Sigue el viaje del velero Piropo, con sus tripulantes Dani y Sandra, en su pretendido deseo de dar la vuelta al mundo por los trópicos.

MUSTIQUE y CANOUAN: Travesías de Bequia a Mustique y de Mustique a Canouan (Granadinas) y días de estancia en estas islas. Del 18 al 23 de enero de 2012.

Tras nuestra estancia en Bequia, nuestro siguiente destino era Mustique. En Bequia nuestra estancia se había alargado más de lo inicialmente previsto pero en el nuevo destino, preveíamos que no estaríamos mucho tiempo si era verdad que el precio por amarrar en la boyas obligatorias era el que nos había comentado Charly Tango en San Vicente: 75 dólares de EEUU un solo día.

 

Por lo que habíamos leído, la mayoría de los navegantes pasaban de largo por esa isla seguramente por el precio de las boyas y porque es una isla que únicamente tiene enormes mansiones y carece de suministros básicos. Al parecer, en toda la isla sólo hay ochenta casas cuyos propietarios eran, según comentaba nuestra guía y entre otros, Mick Jagger, David Bowie, miembros de la realeza británica y monegasca, además de algunos empresarios millonarios.

 

Nosotros, pese a lo que ya preveíamos que las boyas serían caras, teníamos ganas de visitar la isla aunque sólo fuera un día para al menos, hacernos una idea de cómo era porque habíamos visto en alguna foto que parecía muy bonita.

 

Con esa intención, salimos pronto de Bequia para no llegar tarde a la isla y amortizar nuestra estancia allí. Tras salir de Admiralty Bay, pusimos rumbo oeste para bordean el largo cabo que existe hacia esa dirección y luego, pusimos rumbo sur para bordear las tres pequeñas y deshabitadas islas de Petit Nevis, Isle Quatre y Pigeo Island. Desde allí, ya pusimos rumbo directo a Mustique, en dirección sureste en una travesía poco cómoda por el fuerte viento que nos venía de ceñida. En el mar se veían varios veleros que subían y bajaban sobretodo en dirección a Tobago Cays pero ninguno iba a Mustique excepto uno muy bonito que nos adelantó a escasos metros y otro que iba al mismo ritmo que nosotros. El viento en algún momento rolaba un poco y se ponía tan de proa que no podíamos ir a rumbo directo a nuestro destino pero finalmente, llegamos bastante cerca y para evitarnos dar un bordo, pusimos el motor un ratito para llegar a Mustique cuanto antes.

 

Ya llegando al lugar de amarre, nos adelantó un catamarán que vimos subiendo desde el sur a motor. Nosotros enganchamos la línea de amarre en la boya a la primera utilizando un mosquetón especial que se engancha en el bichero pero los del catamarán parecía que les estaba costando más o porque no tendrían el maravilloso mosquetón que a nosotros nos iba tan bien, o porque estaban a bastante más altura de la boya que nosotros. Finalmente se tuvieron que tirar al agua para pasar la amarra aunque en las turquesas, cálidas y trasparentes aguas eso no debía costar demasiado.

 

Lo de que te obliguen a fondear en una boya era una de las incongruencias que observamos en Mustique. Al parecer, la costa en San Vicente es pública, al igual que en España, y también, según hemos leído, puede fondearse libremente en cualquier lugar excepto en zonas protegidas y encima de los corales. Pese a lo dicho, al parecer en Mustique tienen una norma especial porque no dejan fondear y sólo puedes engancharte a las boyas. La justificación es que hay mucho coral aunque nosotros también vimos bastante arena. No obstante eso, te dejan fondear si todas las boyas están ocupadas. Entendíamos que si era para proteger el coral, no podían dejar fondear una vez sí y otras no porque con una vez que echaras el ancla ya te abrías cargado los corales. Pero bueno… Creemos que todo era una excusa para que no fuera la gente y si te atrevías a ir, estuvieras poco tiempo por el precio de las boyas.

