Sigue el viaje del velero Piropo, con sus tripulantes Dani y Sandra, en su pretendido deseo de dar la vuelta al mundo por los trópicos.

LES SAINTES: Travesía de Prince Rupert Bay (Dominica) a las islas de Les Saintes (Guadalupe) y días de estancia en estas islas. Del 14 al 18 de abril de 2012.

 

 Partimos de Dominica con la satisfacción de haber conocido esa preciosa isla. Nuestro siguiente destino eran las islas de Les Saintes, unas pequeñas islas que se encuentran al sur de Guadalupe y que dependen de ese departamento de ultramar francés. Les Saintes son ocho islas de las cuales, sólo las dos más grandes están habitadas, Terre-de-Bas y Terre-de-Haut. Otra peculiaridad de esas islas era su población. En el resto de las Pequeñas Antillas la mayoría de la población es negra pero aquí, era casi exclusivamente blanca porque en estas islas no se utilizó esclavos para cultivar las tierras y sus pocos habitantes actuales son, en su mayoría, descendientes de los antiguos piratas bretones que solían merodear por esa zona. Esos piratas, se convirtieron con el tiempo en pescadores y actualmente, se dedican casi exclusivamente al turismo.

 

Tras salir de Dominica y dejar atrás la zona de aceleración de viento que suele envolver a todas las islas, el viento se estabilizó en unos suavecísimos 8 a 12 nudos. Con este viento, poco podíamos correr pero esa circunstancia no nos preocupaba mucho porque la travesía era muy corta y teníamos muchas horas de margen para llegar de día a nuestro destino. 

 

Tras la breve y agradable travesía llegamos a Les Saintes. Bordeamos primero Grand Ilet y luego, navegamos entre esa isla y la costa sur de Terre de Haut. En ese paso, decidimos enrollar génova y poner el motor porque ya estábamos muy cerca de nuestro destino y porque el lugar estaba abarrotado de pequeñas boyas de redes de pesca sin señalizar y que sólo se veían cuando se estaba muy encima. Avanzamos a partir de entonces observando las islas desiertas de Grand Ilet, La Redonde, La Coche y Les Agustins y parte de las islas más grandes y habitadas Terre-de-Bas y Terre-de-Haut.. Continuamos navegando y pasamos el canal que separaba las dos islas mayores y nos dirigimos hacia Anse du Bourg, en Terre-de-Haut, que era donde teníamos pensado fondear. De camino para allí, pasamos frente Le Pain de Sucre, una pequeña montaña que como su nombre indica, tiene cierto parecido con el Pan de Azúcar de Río de Janeiro aunque esta era muchísima más pequeña ya que sólo se elevaba 20 metros sobre el nivel del mar. La pequeña playa que tenía casi a sus pies parecía muy agradable para fondear pero ya habían varios veleros fondeados y su pequeño tamaño no daba para muchos más barcos.

 

Y enseguida llegamos a nuestro destino, el fondeadero situado en Anse du Bourg y allí nos encontramos una sorpresa que nuestra derrotero no especificaba, el lugar estaba sembrado de boyas de fondeo. Odiamos las boyas de fondeo ya que sin exagerar, las consideramos una clara limitación a la libertad de las personas ya que si siguen instalándolas, a la larga se impedirá viajar y/o vivir de la forma en que lo hacemos. Habrá entonces que viajar o vivir como todos y seremos un poco más rebaño de lo que ya somos.  Nos parecen una privatización de algo que se dice que es de todos, el mar y la zona maritimoterrestre. Sólo podrá navegarse si se tiene mucho dinero porque independientemente de las justificaciones o excusas que se dan para instalar dichas boyas, siempre debe pagarse por ellas.

 

En Les Saintes, las boyas se habían instalado en una extensión tan grande, que sólo se podía fondear fuera del refugio que daba Pointe de Coquelete para el viento del noreste que solía ser el que sopla habitualmente. O sea, que usabas la boya sí o sí tal y como pudimos comprobar al poco.

 

Al principio, nosotros intentamos evitar usar las boyas y fondeamos en un hueco que dejaban las últimas boyas de forma que si soplaba fuerte de nordeste estaríamos algo más refugiados que más atrás. Estábamos seguros que donde estábamos fondeados no molestábamos a nadie y que podía fondear en las boyas cualquier barco independientemente de su tamaño porque nosotros estábamos muy lejos de ella. Pero no, enseguida apareció el soberbio responsable de las boyas que sin aparente autoridad pero creyéndose que la tenía toda, nos dijo de muy malas formas que allí no podíamos fondear y que nos fuéramos más atrás. Lo más absurdo de la situación era que cuando le preguntábamos dónde se podía fondear nos decía que por allí, moviendo la mano al tuntún, señalando bastante lejos sin precisar ninguna posición concreta. Aunque claro, su interés era que alquilásemos una boya y por si él fuera, nos hubiera enviado a fondear al medio del mar. De todas formas, como en este viaje nos habíamos propuesto no estar discutiendo a cada momento ante las cosas que nos vemos razonables, levantamos el ancla y nos fuimos a fondear donde creíamos que el tipejín nos decía y donde había tres barcos más fondeados. Pero allí no estábamos a resguardo de nada y como se pusiera un poco de mala mar, allí lo pasaríamos muy mal tal y como al día siguiente comprobaríamos.

