Sigue el viaje del velero Piropo, con sus tripulantes Dani y Sandra, en su pretendido deseo de dar la vuelta al mundo por los trópicos.

Travesía desde Santa Cruz de Tenerife a la isla de La Gomera fondeando por el camino, en la Playa de la Tejita (Sur de Tenerife) y días de estancia en La Gomera. Del 7 de noviembre al 16 de noviembre de 2011.

 

Por fin hemos cambiado de puerto después de tener el barco más de un mes en Santa Cruz de Tenerife. Os escribimos ahora desde La Gomera, pero no nos quedaremos aquí mucho tiempo porque nos vamos ya hacia Cabo Verde.

 

Desde nuestra última entrada que escribimos en Tenerife, aún nos quedamos un par de días más en Tenerife, haciendo varias cosas. Por un lado, esperamos a que nos trajeran la génova arreglada. El velero que nos arregló las velas nos dejó tranquilos en cuanto al estado de nuestras velas porque nos confirmó que están en muy buen estado y nos comentó que seguramente no tendremos problemas a corto-medio plazo. También estuvimos buscando para comprarla, la misma cámara de video sumergible que nos hurtaron en La Palma. Aunque pensamos no volverla a comprar, al final hicimos el esfuercillo porque pensamos que sería una pena no poder hacer ciertas fotos y videos en ambientes “húmedos”. Por último, usamos el par de días en Tenerife para arreglar una pequeña pérdida de agua que tenía uno de los depósitos de agua dulce. La pérdida era muy pequeña pero con el tiempo, perdíamos mucha agua. Costó conseguir que no perdiera nada y al final, hubo incluso que cambiar una de las bocas, pero por fin, lo conseguimos y ahora, está siempre totalmente seco.

 

El día 10 de noviembre por la mañana, tras recoger el cable eléctrico que nos conectaba a la red eléctrica y la manguera, devolvimos en capitanía la tarjeta magnética de acceso a los lavabos y soltamos amarras. Habíamos buscado un día tan tranquilo para navegar de nuevo después de tanto tiempo en tierra, que no había ni una gota de aire. Demasiado buen día.

 

Al poco de salir del puerto, Dani tiró el curricán para ver si pescamos algo y a la hora y media, vimos que algo había picado. La “metralleta” es efectivísima. Fuimos recogiendo la línea poco a poco y vimos con sorpresa que no habíamos cogido un solo pescado, sino tres. Los tres eran bonitos de un palmo y pico y eran demasiados pescados para que los pudiéramos comer entre los dos antes de que se estropearan, así que decidimos tirar inmediatamente por la borda a los dos que estaban más vivos. El tercero pobre, tenía la boca bastante mal y ya no se movía mucho así que sería el que nos zamparíamos. Intentamos que se mantuviera con vida el mayor tiempo posible metiéndolo en un enorme cubo de plástico que tenemos pero no aguantó mucho y murió a los pocos minutos. Lo destripamos y encendimos la nevera para que se mantuviera los más fresco posible hasta la noche, ya que para comer, ya llevábamos unos bocadillos preparados.

 

Pasamos el día leyendo, con mucho calor por el buen día de sol que hacía y el poco viento existente y al final del día, poco antes del atardecer, pasamos la bahía de El Medano, doblamos la Montaña Roja y fondeamos tranquilamente delante de la playa de La Tejita, ni cerca de la playa, ni cerca de los otros tres barcos que habían fondeados, dos alemanes y uno sin bandera pero en el que ondeaba un pabellón argentino cerca de las crucetas por la banda de babor, donde la gente suele poner la bandera de la nacionalidad de los tripulantes.

 

Ya fondeados, hicimos fotos, hablamos con la familia y sobre las ocho de la tarde, metimos el pescado en el horno y nos lo comimos una vez preparado, con una ensalada. Después, como era pronto, vimos una película en el ordenador.

 

Por la noche, el viento aumentó pero no estábamos demasiado preocupados porque teníamos la alarma de garreo de “fresita” conectada, la alarma del profundímetro también conectada, y en todo caso, teníamos el mar a sotavento. De todas formas, era curioso que después de todo el día sin una pizca de viento, fuera por la noche cuando se pusiera a soplar fuerte.

 

Tras despertarnos al día siguiente, desayunamos e inmediatamente después sonó la alarma de garreo del ancla. Salimos al exterior y comprobamos que efectivamente, el ancla estaba garreando y no era una falsa alarma. Como igualmente nos íbamos a ir, recogimos el ancla y seguimos rumbo a La Gomera.

