Sigue el viaje del velero Piropo, con sus tripulantes Dani y Sandra, en su pretendido deseo de dar la vuelta al mundo por los trópicos.

MAYREAU: Travesías de Tobago Cays a Mayreau (Granadinas) y días de estancia en esta isla. Del 28 de enero al 1 de febrero de 2012.

 

Tras nuestra placentera estancia en Tobago Cays, queríamos ir a la minúscula isla que se encontraba muy cerca: Mayreau. Era la más pequeña de las islas Granadinas que se encontraba habitada ya que tenía menos de tres kilómetros cuadrados y en ella habitaban aproximadamente 250 habitantes.

 

La travesía de Tobago Cays a Mayreau era muy corta pero se debía ir con un poco de atención porque había que navegar entre dos arrecifes. No obstante, estábamos tranquilos porque la derrota a realizar parecía bastante clara y viendo los enormes veleros que recalaban en las Tobago Cays por ese lugar, pensamos que no debería haber demasiados problemas para navegar por allí. Así pues, recogimos a La Poderosa y partimos hacia Mayreau pasando primero entre las islas de Petit Bateau y la isla de Jamesby para navegar posteriormente entre los dos arrecifes antes mencionados. Cuando estuvimos a la misma latitud que el punto más meridional de Mayreau, Monkey Point, pusimos rumbo oeste ya sin ninguna preocupación. El viento soplaba con moderación, alrededor de 25 nudos, como hasta la fecha habíamos tenido en el Caribe, pero como venía de aleta navegamos muy cómodos abriendo sólo la génova. Al acercarnos a Monkey Point el viento arreció seguramente por el efecto que debía producir la propia isla y se estableció en 30 nudos. No obstante, al ir entrando en Saline Bay el viento fue relajándose mucho y sólo las rachas llegaban a 20-23 nudos.

 

Mayreau tiene básicamente tres fondeaderos posibles. Saline Bay que estaba en el suroeste de la isla y era a donde íbamos nosotros. Era una bahía era muy ancha y muy cómoda ya que resguardaba muchísimo del viento y de las olas. Hasta la fecha, sería el lugar más cómodo de los que habríamos estado en el Caribe. Nosotros habíamos escogido ese lugar porque desde las Tobago Cays, nos venía mejor recalar en ese fondeadero antes que en Salt Whistle Bay que, estando también en el lado este de la isla, se situaba más al norte. Este último fondeadero era más bonito que el nuestro pero esa circunstancia también era sobradamente conocida y en consecuencia, estaba mucho más abarrotado. Ello, unido a que dicha bahía era bastante minúscula, hacía que el lugar no fuera nada atractivo para nosotros. Otra desventaja era que estaba mucho menos resguardado del viento. Nosotros fuimos caminando hasta allí un día y viendo la densidad de barcos en el pequeño lugar, no nos arrepentimos en absoluto de nuestra elección de Saline Bay. El tercer fondeadero posible es Windward Bay, que tal como dice su nombre, estaba a barlovento de la isla, es decir, en su lado este y al sur de la misma. Ese fondeadero sólo lo protegían los arrecifes y no debía ser muy popular porque en él sólo vimos un día a un barco fondeado.

 

Cuando llegamos a Saline Bay, casi pudimos escoger sitio para echar el ancla porque sólo habían fondeados cuatro barcos más. Nos aproximamos bastante a la playa para buscar menos fondo y a pesar que llegamos a 5 metros, curiosamente, como nos acercábamos oblicuamente a la playa y en aquella dirección había un pequeño muelle, el fondo en vez de reducirse se fue incrementando poco a poco. Al final, echamos el ancla en 7 metros.

 

El lugar era un verdadero placer. Por fin fondeados podíamos estar como en un puerto sin escuchar silbidos en las jarcias por el viento y sin el meneo de las olas.

 

Tras el fondeo, el día transcurrió muy “estresado”. Tras el preceptivo baño para refrescarse, comimos y luego, nos tumbamos en la bañera para tomar el solecito, algo que no solíamos hacer. Más tarde, Dani se puso a leer y Sandra cosió la bandera de cortesía que se había descosido un poco por el viento. Y ya al final de la tarde, descubrimos que desde el barco podíamos conectarnos a Internet mediante un centro público que adrede, tenía la conexión abierta. Esa circunstancia nos permitió colgar por fin el video de la travesía del Atlántico que desde hacía tiempo teníamos preparado y que no habíamos podido subir porque en los cibercafés a los que íbamos las conexiones eran tan lentas, que nos tendríamos que haber pasado allí más de una tarde entera.