 

El día 15 de abril bajamos a tierra con el auxiliar y paseamos por el pequeño pueblo que, aunque muy turístico, era muy bonito porque además de estar muy cuidado,  sus casas eran muy bajas y sus calles muy tranquilas porque apenas habían coches. La población local se movía especialmente en ciclomotor. El turismo que llegaba allí provenía casi en su totalidad de la Metrópoli pasando antes por Guadalupe, sobretodo en excursiones de un día y por ello había un gran número de pequeños restaurantes, tiendas de souvenirs y bastantes tiendas de alquiler de ciclomotores.

 

Paseamos un rato por el pueblo y luego nos decidimos a subir, dando un paseo, a una pequeña colina donde se encontraba el denominado Fort Napoleón. En las afueras del pueblecito pasamos por la llamada Maisón del Docteur que era una casa que, en el borde del mar, tenía forma de proa de barco. Era tal el parecido que tenía incluso una cadena colgando simulando que tenía un ancla echada. El sol estaba entonces en su cenit y el día era muy claro por lo que pasamos un poco de calor durante el paseo pero valió mucho la pena porque en el fuerte la vista de la bahía era muy panorámica y sobretodo, porque la fortificación era impresionante con una muralla enorme y en perfecto estado. Lamentablemente, no pudimos entrar en su interior porque sólo quedaban cinco minutos para que cerraran aunque fueran sólo las 12 del mediodía y la entrada costaba 4,5 € por persona.

 

Bajamos de nuevo al pueblo, compramos un poco de pan y nos fuimos al barco para comer algo rápidamente y así tener tiempo para irnos a bucear por la tarde. Queríamos conocer la Bahía de Pompierre que decían era la más bonita de la isla y hacía allí nos dirigimos tras la comida, en un paseo de unos veinte minutos desde el pueblo. La bahía era efectivamente agradable aunque el buceo en ella no era gran cosa pese a que la recomendaban en ese sentido. El motivo de que no nos gustase demasiado para bucear es que estaba bastante llena de algas y el agua no era muy nítida pero aún así pudimos ver peces cirujano, peces ardilla, peces cofre, dos sepias, un pulpo muerto, unos peces rallados negro y amarillo, otros a rayas negras y blancas y una serpiente de mar. Estuvimos bastante rato buceando y hasta que no estuvimos cansados, no salimos del agua. El lugar era muy curioso porque habían zonas donde el agua estaba muy caliente y en otras, el agua estaba helada. El contraste era tal que en ocasiones el cambio de temperatura del agua se podía ver a simple vista por la textura del agua.

 

En la playa, ya secos y vestidos, iniciamos el camino de regreso y de repente vimos a un perro salchicha. Nos recordó a Rufino por su peculiar forma, el perro de Ángel, del velero Bahía las Islas, un navegante que escribe una página web (www.bahialasislas.es) que leíamos en ocasiones antes de iniciar nuestro viaje. Y siguiendo caminando por la playa nos topamos con Ángel y un amigo suyo, Joaquín. El perro que habíamos visto efectivamente era Rufino. Saludamos a Ángel y a Joaquín y cuando les dijimos que éramos del velero Piropo, Ángel ya se situó ya que al parecer, nos conocía de oídas porque seguramente le habrían hablado de nosotros los del velero Alea.

 

Nos volvimos juntos hacia el pueblo charlando y ya en él, nos ofrecieron que nos quedáramos por allí a tomar algo con ellos. Nos dio un poco de vergüenza porque íbamos sin dinero porque como habíamos ido a bucear, nos habíamos dejado la cartera en el barco para evitar tener que dejarla tirada en la playa. Ellos, muy amables nos dijeron que nos invitaban sin ningún problema. Pasamos un rato muy agradable charlando. Ángel llevaba varios años navegando por el Caribe y tenía muchas experiencias que contarnos que además, eran muy útiles para nosotros. Su amigo, Joaquín, era también un amante de la navegación a vela y había estudiado náutica y nos contaba sus experiencias en sus años de juventud como piloto en barcos mercantes. La charla fue muy agradable y como el tiempo pasó muy rápido, nos invitaron de nuevo aunque esta vez, a cenar en el Bahía las Islas y de paso, Ángel nos enseñaría un par de truquillos de cocina a bordo. Aceptamos encantados aunque antes pasamos por el Piropo a adecentarnos un poco. La velada fue agradabilísima charlando animadamente con ellos. Además, Ángel nos mostró su barco y nos enseñó a hacer pan y pizzas a la sartén. Esta forma de cocinarlas era utilísima porque se podían hacer muy rápidamente sin necesidad de esperar a que fermentaran y sobretodo, porque se podían hacer con muy poco tiempo con lo que se ahorraba mucho gas que en un barco siempre es una cuestión muy importante. Y lo mejor era que el resultado era muy satisfactorio ya que tanto el pan como la pizza estaban buenísimos. Además, Ángel nos hizo una tortilla de patatas muy rica. Sin ninguna duda Ángel tenía dominado el ser un buen anfitrión a bordo de un velero. Sin ninguna previsión y en un momento, te plantaba una abundante y rica cena.