 

Ya navegando de empopada con el buen viento que se mantenía tras soplar toda la noche, pensamos que es lo que había fallado para que el ancla garrease con el objetivo de evitar que sucediera otra vez. El único motivo que encontramos, y creemos que evidente, fue que Dani había echado poca cadena la noche anterior. Dani, para evitar que el borneo sea enorme y estar tranquilos por la noche sin falsas alarmas de garreo, tiene la tendencia a no tirar demasiado cadena y después, efectivamente, no borneamos mucho, pero sí garreamos, que es muchísimo peor. A la próxima tiraremos mucha más cadena y más con el ancla tipo delta que llevamos, que necesita más cadena que las otras.

 

La travesía, al poco de salir, se puso ideal, de empopada total y bastante suave con un aparente de unos diez nudos más o menos. La lástima es que el día estaba un poco tapado, pero al final, no llovió excepto unas ligerísimas gotas. Así estuvo hasta que tras un rato después de doblar Punta Rasca, el cabo más meridional de Tenerife, la propia isla con su altísimo Teide nos tapó el viento y nuestra velocidad se redujo a unos pocos dos nudos y pico. Nos tocó por tanto poner el motor hasta La Gomera. Ya casi llegando a nuestro destino, vimos otra vez muchos calderones y algún delfín. Es impresionante la vida marina que hay en Las Canarias.

 

Durante la travesía, visto el éxito del día anterior con la pesca, volvimos a tirar la línea a ver si pescábamos de nuevo. Al cabo de un buen rato, vimos que la línea no estaba tirante y al recogerla, vimos que se había roto por el quitavueltas y en consecuencia, lo habíamos perdido todo, la tabla japonesa, los anzuelos, los señuelos y la cucharilla. Nuestra “metralleta” efectivísima se había ido entera al mar. Nos dio bastante pena porque la tabla japonesa que hace que se hunda y te avisa cuando un pez pica, es bastante desconocida y difícil de conseguir. Pero bueno, tendremos que aprender a pescar de otra forma. A partir de ahora, o nos volvemos unos expertos en pesca o comeremos latas y latas. Ya veremos.

 

A San Sebastián de La Gomera llegamos sobre las 17:00 horas y justo al entrar por la bocana, salía el Ferry, así que nos tuvimos que apartar bastante para no entorpecerle absolutamente nada la maniobra. Luego, nos introdujimos hacia el interior del puerto y entramos en la Marina de la Gomera que es como se llama ahora el puerto deportivo.

 

Nos hicieron amarrar en el pantalán de la gasolinera y después en otro sitio antes de darnos el amarre definitivo. La verdad es que preferimos los puertos en que tras avisar por radio, ya nos indican directamente el amarre correspondiente. Pero aparte de eso, la gente de La Marina es muy amable y acogedora y en el puerto, el ambiente es increíble ya que está abarrotadísimo de barcos transmundistas que se les ve que están todos esperando el momento para partir.

 

Por la tarde, llamamos a Igor, un amigo de Dani con el que ha hecho varios viajes, a la India, a Marruecos, al País Vasco y a Pirineos varias veces. Esa misma noche quedamos y fuimos a tomar algo a una terracita del paseo con él y con una pareja de amigos suyos. Sobre las 23 horas nos despedimos y volvimos al barco a descansar un poco.

 

Al día siguiente volvimos a quedar con Igor, que fue muy buen anfitrión y se ofreció a darnos una vuelta por la isla. A las 9:00 de la mañana iniciamos nuestro recorrido dirección al Parque Nacional de Garajonay parando por el camino en varios miradores: Degollada de Peraza y Roque de Agando (1.250 metros).

 

Ya en el Parque, fuimos al centro de visitantes y luego paseamos por una ruta circular cortita pero con un entorno precioso. Después, tras cruzar el parque de este a oeste, llegamos al Mirador de la Ermita del Santo, con unas vistas muy bonitas de Tagaluche, y siguiendo, paramos en el Mirador de Cesar Manrique con unas vistas muy interesantes del Valle del Gran Rey, repleto de palmeras. Igor mientras tanto, nos iba explicando muchísimas cosas interesantes de lo que veíamos, en especial de las plantas aprovechando que es ingeniero de montes. La verdad es que para ser vasco y llevar sólo tres años por aquí, se lo conoce todo perfectamente. Lo curioso es que se ha adaptado tanto al lugar, que tiene un acento canario marcadísimo, muy gracioso para Dani que lo conocía antes de que adquiera el acento. En dicho mirador, Igor nos explicó exactamente como se hacía el guarapeo, acción de extraer el guarapo de la palmera y con el cual, después, hacen la típica miel de palma. En ese mirador coincidimos con el subdirector del Parque Nacional de Garajonay que Igor conocía y con miembros de un parque nacional de Costa Rica con el que el de La Gomera está hermanado. Los Costarricenses, quisieron hacerse fotos con Sandra, que se encontraba en ese momento hablando por el móvil con su madre y uno de ellos incluso comentó que se la llevarían a Costa Rica. Después, estuvimos un rato charlando con ellos.