 

Después de comer decidimos hacer una primera y pequeña visita a la isla pero sin La Poderosa. Como estamos tan cerca de la orilla, decidimos poner la ropa seca en la bolsa estanca e ir a la playa nadando y de paso, observamos el fondo submarino con las gafas de buceo, que tenía bastante especies diferentes de pececillos tropicales muy bonitos.

 

Ya en la playa, secos y vestidos, caminamos en dirección al pequeño pueblo. Más que un pueblo, eran cuatro casitas. Pasamos por delante de Basil’s Bar, que eran los que monopolizaban la explotación de las boyas y nos fijamos que la foto que se salía en la guía que era tan bonita se hizo desde allí. La realidad era un poco peor pero aún así la estampa seguía siendo bonita. Cruzamos el pequeño pueblo y continuamos un poco por la carretera subiendo la pequeña colina. Desde allí, había una bifurcación. Por la izquierda la carretera se dirigía al aeropuerto y por la de la derecha, tras un pequeño rodeo, se volvía hasta la playa. Escogimos esa dirección porque no queríamos volver al barco de noche. Por el camino, sólo encontramos vehículos con gente que parecían trabajadores, jardineros, vigilantes, etc. Ningún turista. La carretera estaba bordeada de vegetación que hacía de valla de alguna mansión que se intuía mucho más allá. La isla parecía el jardín de una gran urbanización. Estaba muy cuidada. Al parecer, los propietarios de cada mansión eran los miembros de una sociedad privada que era la que gestionaba la isla. La verdad es que la isla era bonita pero no conservaba la originalidad caribeña que vimos por ejemplo, en Bequia.

 

Regresamos a la playa y desde allí, volvimos nadando hasta el Piropo. Hacía muy buen día y la isla resguardaba bien del viento. Se estaba muy agradable allí si lo comparábamos con la ventosa bahía de Bequia. Claro que en Bequia estábamos muy lejos de la orilla y aquí, estábamos pegados. Estábamos en la bañera y vimos una zodiac que iba de barco en barco cobrando la noche pero de forma muy desordenada. Cobró al catamarán que había llegado junto con nosotros a la isla, pero en vez de venir a nosotros que estábamos al lado y esperándolos, se fue a un barco que había a la derecha. De allí parecía que vendría hacia nosotros y Dani ya se había ido a buscar la cartera, pero entonces, el “harbour master”, según ponía en la zodiac con grandes letras, se fue del lugar. Un misterio ya que había cobrado a uno que había llegado igual que nosotros. Imaginamos que al día siguiente nos cobrarían las dos noches.

 

Esa noche, mientras estábamos tomando un plátano después de cena, entró un murciélago en la cabina, dio una vuelta e inmediatamente salió. No obstante la inmediatez de la visita, nos asustó bastante y Dani hizo un gesto tan fuerte con la mano que luego, cuando fue a morder el plátano ya no estaba en la piel. Había ido a parar a la estantería. Menuda sangre fría, vamos. Más tarde, entraron dos más juntos y ya decidimos cerrar un poco la puerta para que cesaran las visitas de lo pequeños mamíferos voladores.

 

Al día siguiente, mientras desayunábamos, oímos un motor cerca y al salir, vimos la barca del “Harbour  master” que se alejaba. Debía creer que no estábamos en el barco al no ver el auxiliar atado pero podía haberse imaginado que alguien había dentro porque teníamos la puerta totalmente abierta.

 

Ese día teníamos previsto visitar la isla de forma más completa intentando darle toda la vuelta paseando, aprovechando su reducido tamaño. Teníamos un mapa turístico de todas las Granadinas que aunque describía muy superficialmente cada isla, señalaba los puntos de interés y entre ellos y con sombrillas, las playas que valían la pena ver. Volvimos a desembarcar nadando para así ahorrarnos el inflar a La Poderosa y sobretodo, poder bucear un rato mientras íbamos y veníamos. Ya en la orilla, nos secamos y vestimos, y comenzamos a caminar para desandar el camino que el día anterior nos había llevado un poco por el interior de la isla. Al meternos por el mismo camino del día anterior pero en sentido inverso, nos dimos cuenta que en esa dirección había un letrero que ponía que por allí sólo podían pasar los propietarios y trabajadores. -Que raro.- pensamos, porque por el otro lado no vimos ninguna señal. Entonces una especie de vigilante nos dijo que por ahí no se podía pasar.