 

Mientras cenábamos ya empezamos a oír que el viento estaba arreciando. Ángel nos advirtió que se preveía mal tiempo en los siguientes dos días y que ellos no sabían si al día siguiente se irían hacia Dominica que era a donde se dirigían. Nosotros tampoco habíamos decidido que hacer pero si hacía mal tiempo, seguramente nos quedaríamos ya que no teníamos ninguna prisa. Con esas dudas, nos despedimos no sabiendo si al día siguiente nos volveríamos a ver.

 

Cogimos La Poderosa y navegamos hacia el Piropo. El viento efectivamente había arreciado bastante y el mar, había crecido con él. El Piropo y el resto de barcos que habían fondeados en el lugar, fuera del refugio del cabo, se movían de lo lindo. Nos subimos al Piropo despotricando aún más si cabe por la zona de boyas que además, estaba casi vacío y que nos impedía a los que queríamos fondear, tener un sitio adecuado para ello.

 

La noche fue bastante incómoda por tensa. Durante la noche, el viento aún sopló más fuerte, y las olas crecieron más. Algunas rachas de viento eran especialmente fuertes. Lo peor de todo es que las rocas que formaban la costa la teníamos relativamente cerca de popa y cualquier fallo en el fondeo hubiera sido fatal porque seguramente no hubiéramos tenido tiempo de encender el motor y salir de allí. A medida que pasaron las horas, nuestro odio por el tipejín de las boyas aún se acrecentó más porque nos había echado de un sitio donde no molestábamos a nadie y nos había obligado a ponernos en un sitio nada refugiados de las olas donde lo estábamos pasando mal.

 

Pusimos una alarma de fondeo en Fresita y conectamos la alarma del profundímetro aunque no pudimos evitar el tener que dormir a trompicones para salir a cada rato y ver como evolucionaba la situación. En fin, una muy mala noche.

 

Por la mañana estábamos reventados porque apenas habíamos podido dormir bien  y lo peor de todo es que el viento, aunque no era tan fuerte como por la noche, seguía  soplando y las olas, seguían teniendo un buen tamaño y le daban por el través al Piropo por lo que lo zarandeaban de lado a lado. Como el mal tiempo parecía que aún duraría ese día y alguno más, decidimos levantar el fondeo y amarrar en alguna de las boyas de fondeo que estaban justamente en la zona abrigada de la bahía. Como habían boyas libres para escoger, nos enganchamos en la boya inmediata posterior al Bahía las Islas. Ángel y Joaquín en ese momento precisamente estaban preparándose para desembarcar en tierra y pasaron con su auxiliar por nuestro barco. Al parecer habían estado durante la noche algo preocupados por nosotros ya que veían que el viento era bastante fuerte y los barcos que estábamos allí fondeados nos movíamos todos mucho. Nos comentaron también que viendo como estaba el tiempo, ellos no partirían ese día hacia Dominica y entonces aprovechamos para invitarles a comer en el Piropo.

 

Más tarde, fuimos al supermercado a comprar algo para la comida y al poco de nuestro regreso al barco, apareció nuestro “queridísimo” hombre de las boyas que nos cobró 9 euros por una noche en la boya. 

 

Un rato más tarde, llegaron Ángel y Joaquín. La comida consistió en fajitas con pollo y pimientos, ensalada y macedonia de postre y transcurrió igual de agradable que la noche anterior y muestra de ello es que la sobremesa se alargó tanto, que se hizo la hora de cenar y entonces Ángel nos invitó a cenar en su barco. Cenamos unas hamburguesas muy ricas acompañados de huevos duros cortados, jamón dulce, queso fundido y una ensaladita de col. A Ángel le gustaba la cocina y se notaba. De paso, nos enseñó un nuevo truco para el barco, las ensaladas de col. Tienen un parecido a la lechuga y se conservan muchísimo tiempo más sin necesidad de nevera. A nosotros nunca se nos había ocurrido probar la col cruda y a partir de entonces, siempre que no tuviéramos lechuga fresca haríamos las ensaladas con hojas de col.