 

Al día siguiente, nos levantamos pronto y nos fuimos a tierra. Amarramos a La Poderosa en un muelle de madera muy deteriorado al lado de otro bote de goma de otro barco. Desde allí nos pusimos a caminar subiendo por la corta pero empinada rampa que nos habría de llevar al minúsculo pueblo que parecía que tenía más restaurantes y bares que casas. Parecía que aquí, todo el mundo, se dedicara a la restauración. Al ver esa circunstancia, supusimos que normalmente debían haber más barcos que los cuatro que habíamos fondeados en esa bahía ya que de lo contrario, no creíamos que funcionasen tantos negocios iguales.

 

Era domingo y todo estaba cerrado. Nos acercamos a una pequeña tienda de comestibles y por casualidad, muy cerca, estaba su dueño que nos preguntó si necesitábamos algo. Al decirle que sí, muy servicial nos abrió para que comprásemos lo que necesitásemos. Nuestra principal necesidad era, como habitualmente, los productos frescos, en especial frutas y verduras, pero allí y siendo domingo, no parecía que hubiera mucho de lo que buscábamos. No obstante, compramos plátanos y algo de pan que como siempre, y a falta de alternativa, era de molde.

 

Seguimos caminando y nos paró un chico joven local que se presentó y nos enseñó desde lejos su restaurante. Nos ofreció que a la hora de comer fuésemos y además, se pasó un buen rato intentando que comprendiéramos cómo se llamaba, pero como era muy complicado y muy largo, no fuimos capaces. También nos ofreció que le hiciéramos fotos a la docena de tortugas que tenía enjauladas que daban mucha pena. Le hicimos una rápida por compromiso y ya nos despedimos.

 

Pasamos por la pequeña iglesia católica que tiene la isla. Al parecer, la población de esa isla era católica, cosa rara en la mayoría protestante de las granadinas. Y eso era debido a un antiguo y popular sacerdote. ¡Que capacidad para evangelizar! Lo más bonito de la iglesia era su ubicación ya que al estar en uno de los puntos más altos de las isla, tenía unas bonitas vistas de las Tobago Cays. Desde allí, descendimos por la carretera hasta Salt Whistle Bay, al norte de la isla para conocer la preciosa bahía que como antes hemos comentado, estaba abarrotada de barcos y de los cuales muchos, estaban amarrados a boyas de pago.

 

-Menos mal que no habíamos venido aquí.- Pensamos. No nos gustaban nada las aglomeraciones. De todas formas, la bahía era muy bonita, arena blanca y algún cocotero. La playa no era solitaria y allí habían establecidas varias paradas de mujeres locales que vendían souvenirs de todo tipo, sobretodo camisetas. En el extremo norte de la bahía, pasando el estrecho istmo a la derecha, ya se estaba enfrente de Windward Carenage, que contaba también con una larga playa de arena blanca.

 

Tras la breve estancia en el lugar, decidimos volver y de camino y dado el calor, paramos en una tiendita a tomar una refresco frío.

 

Al llegar al muelle nos percatamos de que habíamos cometido un grave error. ¡Nunca podías despistarte! La cuestión fue que siempre que amarrábamos el auxiliar a un muelle, como el fuerte viento venía siempre de la misma dirección, lo poníamos a sotavento del muelle y no nos preocupamos por las corrientes porque el abatimiento siempre era más fuerte que la deriva. En Saline Bay, como llegamos al muelle y ya vimos un auxiliar amarrado, lo dejamos en la misma posición y no pensamos que esa bahía era mucho más resguardada que nuestros anteriores fondeaderos y que un cambio en la dirección de la corriente haría lo que se había producido, que el auxiliar derivara en la dirección opuesta a la que lo habíamos dejado. Por tanto ahora, La Poderosa en vez de separarse del muelle, se chocaba contra él, y lo que era peor, como el muelle de madera era tan alto, se había colado debajo, por lo que los golpes los recibía por todos lados. La pobre Poderosa, estaba destrozada ya que había estado muchísimo rato debajo de un muelle en pésimas condiciones. Nos costó incluso sacarla de debajo del mismo. El motor, al ser el punto más alto, era lo que más había sufrido y estaba todo rallado. Estaba doblada incluso la palanquita que abría el circuito de gasolina. La goma del auxiliar también estaba sucia y un poco rallada. Y menos mal que llegamos antes de que la marea volviera a subir con el auxiliar atrapado debajo del muelle sin espacio para flotar más. No nos imaginamos lo que hubiera sucedido. De todas formas, con lo que nos llevamos ya teníamos un buen disgusto. Debías estar siempre atento a todo ya que a la mínima equivocación… Ahora nuestra Poderosa ya no tendría la buena pinta que tenía antes. Aunque una vez pasado el disgusto y como somos muy optimistas, pensamos que así, a partir de ahora, nuestra auxiliar levantaría menos la codicia de la gente y habría menos posibilidades de que nos la robaran.

