sabroso pollo con patatas cocidas y especias, además de una ensalada y fruta de postre. Una forma de recuperarnos del relativo esfuerzo que había supuesto el paseo hasta el cráter del volcán. Como no, esa noche también charlamos animadamente y nos fuimos a dormir relativamente tarde.

 

El día siguiente, 25 de abril, era nuestro último día en Guadalupe. Queríamos no demorarnos más en la isla para llegar cuanto antes a Antigua no fuera a ser que viniera una mala meteorología y Blanca y Jorge no pudieran llegar a tiempo a coger su avión. Además, también queríamos visitar algo Antigua antes de que se fueran. Utilizamos el día para devolver a primera hora el coche de alquiler y luego, fuimos a un establecimiento de Internet donde comprobamos la meteorología para el día siguiente y pudimos leer el artículo que había salido sobre nosotros en el Diario de Terrassa. En el mismo lugar, hicimos telemáticamente los trámites burocráticos de salida del país por el que nos cobraron tres euros.

 

De allí nos fuimos paseando a Gran Anse, la playa que hacía dos días habíamos visitado nosotros y que en esta ocasión, como el día estaba esplendido sin una nube, aún se veía más bonita. Nos pasamos casi toda la mañana allí, sobre la arena y bañándonos en las limpias aguas y también, como no, charlando. Blanca y Jorge, pese a que se echaban constantemente crema con una alta protección, estaban sufriendo la diferencia de intensidad solar entre el invierno aragonés y el permanente veranos caribeño y su piel, poco a poco, iba adquiriendo un color que les hacía parecer unas gambas.

 

Sobre las tres volvimos al barco y nos pusimos a comer. La comida se alargó casi hasta la puesta de sol aunque antes del ocaso, nos fuimos a bañar un buen rato en las limpias aguas sobre las que flotaba el Piropo. Jorge se entretuvo fotografiándonos a todos mientras íbamos tirándonos de cabeza al agua desde la borda. Con la puesta de sol, volvimos a intentar presenciar el fenómeno del rayo verde que curiosamente, sólo Sandra volvió a ver. Lógicamente, las bromas continuaron.

 

Ya de noche, presenciamos todos una película y nos fuimos a dormir pronto porque al día siguiente teníamos previsto levantarnos a las 4 de la mañana para iniciar nuestra travesía que debía de llevarnos a nuestra siguiente escala del viaje: Antigua.

 

En la siguiente entrada os contaremos como nos ha ido por la tierra del mar y el sol tal y como dicen las matrículas de los coches de Antigua. 

 

Un abrazo.

 

   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   

 

 

 

Hytrin

3 comentarios a “GUADALUPE: Travesías de las islas de Les Saintes a Pigeon (Guadalupe) y de allí, a Deshaies (Guadalupe) y días de estancia en esta isla. Del 18 al 24 de abril de 2012.”

  • En la fotografía en la que aparece un pez azul en los fondos de las Islas Pigeon nos equivocamos en el nombre de este pez. Poco a poco vamos aprendiendo sobre las diferentes especies marinas y ésta en concreto no es un pez payaso sino un pez loro.

  • Sandra, qué guay esa foto tirándote al agua de noche desde el Piropo. Es preciosa. Por aquí, todo precioso pero, a parte, informes, power poinds y demás. Muchas gracias por los ánimos, tú ya sabes de qué va. Este año que viene, el espai familiar será otra aula de P2, o sea, habrá 4. Ya ves, van habiendo algunos cambios. Tú, por ahí, no cambies y siguételo pasando tan bien con Dani como hasta ahora. Muchos besos para los dos. Hasta la próxima.
     

  • Hola pareja! Veo que todo os va genial y estáis estupentamente, me alegro un montón, y me dais un montón de envidia (sana eh?). Un fuerte abrazo y besotes!

Publicar comentario