 

Bien entrada la noche, nos decidimos regresar a nuestro barco ya que era bastante tarde y entonces Ángel, nos regaló un libro sobre el Pacífico llamado “El último paraíso” con una dedicatoria muy bonita.  Esa vez si que nos despedimos definitivamente ya que ellos seguramente partirían al día siguiente porque aunque el tiempo no era bueno todavía, para ir a Dominica el viento era más favorable. Además, ellos tenían un poco de prisa porque en breve, tendrían que regresar hacia el norte, a Guadalupe, para recoger a más amigos comunes que venían de España., y luego, subirían a Antigua para desde allí, cruzar el Atlántico de vuelta a España. Ángel, había partido hacia unos años de Bilbao con la idea de dar la vuelta al mundo pero el Caribe le enganchó de tal forma, que llevaba varios años allí. Ahora sin embargo, por distintas razones, tenía que volver a España por unos años pero estaba seguro que, una vez organizado todo, quería volver a zarpar de nuevo para navegar por estos mundos. Esperamos verte de nuevo Ángel. También a ti Joaquín. Nos ha encantado conoceros.

 

Al día siguiente, tras ver partir definitivamente al Bahia las Islas pasando por nuestro lado, decidimos quedarnos un día más en Les Saintes. El día no parecía todavía bueno para irse hacia el norte por lo que preferimos quedarnos tranquilos en la pequeña isla y aprovechar el día para ir a tierra y hacer los papeleos de entrada en Les Saintes y en Guadalupe que hasta la fecha no los habíamos hecho. Curiosamente, ahora los papeleos se hacían vía telemática y la empresa que gestionaba los ordenadores eran los mismos que explotaban las boyas. Menudo negocio tenían montado.

 

El resto del día lo pasamos en un ciber-café colgando un par de entradas en nuestra página web que siempre nos lleva bastante tiempo pese a que el texto y las fotos ya las llevamos preparadas del barco. Por la tarde, y ya en el Piropo, hicimos sesión cinéfila con dos películas seguidas. A última hora, vimos a nuestro querido amigo “el de las boyas”, pasando por los barcos a cobrar pero inexplicablemente, no pasó por el nuestro y algunos más. Quizá  se había cansado de soportar la fuerte lluvia que caía o tendría prisa por ir a algún lado. Para remendar esa situación, al mozo no se le ocurrió otra cosa que pasar al día siguiente a las 7 de la mañana cuando todavía aún dormíamos. Nos llamó desde su barca dando golpes en nuestro casco pero por supuesto, medio asustados por el brusco despertar, no osamos levantarnos de la cama para atenderle. Más tarde, ya despiertos y en cubierta, no le vimos por ningún parte por lo que, después de desayunar, sin ningún remordimiento por no pagarle esa noche después de todo lo que nos había hecho pasar él y su empresita de boyas, levantamos ancla y partimos hacia nuestro siguiente destino: Guadalupe.

 

En la siguiente entrada os contaremos cómo ha ido por allí.

 

Un abrazo.

 

   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   

4 comentarios a “LES SAINTES: Travesía de Prince Rupert Bay (Dominica) a las islas de Les Saintes (Guadalupe) y días de estancia en estas islas. Del 14 al 18 de abril de 2012.”

  • Hola pareja, hace unos días que descubrí vuestra aventura y no puedo parar de leeros.
    Me alegro que os hayáis encontrado con Ángel, Joaquín y Rufino, buena gente.
    Desearos lo mejor y sigo leyendo para ponerme al día con vuestras singladuras.
    Saludos desde las Rías Baixas y Buen viento

  • Debo ser un español arquetípico , pues me dais una envidia horrible .
    Besotes y mucha suerte,
     

  • Hola pareja.
    Hacía mucho que no os leía y ahora que me he puesto al día de vuestras aventuras me han dado ganas de, o bien hacerme a la mar con mi colchoneta de playa, o bien tirarme por la ventana al comprobar lo verdaderamente asqueante que es mi vida en estos momentos ( lo normal ahora mismo en este destartalado país) 
    Me alegro un montón de que todo os vaya tan bien y de como estais disfrutando. Sois unos privilegiados pero nadie puede deciros que no os lo habeis currado. Le estais poniendo valor y recibís la merecida recompensa. Chapeau.
    Espero que sigais igual de bien y que nos sigais deleitando con vuestras vivencias, que ya las estoy haciendo un poco mías también. Mucha suerte y muchos besos!!!

  • Hola, veo que lo seguís pasando muy bien y conociendo sitios muy bonitos, especiales y originales. Qué flores tan bonitas y qué colores. Ya os queda poco para venir por España y hacer la vuelta al ruedo con familia y amigos. Muchos besos y hasta pronto.

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