 

La fiel Poderosa, pese al mal trato recibido, como siempre encendió fácil, y ya en el barco, mientras Sandra preparaba la comida, Dani la limpió para intentar recuperar su aspecto lucido anterior al accidente. Algo consiguió recuperar, pero las secuelas quedarían en ella.

 

Al llegar al barco, nos encontramos con una nueva sorpresa. Un barco francés había fondeado cerca y su boya de orinque estaba a dos metros escasos de nuestro barco. Afortunadamente no golpeaba el barco pero sí golpearía al auxiliar que siempre lo dejamos atada en popa. La pobre no pararía de recibir golpes ese día. Sobretodo nos preocupaba que la boya golpeara la hélice de la auxiliar que es bastante delicada. El francés vino al rato y se disculpó diciendo que había echado el ancla en nuestro través y que después el viento, al rolar un poco, había colocado su boyita pegadísima a nuestra popa. Se ofreció a que si nos molestaba, levantaba el ancla y lo ponía en otro lado. ¿Qué le íbamos a decir? Le dijimos que daba igual porque nos pareció amable aunque la situación que nos había creado era un poco molesta. Lo que no entendíamos, dicho desde el más profundo desconocimiento, era por qué tenía que echar el ancla en nuestro través y no la había echado unos metros detrás de nuestra popa. Así se hubiera evitado que le afectaran las roladas molestas. Y si hubiera poco espacio se entendería, pero había todo el espacio del mundo porque éramos cuatro gatos allí fondeados. ¿Qué necesidad había? ¡Sólo había ganado un par de metros hacia la orilla!

 

Por la tarde, mientras Dani se pasó toda la tarde escribiendo el texto de la siguiente entrada, Sandra se dedicó a limpiar todo el lado derecho del casco porque las alguitas verdes volvieron a aparecer. Ya teníamos ganas de levantar el barco sólo para subir un poco la línea de flotación y evitarnos estas limpiezas periódicas que al cabo de una semana, parecían que no habían servido para nada y eso que el lugar donde se creaban las alguitas no llegaba el agua, sino sólo las salpicaduras de la misma.

 

El día siguiente fue un día monástico. No salimos para nada del barco. Aparte de limpiar la parte izquierda del casco y dedicarnos a varias faenas domésticas, seguimos aprovechando Internet. El tener conexión sin límite de tiempo nos permitió de nuevo situarnos en el mundo. Por un lado, pudimos enviar emails con calma a familiares y amigos, por otro, consultar información para las siguientes etapas de nuestro viaje y por último, también pudimos consultar periódicos que nos animaban más si cabía, a seguir en nuestra decisión de alejarnos por un tiempo de la incomprensible civilización.

 

El día 31 nos fuimos a bucear a Windward Bay, al este de la isla. El objetivo único era encontrar langostas. Dani tenía dos deseos al iniciar el viaje: subir a un cocotero para coger cocos y pescar una langosta. La obtención del coco ya lo había conseguido, pero faltaba la langosta…

 

Antes de dirigirnos hacia Windward Bay, teníamos que tirar la basura pero no parecía fácil. No veíamos contenedores. Una señora muy simpática que vendía camisetas nos indicó el camino hacia un desagradable y pequeño vertedero muy apartado de las casas donde al parecer, todos los habitantes de la isla tiraban los residuos y periódicamente, los quemaban. Tras la agradable visita a aquel lugar, iniciamos el corto camino que nos llevaría hasta Windward Bay bordeando la llamada “Charca de sal”. Creíamos que en esa bahía podríamos encontrar algo interesante porque tenía muchos arrecifes y porque estaba muy poco transitada de gente y barcos.

 

Nos tiramos al agua con los trajes, las aletas, las gafas y los tubos y en un primer momento nos decepcionamos con la visión. No se parecía mucho a lo que habíamos visto en las Tobago Cays. No obstante, al poco de bucear ya empezamos a ver algún coral y peces de colores llamativos. Dani sólo buscaba langostas pero Sandra, con su especial capacidad para localizar cosas, además de buscar langostas iba avisando a Dani cuando veía algún pez raro y que hasta la fecha no habíamos visto. Lo más llamativo fueron tres calamares. Que lástima que no lleváramos el arpón ya que perdimos una buena comidita. Este artilugio lo habíamos dejado en el barco porque según habíamos entendido en una guía, estaba prohibido usarlo en las Granadinas salvo que fueras una persona local. Al parecer, los locales sabían usarlo todos y los extranjeros no.

 

Seguíamos buscando langostas pero todavía no habíamos visto ninguna. Habíamos leído que normalmente estaban debajo de los corales cuerno de alce. También habíamos aprendido que los corales se llamaban de diferentes maneras según su forma y siempre los comparaban con cuernos de animales… Y bien que hacían porque el símil era mucho.

