Sigue el viaje del velero Piropo, con sus tripulantes Dani y Sandra, en su pretendido deseo de dar la vuelta al mundo por los trópicos.

ATOLÓN TOAU (BAHÍA AMYOT) (ARCHIPIÉLAGO DE TUAMOTÚ). Del 13 al 16 de octubre de 2014

   

   Nos disponíamos a hacer nuestra última salida por un pase de un atolón en las Tuamotú. El pase era el Garuae, al norte de Fakarava, pero esta vez no íbamos preocupados por la hora exacta de las mareas. El día anterior, un navegante suizo que vivía en Fakarava nos tranquilizó al respecto comentándonos que con el poco viento que estaba haciendo, el Garuae podía pasarse a cualquier hora, aunque eso sí, tratando de estar bien pegados al extremo este del pase. Y así lo hicimos. Aunque la hora idónea para pasar por el pase estaba prevista a las 6 de la mañana, nosotros navegamos sobre las 8. Con las velas izadas atravesamos el pase sin ningún imprevisto. Una ligera corriente saliente nos empujó y a unos 8 nudos de velocidad, en poco tiempo ya estábamos navegando en mar abierto. El Garuae era, con mucha diferencia, el pase más amplio de los que habíamos visto en Tuamotú y tenía un poco más de tres cuartos de milla de extremo a extremo. Era tan amplio y ese día estaba tan tranquilo, que la corriente saliente apenas hacía rompiente cuando chocaba con el mar que había en el exterior. Así pues, el último pase que hicimos en las Tuamotú se despidió bien de nosotros.

 

   Nos dirigimos entonces hacia Toau, otro atolón de las Tuamotú, pero no tendríamos que atravesar ningún pase ya que no iríamos exactamente al interior del atolón, sino a Anse Amyot (Bahía Amyot), una pequeña bahía situada al noroeste de ese atolón a la que podía entrarse en cualquier situación de marea, algo excepcional en el archipiélago. Al interior de Toau podía entrarse por el pase Otugui, pero no nos lo planteamos aunque sí que leímos que las corrientes en este pase podían ser muy fuertes.

 

   La travesía de Fakarava a Anse Amyot en Toau tenía unas 40 millas y como no teníamos problemas de mareas ni a la salida ni a la entrada, pudimos hacerla enteramente de día por primera vez en este archipiélago. Al poco de salir de Fakarava, enseguida llegamos a Toau, pero tuvimos que bordear por entero el atolón hasta el noreste donde estaba nuestro destino. La travesía fue muy agradable y tranquila, con un cielo totalmente despejado, casi sin ola y con un suavecísimo viento de través de unos 10 nudos.

 

   Antes de las 4 de la tarde estábamos entrando en nuestro destino. La entrada era suficientemente ancha y aunque tenía arrecifes y pequeñas rompientes en los extremos, era muy clara en su extensión, y además, estaba balizada con una marca roja y verde en cada extremo. La bahía, con una profundidad de unos veinte metros, tenía boyas para amarrarse en los extremos. Podía fondearse si se quería en el centro aunque nosotros preferimos cogernos a una boya, ya que su precio no era elevado: 500 XPF (4,19€) la noche. Además, aunque estuvimos cuatro noches, sólo pagamos tres porque muy amables, los dueños de las boyas nos regalaron una noche. El waypoint aproximado de nuestra boya era, en grados y minutos, el siguiente: 15 48,22 S   146 09,11 W.

 

   Las boyas las gestionaba Gastón y Valentine, unos polinesios que junto con sus padres y hermanos que vivían en otras casas, habitaban allí muy humildemente. La familia era propietaria de la bahía y se dedicaban a varias cosas: tenían unas pequeñas jaulas de peces y vendían pescado, las boyas que alquilaban a los navegantes, un pequeño restaurante y también unas pequeñas cabañas que alquilaban a modo de pensión a los escasísimos turistas que debían llegar hasta allí.

 

   El día 13 de octubre amaneció tranquilísimo. Con un mar como un plato y de un azul radiante, después de desayunar enseguida nos fuimos a bucear por la zona. En un primer momento, como el mar parecía tan tranquilo, nos acercamos con el auxiliar a la entrada de la bahía por la parte exterior del atolón, pero vimos que por allí no había mucha cosa excepto si te alejabas un poco. Rechazamos esta idea ya que no era muy recomendable con nuestro pequeño auxiliar y decidimos entrar de nuevo en la bahía y bucear por una extensa zona de coral que habíamos visto muy cerca del barco. Nos tiramos al agua y nos quedamos maravillados. Habían muchísimos corales multicolores y en ellos, una vida impresionante. Había muchísimos meros, de varios tamaños y algunos realmente grandes, como nunca los habíamos visto. Había también grandes bancos de peces loro de tonos verdes, azulados y rosados. Magníficos. No tenían miedo, se acercaban y nos pasaban muy cerca mirándonos. También vimos napoleones. Unos cuatro o cinco aunque no muy grandes. El lugar también lo poblaban cirujanos, ídolos moriscos, mariposas, peces corneta a montones, peces soldado, peces ángel, doncellas, una estrella de mar lila, un pez escorpión, varias gambas, una aguja de mar y muchos más. No vimos en cambio tiburones, pero aún así, fue un buceo de los más bonitos que habíamos tenido en Tuamotú por la variedad de peces existentes.