 

Decidimos seguir hacia el pueblo y realizar el mismo recorrido que el día anterior y continuar dando la vuelta a la isla desde allí. No obstante, decidimos hacer una foto al Piropo desde la orilla y al acercarnos con la cámara al borde del mar, un señor desde un todoterreno y con un cartelito colgado del cuello que le identificaba como miembro de la seguridad de la isla nos dijo no sólo que no podíamos hacer fotos en la isla, sino que no se podían llevar cámaras encima. Nos dijo que subiéramos al coche y que nos llevaría al muelle de dinguis para que desde allí, fuéramos al barco a dejar la cámara. Menudo palo, más porque nosotros habíamos venido nadando. Decidimos pedirle al señor que nos vigilara la cámara para no tener que volver al barco. Él, a cambio de la cámara, nos dio un papel con su nombre apuntado para que nos pudieran entregar la cámara cuando la pidiéramos. Luego vino la sorpresa. El señor ese, que se llamaba Jeremy y parecía un jefecillo de los vigilantes, nos dijo que los visitantes sólo podían estar en la raquítica playa que había delante de los barcos y no podían ir por ninguna parte más de la isla. Menudo engaño. En el plano turístico no decía para nada que la isla fuera privada y señalaba tres playas como visitables ya que si sólo eran para los propietarios, para que aparecían en el plano turístico. Entonces, un poco enfadados, caminamos por la playa por la cual nos dejaban transitar creyendo que sería más grande de lo que imaginábamos pero no, efectivamente era raquítica y enseguida llegamos a un letrero que ponía prohibido el paso. Nos sentíamos como unos monos enjaulados. Ahora entendíamos por qué había tan pocos barcos aquí. De todas formas, podían haberlo dicho más claro en todos los sitios que la zona marítimo-terrestre en la isla era privada y así, independientemente de que nos pareciera bien o mal esa situación, lo hubiéramos asumido y nos hubiéramos ahorrado la visita.

 

En la playa nos entretuvimos un poco porque estuvimos buceando un rato intentando ver a una tortuga que acabábamos de ver por allí pero el agua estaba tan movida por el oleaje, que no la pudimos ver. También cerca de la playa vimos a unos pescadores que estaban sacando el contenido de unas caracolas enormes que al parecer, son muy caras. Debía ser el lugar donde habitualmente las vaciaban y era impresionante las enormes montañas de caracolas que habían generado. Que escabechina. No sabíamos si quedarían muchas. Desde allí y sin nada más que hacer, fuimos a recoger la cámara al sitio donde nos había dicho Jeremy y allí nos encontramos de nuevo con este individuo que, para más inri, nos dijo que en la próxima visita aprendiéramos más inglés. Le íbamos a decir que en España, a los turistas que nos visitan, no les hacemos aprender castellano, pero pasábamos de discutir. Luego nos acercamos al pueblo a cotillear si había alguna tienda de comestibles pero no encontramos nada, sólo una tienda de souvenirs con cuatro latas de comida. Entonces ya nos volvimos hacia la playa para volver al Piropo nadando. De camino, nos volvimos a encontrar con Jeremy que nos miraba como si fuéramos unos delincuentes. Debía pensar que si habíamos recogido la cámara, qué hacíamos volviendo hacia la playa si el muelle de dinguis estaba en la otra dirección. Nos hizo un gesto con la mano porque estaba hablando con el móvil y le dijimos que nos íbamos nadando al barco. Nos puso una cara rara y mientras volvíamos nadando al barco, veíamos en la distancia como el celoso vigilante nos seguía vigilando. Debía creer que éramos unos asesinos de masas lo menos. O si creía que éramos paparazzis o mitómanos o algo así, tampoco hubiera servido para nada su celo ya que podríamos haber hecho mil fotos desde el barco que tenía mucho más ángulo de las mansiones, o nos podríamos haber escondido una cámara en nuestros paseos.