 

Después de visitar el mirador, bajamos al Valle Gran Rey y nos acercamos a su playa. Ahora sólo tenía piedras pero Igor nos comentó que en la época estival, las corrientes cambian y la playa tiene muchísima arena. Es curioso. En esa playa nos entretuvimos un buen rato viendo a unos señores que jugaban a Bola Canaria, un juego típico de Canarias. Es una especie de petanca pero mucho más entretenido porque es más complejo y la estrategia juega un papel importante. Era verdaderamente impresionante ver la precisión que tenían con las bolas, en especial, cuando había que dar a la del contrario para echarla fuera. Luego, tomamos unos zumos en una terracita antes de comer porque era un poco pronto y después fuimos a comer a un sitio que conocía Igor y en el que comimos muy, muy bien: una ensalada que tenía ricos aguacates de Canarias que sabían infinitamente mejor que los que comemos en Barcelona, papas arrugas con mojo y un pescado gigantesco llamado medregal.

 

Tras la comilona, dimos un paseo por el puerto mirando los pececillos de colores. Aprovechando que Igor es submarinista y que se los conoce bien, le íbamos preguntando sus nombres con la intención de que, con un poco de suerte, se nos quedara alguno en la cabeza. Finalizó el paseo en el Charco del Conde, una pequeña playa de arena negra tipo cala y de allí, volvimos al coche tras ver un pequeño huerto con papayas.

 

De vuelta, pasamos por el Mirador de Igualero con una ermita y una escultura en homenaje al Silvo Gomero que al parecer, es una asignatura obligatoria en las escuelas y que permite a la gente comunicarse, hablando castellano, a través de silbidos.

 

Más tarde, fuimos al Alto de Garajonay (1.487 metros) que es la montaña más alta de la isla y menuda hazaña, hollamos su cumbre. Aunque mucho mérito no tuvo porque se podía llegar hasta casi el punto geodésico en coche.

 

Ya de regreso a San Sebastián, tras pasar por el barco y coger el ordenador y el disco duro portátil, nos fuimos a casa de Igor para copiarnos su ingente colección de películas. Tiene unas trescientas y con ellas, creemos que tendremos suficientes para el resto del viaje. Nos pasamos un rato muy agradable charlando y consultando un libro muy preciso que tiene que describe todos los peces de Canarias. Con él aclaramos ya sin ninguna duda, que peces hasta la fecha, habíamos podido pescar. Así, el primero que pescamos fue una caballa, el segundo un peje rey y los tres del último día eran bonitos. Nos alegró bastante el saber por fin qué tipos de peces eran.

 

La visita a casa de Igor pareció un día de reyes magos porque además de las películas, nos dio un montón de patatas y bastantes mangas, que son como mangos pero menos fibrosos.

 

Ya de noche, decidimos volver al barco. En principio íbamos a cenar algo en casa de Igor pero los efectos de la abundante comida aún duraban y no teníamos nada de hambre. No obstante, Sandra decidió comerse una de las mangas que nos había regalado Igor. No las había probado nunca y le encantaron. Dani había probado un mango una vez y no le gustó nada y desde entonces tenía un mal recuerdo pero Sandra le dio a probar del suyo e inmediatamente cambió de opinión. Estaba buenísimo. Quizá el que comió en su día estaba un poco verde.

 

El domingo nos levantamos muy trabajadores y nos dedicamos a tareas domésticas, lavar la ropa, las cortinas de la cocina (suena a mansión ¿no?, y en verdad son unas cortinitas encima de los fogones), limpiar los cajones y el horno y hemos levantado todo el suelo para secar bien todos los bajos de la pérdida de agua y gasoil que hubo cuando Dani arregló el motor.

 

Tras comer hemos visitado la Playa de la Cueva, al lado del puerto que no está mal pero como era un poco tarde y tiene unos paredones hacia el oeste, enseguida el sol se ocultó y no calentaba mucho. Además, había mar de fondo y el agua estaba un poco movida y turbia. Luego, hemos paseado hacia el final del dique donde un pequeño paseo transcurre por encima de unas rocas y finaliza con unas escaleras que suben por la misma roca hasta un pequeñísimo mirador. Más tarde, volvimos al barco y un poco antes de ducharnos, nos llamó Igor para devolvernos la memoria. Estuvimos un rato hablando con él pero como había quedado con un amigo, nos despedimos y nos fuimos a duchar, cenar, ver peli y dormir.