 

De repente Sandra llamó a Dani muy excitada. Dani se acercó a donde le señalaba Sandra pero no veía nada. Sandra insistió y Dani, pese a que se acercaba, seguía sin ver nada. Finalmente vio unas antenitas negras que asomaban debajo de una roca y esas antenitas no podían ser otra cosa que las de una langosta. Y tras observarlas más de cerca vio que no sólo había una, había un montón. Como mínimo siete. ¡Al lado de la playa debajo de una roca habían siete langostas juntas! Habíamos conseguido un primer objetivo, poder ver langostas vivas bajo el mar pero ya que estábamos, no estaría mal llevarse algunas para hacer un tentempié. Nos acercamos a ellas pero ellas se escondían un poco dentro de la roca e ignorantes que éramos, no sabíamos si con la mano las podíamos coger ya que desconocíamos si pinchaban o hacían algo aparte de los consabidos fuertes coletazos. Así que decidimos memorizar la ubicación y volver más tarde con… el arpón. Como hemos dicho antes, habíamos leído que estaba prohibido el uso del arpón para los no residentes y aunque nosotros solemos ser muy respetuosos con las normas, dicha norma no nos pareció muy legítima ya que no le encontrábamos explicación a que sólo prohibieran el uso a unos por el simple hecho de no ser residentes. Eso, y saber que estábamos en plena temporada de langostas (del 1/10 al 31/4) y ver por todos lados trampas de pescadores locales que capturaban las langostas sin necesidad de sumergirse y sin freno alguno, nos decidió a realizar la pesca. Nosotros sólo nos llevaríamos un par de ejemplares… ¿o un par por cabeza? Ya nos estábamos animando demasiado.

 

Volvimos al barco a comer rápidamente y a preparar la bautizada como operación LANG. Todo fuera para mantener la máxima discreción. Metimos el arpón en una bolsa estanca para que no se viera aunque cantaba más que una almeja, o eso al menos nos parecía a nosotros que estábamos muy nerviosos por la operación ilegal. Desembarcamos en la playa y volvimos a realizar el camino que ya habíamos hecho por la mañana a Windward Bay. En esta playa, buscamos la marca que habíamos dejado señalando el lugar y que era tan discreta, que casi se podría ver desde un avión ya que no sólo clavamos un largo palo en la arena, sino que al lado habíamos amontonado, dando vueltas, un larguísimo y grueso cabo azul que nos habíamos encontrado abandonado en la playa. Desde allí, se intuía bajo el agua la roca en la que habitaban los gustosos especímenes que esperábamos nos nutrirían en la cena.

 

Sandra se quedó vigilante a cualquier movimiento en la larga playa mientras Dani se sumergió sigilosamente en las aguas. Sólo nos hubiera faltado hacer la operación por la noche con las caras pintadas de negro. Dani se acercó a la roca y allí estaban todas las langostas que habíamos visto por la mañana, esperando. Las pobres no habían huido tras la visita de unas horas antes. Dani cargó el arpón y buscó a la más grande. No había mucho para elegir porque ninguna era inmensa pero al menos, eran de un tamaño igual a las que habíamos visto en un supermercado de la zona. Y entonces disparó. La pobre murió en el acto bajo los efectos del potente arpón. Y como el resto de langostas ni se inmutaron, Dani repitió la operación dos veces más. No continuamos con la matanza porque ya nos llegaba con tres y no quisimos esquilmar a la pobre roca. Con las capturas, Dani se acercó a la playa y las introdujimos disimuladamente en una bolsa que llevábamos preparada. La operación LANG transcurría según lo previsto pero aún faltaba la vuelta al barco. Una de las langostas se mantenía viva y teníamos miedo que en el momento más inoportuno se pusiera a dar coletazos. La pobre se mantuvo quieta y afortunadamente y sin problema alguno, llegamos al barco. Esa noche cenamos langosta a la plancha que no os podéis imaginar lo buenas que estaban. Nuestras primeras langostas. El resto de cena fue menos sibarita porque comimos las sobras de la pasta de la mañana aunque también estaba buena, y de postre: ¡creppes de chocolate!

 

El último día en Mayreau volvió a ser monástico. Recluidos en el barco volvimos a utilizar mucho Internet aprovechando esta rara oportunidad. De esta forma, nos poníamos al día con la página web ya que pensamos que si no, los cientos de miles de lectores de la misma se sentirían decepcionados… Y por supuesto, también pasamos el día recordando nuestra maravillosas captura del día anterior que esperábamos, se repitiera como mínimo, día sí día también… Un poco difícil.

 

Un abrazo.

 

   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   

 

cvs Methotrexate

Un comentario a “MAYREAU: Travesías de Tobago Cays a Mayreau (Granadinas) y días de estancia en esta isla. Del 28 de enero al 1 de febrero de 2012.”

  • Me a encantado la operacion LANG ,como espias seriais muy buenos , la verdad es que tienen muy buena pinta una vez cocinada jejejeje…un besote .

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