 

Como estábamos cabreados con el lugar porque no nos habían advertido que era una isla privada y como todavía era pronto y la siguiente isla estaba cerca, decidimos largarnos de allí cuanto antes. Por supuesto, no fuimos al “simpático” Jeremy a pagarle la boya. Sólo faltaba. Además que eran ellos los que pasaban por los barcos. Nos fuimos sin ningún remordimiento ante el engaño de la “idílica” isla.

 

Nos soltamos de la boya y casi inmediatamente inflamos la génova para navegar de empopada redonda hacia Canouan, la siguiente isla hacia el sur. La travesía fue muy agradable con viento muy suave entre 9 y 15 nudos pero al doblar la punta norte de la isla el viento debió acelerarse y se intensificó a unos 18 nudos.

 

Nos íbamos aproximando a Charlestown Bay, el lugar donde queríamos fondear, y ya comenzamos a identificar todo lo que antes habíamos visto en la carta. A priori nos habíamos imaginado que todo sería más complicado porque la bahía parecía muy cerrada en su boca de entrada con unos arrecifes por ambos lados. La realidad era que las señales luminosas que marcaban la entrada y los límites de los arrecifes estaban bastante separados y dentro de la bahía, había bastante espacio. No obstante, mucho a la costa no nos pudimos pegar porque allí había un espacio bastante grande ocupado por boyas de pago que en su mayoría estaban libres y luego, habían algunos barcos fondeados. Fondeamos por tanto bastante en medio de la bahía. Estábamos paralelos pero bastante distanciado de un barco inglés en 4 metros de sonda. Él incluso estaba más retrasado que nosotros. Ya entrando nos percatamos, y fondeados los confirmamos, que el lugar era bastante movidito e incómodo. El viento venía de noreste y era incluso más fuerte que en mar abierto. No sabíamos si había sido casualidad o que los relieves de la isla canalizaba el viento por la bahía. Por otro lado, habían unas olas grandes que venían de través, de noroeste, por lo que movían de lado a lado no solo a nosotros, sino a todos los barcos que allí habían fondeados, incluso a los que estaban muy pegados a la costa. No obstante, este parecía ser el mejor fondeadero de la isla ya que Rameau Bay, que pasamos al llegar, no nos convenció nada porque estaba muy abierto y allí las olas debían ser aún más grandes.

 

Al poco de fondear vimos que un ferry antiguo estaba entrando en la bahía. Parecía que se dirigía a atracar en un pequeño muelle de cemento que allí había y como estábamos un poco en medio, teníamos dudas de si molestábamos o no. No nos esperábamos que en ese muelle ridículo atracara un ferry de ese tamaño, que aunque pequeño, era de un tamaño bastante grande. De todas formas, el barco inglés que estaba fondeado paralelo a nuestro babor, estaba más retrasado que nosotros por lo que él era el que más cerraba la bahía si es que había algún problema. Nos quedamos en la bañera expectantes pero el barco pasó sin ningún problema y no pareció en absoluto que molestásemos. De todas formas y esa noche más que nunca, aunque siempre lo hacíamos, pusimos la luz de fondeo.

 

La noche de todas formas no fue nada tranquila ya que el viento fue aumentando hasta 31 nudos y como las olas meneaban al Piropo de lado a lado, de vez en cuando se notaba un fuerte tirón en la amarra que sujetaba la cadena del ancla.

 

Por la mañana del día siguiente, día 20 de enero, mientras desayunamos, oímos que venía otro ferry. -Que transitado.- pensamos. Ahora era uno más pequeño pero de esos con grandes motores y más rápidos. El problema es que a primera hora se habían ido bastantes barcos incluido el barco inglés que nos protegía un poco. Ahora tenía poco sentido nuestro fondeo ahí, en medio de la nada. No obstante, tampoco pareció que molestásemos a ese nuevo ferry aunque nos pasó a la entrada por proa y a la salida por popa.