 

El lunes dimos una vuelta por San Sebastián. Pasamos por la Plaza de la Constitución y visitamos la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y la Torre del Conde, del siglo XV, donde había una curiosa exposición de planos antiguos de La Gomera. Es impresionante como los marinos de entonces podían apañarse con eso. En dicha torre, había un cristal roto que creaba un llamativo arcoíris y nos estuvimos haciendo fotos tontas con él. Luego, fuimos al mercado donde un chico muy amable nos explicó varias frutas. En ese mismo puesto pudimos comprar un almogrote artesanal que su madre preparaba y vendía en pequeños “tappers”. El almogrote es una pasta quesera, una especie de paté a la gomera que se unta sobre el pan y que está buenísima. Es una mixtura quesera salpicada de ajos, caldo, pimiento picón, tomate y aceite, todo bien batido.

 

Por la tarde compramos por 2 euros 24 horas de internet en el wifi de la gasolinera que hay al lado del puerto y que cubre toda la marina, y aprovechamos el disponer de internet para estudiar bien el tiempo para nuestra inminente travesía y para contestar emails. También consultamos un blog de unos navegantes de Girona que leímos en su día y que ahora ya estaban en Panamá. Nos sorprendimos mucho porque contaban que hacía pocos días, durmiendo fondeados, el barco les garreó y acabaron contra la playa. Al final, como su barco es muy duro, no se les hizo ninguna vía de agua y no se les hundió, pero el timón estaba totalmente doblado y el resto del barco, bastante tocado. Esperamos que puedan volver a navegar pronto y continuar su viaje. Estas cosas te dan que pensar. Uno nunca puede confiarse, aunque es inevitable relajarse en algún momento. Esperemos que ese día, no tengamos mala suerte. Por la noche, Dani ha estado ordenando todo el material de pesca que le regaló Albert (de él hablamos en nuestra primera entrada). Hay un montón de material pero algunos quitavueltas y anzuelos están un poco oxidados por lo que comprando unos pocos repuestos de eso, creemos que tendremos suficiente material para pescar.

 

Al día siguiente, fuimos a una tienda de pesca para intentar reponer algún recambio para el material que ya tenemos. Un hombre muy simpático nos estuvo explicando un buen rato un montón de cosas. Se hizo tarde pero aún así, después pasamos por el supermercado para comprar cosas frescas para nuestra travesía a Cabo Verde. Tras llevar todo al barco y colocarlo, era tan tarde que decidimos, como al día siguiente seguramente ya nos iríamos, irnos a un restaurante típico canario, el chino del pueblo, donde comimos un montón.

 

Por la tarde nos dedicamos a redactar la entrada de la Gomera y ya a final de la tarde, quedamos de nuevo con Igor para despedirnos. Fuimos a un bar decorado con motivos náuticos y el dueño nos comentó que en breve, irían llegando los remeros que cada dos años, en una regata, cruzan el atlántico en unos sofisticados botes de remos. Cuando escuchas eso te imaginas el Atlántico como las Ramblas de Barcelona, lleno de gente de todo tipo a cual más raro, pero no podemos engañarnos ni confiarnos. La travesía son muchos días y allí estaremos solos y solos, tendremos que solucionar los problemas que surjan.

 

Más tarde hemos ido al barco con Igor para enseñarle un libro de peces marinos peligrosos que tenemos y para intentar, de broma, que coja miedo al mar y ya no haga submarinismo. No lo hemos conseguido y tras una charla agradable, sobre las doce de la noche, nos hemos despedido. ¡Hasta la próxima Igor y gracias por todo!

 

Hoy día 16 de noviembre tenemos previsto irnos para Cabo Verde. La travesía durará aproximadamente una semana porque son unas 800 millas si calculamos que vamos a una media de 5 nudos la hora. Hemos visto la meteo y todo parece que esté correcto así que, allá vamos.

 

Ya iremos contando cuando lleguemos.

 

Un abrazo y hasta pronto.

 

 

 
   
 

 

3 comentarios a “Travesía desde Santa Cruz de Tenerife a la isla de La Gomera fondeando por el camino, en la Playa de la Tejita (Sur de Tenerife) y días de estancia en La Gomera. Del 7 de noviembre al 16 de noviembre de 2011.”

  • Qué buen amigo es Igor ¿verdad?

  • bien que tengais un buen viaje a cabo vferde.
    te comento el segundo era un pez piloto y estos terceros eran melvas
     
    saludos

  • "En la soledad del atardecer, nos sumergíamos entre abrazos en aquellas aguas blancas, cálidas, coloreadas por los tintes rojizos del sol que tornaban oscuras las nubes y desvanecían la luz en un manto estrellado de oscuridad, aquella noche que sucedía a un breve y mágico momento, aquellos minutos en que la montaña se difuminaba en el fondo ocre del cielo. Abrazados, absortos contemplando el horizonte, el ocaso del sol, nos dejamos acariciar por aquellos últimos rayos del atarceder, por el tímido vaivén del agua perfumada que nos envolvía." ( tu padre de "AB IMO PECTORE" ).

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