 

   Mientras buceábamos, Dani, que llevaba el auxiliar arrastrando, se le soltó de donde lo llevaba sujeto sin que se diera cuenta. Al poco rato, se percató de que iba más ligero de lo normal y vio que ya no llevaba el auxiliar. Asomó la cabeza y lo vio, efectivamente, pero bastante lejos, en el otro lado de la bahía dirigiéndose tranquilamente hacia mar abierto empujado por la ligera corriente y la brisa. Se puso a nadar hacia él pero de camino, se le desató el nudo del bañador al que llevaba, no muy bien sujeto, el “hombre al agua” -cable rojo que permite encender el motor del auxiliar y que permite a su vez que se apague si te caes al agua-. Sin duda, no era su día. Afortunadamente, pudo recuperar el hombre al agua y después, alcanzar también el auxiliar.

 

   Al día siguiente volvimos a bucear al mismo sitio. No era la misma hora y vimos menos variedad de peces. Lo más curioso es que esta vez había muchísimas morenas, siempre tan feas, asomadas en sus cuevas mostrando sus afilados dientes.

 

   Por la tarde, desembarcamos en tierra para pagar la boya. Nos atendió Valentine, que muy amable, nos dio una vuelta por el entorno a la vez que nos iba explicando cosas de sus vidas allí. Nos impresionó mucho cuando nos contó que tenían una alarma que les advertía de la presencia de un tsunami. Nos comentó que efectivamente una vez tuvieron uno, pero que no fue como nos lo imaginaríamos, no llegó ninguna ola, pero que sí se retiró el mar muchos metros y que la pequeña bahía se quedó mucho más pequeña de lo habitual. También nos contó que en los ciclones más fuertes se refugiaban en el depósito de agua que, al ser de cemento, era la construcción más resistente puesto que el resto eran de madera. Nos enseñó la jaula de cerdos donde criaban a varios de ellos para comer y nos enseñó una fragata que vivía allí como un animal casi doméstico. La habían criado desde pequeña y parece ser que ella los consideraba como unos padres. Volaba libremente, pescaba por su cuenta, dormía sola en los árboles, pero durante el día, regresaba a posarse al lado de la casa de Valentine. Le pasamos a medio metro y la enorme ave ni se inmutó.

 

   Valentine nos pareció muy simpática y muy amable, sin embargo nos cansó un poquitín cuando empezó un monólogo sobre sus creencias religiosas. Sin venir a cuento nos preguntó que qué religión teníamos. Nos extrañó la pregunta y dijo que ella era evangélica. Dijo que no se llevaba bien con su familia, la que vivía cerca de ella en la pequeña bahía, porque ellos eran católicos. También nos dijo que si no se adoraba a Dios correctamente él te mataría y que conocía a varias personas que se habían muerto por ello. En fin, que a la mujer se la veía muy motivada con el tema, queriéndonos convencer de algo. Durante el paseo, también hablamos con algunos de sus familiares y nos contaron la imposibilidad de cultivar casi nada en el pobre suelo de los atolones de Tuamotú. Lo único que crecía fuerte y rápido, además de los cocoteros, era, según ellos y entre risas, la marihuana. Los polinesios, al parecer, eran bastante aficionados a fumarla.

 

   Valentine se despidió de nosotros regalándonos unos cocos verdes de los de beber. Ya en el barco los bebimos. Habíamos probado bastantes hasta el momento pero ninguno resultó como aquellos. Eran riquísimos con un punto dulce exacto.

 

   El miércoles 15 de octubre nos quedamos en el barco tranquilamente, disfrutando del magnífico lugar y de nuestros últimos momentos en Tuamotú. Este archipiélago había resultado ser único y nuestros fuertes deseos por conocerlo cuando iniciamos el viaje no habían sido en absoluto decepcionados.

 

   Al día siguiente, navegaríamos hacia Tahití donde teníamos pensado pasar la temporada de ciclones. La temporada en el Pacífico Sur abarcaba de diciembre a abril y aunque quedaba bastante tiempo para entonces, el control médico del antiguo cáncer de mama de Sandra debía hacerse a principios de noviembre por lo que no nos quedaba otra, ¡hacia Tahití!

 

   Hasta la próxima.

 

5 comentarios a “ATOLÓN TOAU (BAHÍA AMYOT) (ARCHIPIÉLAGO DE TUAMOTÚ). Del 13 al 16 de octubre de 2014”

  • Hola chicos! Qué tal todo? Muchos besotes!!!

  • Interesantísima navegación.
    Lo más alucinante es que no tengan mucho para comer y la religión esté mucho más presente en sus cabezas; lo incongruente siempre está presente en esos detalles y, a veces, muchas veces, son causas de desconciertos. la ideas impropias amarran a las personas como las esloras de algunos barcos varados en determinadas bahías desecadas. Navegar de esta forma es alcanzar una libertad única tanta que además promete gran capacidad de conocimiento y tolerancia. 
    No todo el mundo es capaz de de circunvalar el mundo, valga el pleonasmo.
    Deseando seguir leyendo que las siguientes singladuras tengan tanta enjundia como hasta ahora.
    ¿Qué tal esas tribulaciones, especialmente de Sandra?
    A ambos, breves saludos.

  • Las fotos son realmente espectaculares! Que envidia! Gracias por compartir información de waypoints y precios. Realmente útil para aquellos que tenemos pensado en un futuro acercarnos por aquellos paraísos. Buenos vientos!!

  • Hola Sandra. ¿Cómo estás? hace mucho que no hablamos. por las fotos ya veo que estáis perfectos y disfrutando como siempre. Me alegro que todo vaya tan bien. Muchos besos:)

  • Realmente el archipiélago de las Tuamotú me ha parecido increíble, gracias por enseñarnos ese rincón del planeta. Os deseo buena estancia en Tahiti y que todo os siga bien.
    Mi blog ha cambiado de nombre, tenía unos problemas con el redireccionamiento y he vuelto a su nombre original "La rosa de los vientos". Un saludo.
    Fernando. 

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