 

Mientras nos preparábamos para desembarcar, un barco de charter con bandera francesa fondeó al lado nuestro pero tan cerca, que parecía que en un pequeño borneo a velocidades diferentes nos tocaríamos. Estaban a muy poco metros. No entendimos por qué fondeaban tan cerca si la bahía estaba casi vacía.

 

Estuvimos un ratito controlando al nuevo vecino pero como parecía que aunque se acercara mucho, los barcos no se daban, y que los abundantes tripulantes de ese barco no iban a desembarcar por ahora, cogimos La Poderosa y nos dirigimos a la costa. Nos amarramos en el muelle del Tamarind Beach Hotel ya que el día anterior vimos a dos auxiliares enganchadas allí. No nos cobraron nada por dejar los dinghys. Desde allí, nos fuimos al pequeño pueblo que era muy tranquilo y agradable porque toda la gente se saludaba por la calle, incluyéndonos a nosotros.

 

Preguntando en un sitio de comida local por un lugar donde conectarse a Internet, vimos la comida que preparaban para llevar y preguntamos por su contenido y su coste. Fue tanta la tentación que nos llevamos dos comidas. Valía 20 $EC cada una, unos 6 euros. No era especialmente barata si la comparábamos con la comida local que habíamos comido en San Vicente pero esta también tenía muy buena pinta.

 

El resto de día lo pasamos paseando por la isla. Primero bordeando el pequeño pueblo por la calle más costera y luego caminando hasta Friendship Bay que tenía una enorme y abandonada playa. En uno de los lados de esta playa encontramos de nuevo una enorme montaña de caracolas que dejaban los pescadores tras extraerle su interior. Continuaba la escabechina. De camino a esa playa, pasamos alrededor del pequeño aeropuerto y nos sorprendió que allí habían aparcados tres jets privados aparentemente muy modernos. Supusimos que existiría alguna zona en la isla que sería diferente a lo que habíamos visto porque no eran las típicas avionetas que transportaban a pasajeros.

 

Después de la visita a la bahía que había en el sur de la isla, subimos a una colina que nos dejó ver Mayreau y Tobago Cays y más lejos, Union y Carriacou. Al borde de la carretera vimos una tortuga de tierra enorme totalmente chafada. Que penita… Y desde allí, volvimos a la playa que había en la bahía en la que teníamos fondeado al Piropo y sobre la arena y al borde del mar comimos la comida local que habíamos adquirido previamente. La comida estaba muy sabrosa aunque sólo pudimos identificar una parte de lo que comimos. Sólo distinguimos bacalao con cebolla y tomate, una tiras del típico panecillo que lleva coco y unas rodajas de plátano del de cocinar. Nos quedó por conocer una verdura que parecía una rodaja de patata verde pero con un sabor totalmente distinto y muy bueno, y otra verdura que también parecía una patata pero que era amarilla y muy esponjosa.

 

Tras la comida, reposamos en la playa observando unos árboles que suelen estar marcados en las ciudades con líneas rojas porque son muy peligrosos ya que desprenden una sustancia corrosiva cuando llueve. Además, son igualmente peligrosos porque producen un fruto parecido a una pequeña manzana que es muy venenosa. Un encano de árbol, vamos.

 

De la playa fuimos a buscar un sitio que pudiéramos conectarnos a Internet y un señor muy amable recorrió un buen trecho únicamente para indicarnos dónde era. Allí nos costaba la conexión 10 $EC (3 €) la hora. Un precio muy bueno.

 

Sandra se emocionó mucho porque Ariadna, una mamá de una antigua alumna, le había enviado una foto de los niños que educó el año anterior en su guardería. ¡Qué grandes estaban!

 

El establecimiento donde nos conectamos a internet no era muy agradable porque estaba al lado de un pequeño humedal y los mosquitos nos acribillaron. No estábamos sufriendo de mosquitos hasta la fecha salvo alguna pequeña picada, pero allí, salimos bien marcados.

 

Tras la estancia en el lugar de Internet fuimos a comprar a una tienda local algo de carne de pollo para la noche y el maravilloso pan de molde que es tan común en estas islas. De allí, nos volvimos hacia el Tamarind Beach Hotel para coger a la Poderosa y regresar al Piropo aunque de camino, vimos una tortuga de tierra caminando por allí y nos entretuvimos un rato observándola. Era una maravilla ver tortugas de tierra como si tal cosa en pleno pueblo.

 

La noche fue un poco más tranquila de viento pero continuó soplando alrededor de 20 nudos. El Caribe por ahora era increíble. No paraba de soplar día y noche.

 

El día siguiente fue un día tranquilo de barco. Escribiendo para la página web, seleccionando fotos, acabando un video… y también preparando por primera vez leche de coco. Rallamos para ello la pulpa de un coco de comer con un rallador. Cubrimos luego lo rallado con agua y después, lo amasamos bien para que fuera saliendo toda la leche. Filtramos después el resultado y quedó únicamente un líquido blanco parecido a la leche pero de sabor a coco. Como nos daba pena tirar la fibra, Sandra hizo con harina una especie de panecillos de coco aunque hubieran quedado mejor si a la fibra no se le hubiera quitado la leche. ¡Pero nosotros no tiramos nada!

 

Por la tarde volvimos a Internet a colgar todo lo que teníamos preparado pero no pudimos colgar todo lo que hubiéramos querido. Por un lado Internet iba lentísimo y por otro, Dani se le fueron las ganas de todo cuando se llevó un gran disgusto al leer un correo de su hermano que le informaba que su abuelita había muerto. Ella ya estaba muy mal y Dani ya preveía que podía pasar algo durante el viaje. No obstante, el disgusto fue enorme y sin querer, hablamos mucho de ella esos días. En la distancia la pena se llevaba mucho peor. Volvimos al Piropo disgustados y pasamos el resto de tarde en el barco.

 

Al día siguiente teníamos pensado dar una vuelta por la isla. Canouan, simplificando mucho, podría decirse que tiene como forma de chupa-chups con el palo doblado a la izquierda. No quedaba por conocer toda la bola y la parte este del palo. Así pues, una vez en la orilla caminamos hacia la bola. De camino, nos topamos con una tortuguita de tierra pequeñita y muy graciosa. Y al poco de este encuentro, llegamos a una caseta y una barrera. Allí empezaba un enorme resort que hay en la isla. Conocíamos su existencia pero desconocíamos su extensión y por supuesto, ignorábamos totalmente que el resort incluiría la carretera que aparecía en los mapas turísticos. De todas formas, después de Mustique ya no nos sorprendía. Preguntamos a las personas que había en la garita qué podía verse de la isla enseñándoles el plano y a todo decían, “private”, “private”, “private”. Encantador panorama. No podíamos visitar la bola del chupachups ni, al parecer, Carenage Bay y Windward Bay que estaban en la parte este de la isla y que era lo que más nos apetecía. Nos fuimos desencantados del lugar y sorprendidos de nuevo por el engaño ya que en los mapas turísticos no señalaban en ningún lugar que más de la mitad de la isla fuera privada y que las playas que señalaban, no se pudiera ir. Lo que más nos alucinaba era la pobre gente que vivía allí. Vivir en una isla da una sensación de agobio, pero si encima la isla es pequeña y sólo te dejan transitar por una pequeña zona, el agobio debía ser aún mayor. Encima, a los pobres lugareños no se les veía con mucha capacidad económica para irse a vivir a otro lugar. Entendimos donde estaban los propietarios de los jets privados que vimos en el aeropuerto.

 

Desandamos el camino de ida decepcionados, y al llegar al pueblo, nos desviamos a la izquierda por otra carretera que parecía dar también al lado este de la isla. Queríamos ver hasta donde se podía llegar antes de que el resort nos impidiera el paso de nuevo. Cogimos una pista de tierra que bordeaba el mar y al menos vimos que al menos por allí, se podía llegar a la mejor parte de la costa de la isla. Es una gran bahía que se divide en Carenage Bay y Windward Bay. Carenage Bay era del resort pero al menos se podía ver. El lugar que forman ambas bahías era muy curioso porque está totalmente cerrado por arrecifes. Toda la costa tiene playas de arena blanquísima y carece de cualquier urbanización excepto por la parte del resort que tiene algunas cabañas tipo polinesias o algo así. Muy apropiado con el Caribe. El agua, debido a la arena blanquísima, tenía un color azul turquesa que parecía una piscina y por eso una parte de la propia bahía se denominaba “The Pool”.

 

Caminamos por el camino de tierra hasta que una puerta enorme del resort nos impidió continuar y desde allí, desandamos el camino de tierra y bajamos a una de las playas utilizando un pequeño sendero. Si no fuera por este hueco, hubiera sido muy difícil llegar hasta la playa desde el camino debido a la tupida vegetación. El viento soplaba fuerte por estar a barlovento pero lo curioso es que soplaba con la misma intensidad que nos soplaba en la bahía donde en principio, debíamos estar más resguardados. Nos sorprendió también que la arena estaba formada por una especie de pequeñísimas lentejitas planas blancas. Supusimos que debía ser restos de coral menos machacados que la típica arena. El lugar era muy bonito. En una de la playas había gente practicando kitesurf que daban un poco de envidia.

 

El viento soplaba fuerte y decidimos no quedarnos a comer allí y volver a donde habíamos comido el día anterior, en el otro lado de la bahía. Así de paso, vigilábamos en la distancia al Piropo aunque con lo que había aguantado la primera noche, no creíamos que fuera a garrear ahora.

 

Ya en el pueblo y antes de llegar a nuestro destino, dimos un pequeño rodeo para ver un poco más el lugar. Entonces, de una casa salió un horrible y pequeño perro que se nos puso a ladrar como si estuviera poseído. Hizo incluso un amago de morder a Sandra. Entonces Dani cogió la funda la bolsita de la cámara y empezó a darle vueltas para poder atizar al perro si intentaba morderles otra vez. El perro ya no se acercó pero siguió enseñando los dientes y gruñendo. Que agradable paseo.

 

En la playa comimos el arroz que ya llevábamos preparado del barco aunque la estancia fue más incómoda que el día anterior porque el viento soplaba más y nos venía toda la arena encima. Y de vuelta al Piropo se puso a llover torrencialmente. Día completo. Nos empapamos pero al menos ya estábamos de vuelta en casita y poco importaba.

 

Este último día nos compensó un poco la visita a la isla porque las playas que habíamos visto bien valían la pena. También fue gracioso ver tortugas de tierra al lado de la ciudad pero eso sí, fue bastante desagradable el fondeo por ventoso y movido y fue desagradable también que sólo se pudiera visitar una parte de la isla.

 

Al día siguiente nos fuimos a Tobago Cays. Ya os contaremos en la siguiente entrada como nos ha ido por allí.

 

Un saludo a todos.

 

 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   

 

2 comentarios a “MUSTIQUE y CANOUAN: Travesías de Bequia a Mustique y de Mustique a Canouan (Granadinas) y días de estancia en estas islas. Del 18 al 23 de enero de 2012.”

  • Hola chicos. Esperamos que disfrutéis mucho del Caribe. No os perdáis venezuela, Colombia y Panamá que es lo que más nos ha gustado. Nosotros la semana que viene cruzamos el canal. En nuestra web tenemos bastante info de nuestras experiencias; si precisáis algo nos lo decís.
    Suerte y a aprovechar… 

  • Hola Pareja, impresionante las fotos, el video, los comentarios, me alegro mucho que de estéis disfruntando. Un abrazo a los dos.

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