Sigue el viaje del velero Piropo, con sus tripulantes Dani y Sandra, en su pretendido deseo de dar la vuelta al mundo por los trópicos.

BARBADOS: Estancia en esta isla. Del 19 de diciembre de 2011 al 3 de enero de 2012.

 

Os contamos a continuación, muy “brevemente”, como ha ido nuestra estancia en Barbados.

 

El 19 de diciembre, al ser nuestro primer día de estancia en el país, nos tocaba hacer los preceptivos papeleos de entrada tanto en la aduana, como en la policía de inmigración. Ambas oficinas estaban en el puerto y los derroteros que teníamos comentaban que antes de fondear, debíamos ir con el barco al puerto y cumplimentar todos los trámites. Uno de los derroteros decía incluso que si llegabas fuera del horario de oficina, tenías que pasarte la noche allí con el barco hasta que abrieran, cumplimentar los trámites y una vez hechos, podías irte ya a fondear. Nosotros ya habíamos pensado durante la travesía que esa opción no nos gustaba nada ya que implicaba meterte en un puerto desconocido simplemente para un momento además que el puerto, al parecer, tenía paredes altas y algo rugosas por lo que convenía poner en el costado una larga tabla con las defensas atadas, tabla que no teníamos. Uno de los derroteros decía sin embargo que también podías fondear en Carlisle Bay e ir allí con el auxiliar. Esta opción era mejor pero aún así, de Carlisle Bay hasta el puerto, aunque no había mucho, había un trecho, por lo que optamos por arriesgarnos un pelín y hacer lo que habíamos hecho en Cabo Verde, fondear, ir con el auxiliar a tierra y de allí, caminando, hasta el puerto. Esta opción era la más cómoda pero no sabíamos si nos crearía algún problema. Ya veríamos.

 

Así pues, hinchamos y preparamos nuestra auxiliar para bajar a tierra. Ahora nuestra auxiliar ya tenía nombre. En la travesía aprovechamos el tiempo para ponerle un nombre cumpliendo la costumbre marinera de nombrar a la barca auxiliar. Hasta la fecha no lo habíamos hecho. Decidimos ponerle “La Poderosa”, en honor a su desbordante potencia de 2CV y al nombre de la moto que salía en una película muy bonita: “Diarios de motocicleta”.

 

Cogimos pues a La Poderosa, y nos dirigimos a tierra. Aquí surgió unos de los problemas típicos en todo fondeo: ¿dónde dejábamos nuestra auxiliar en tierra para que estuviera segura y no molestara, y de paso, que no costara demasiado? Los derroteros decían que sólo existía el Boatyard, que es una especie de bar-discoteca-restaurante-lugar playero, que cuenta con un largo pantalán donde en su extremo, pueden amarrarse los auxiliares. El problema de ese lugar es que al parecer, te cobraban 10 dólares americanos por persona y día. Los derroteros decían que en el precio entraba poderte duchar y usar las hamacas de la playa pero aún así la cantidad no seguía pareciendo absolutamente ridícula por excesiva y además, usar una hamaca de playa no era nuestro mayor deseo.

 

Así pues, tras otear la playa para ver si había algún lugar alternativo para dejar el auxiliar, nos embarcamos en La Poderosa para acercarnos a la playa y analizar las alternativas más de cerca. Al acercarnos a la playa el mar empezó a adquirir ese color azul turquesa que se supone típico en el Caribe debido a la arena blanquísima del fondo. La cercanía a la playa no nos brindó ninguna nueva posibilidad para dejar el dinghy por lo que decidimos aceptar pagar la novatada y atracar en el Boatyard.

 

Amarramos al lado de los otros auxiliares en el extremo del pantalán del Boatyard y tras trepar la pequeña altura que separaba el agua de la parte superior del pantalán, caminamos por él hacia el agradable establecimiento playero. Ya dentro del bar se nos acercó un hombre que nos explicó las condiciones. El timo al final no era tanto aunque sí seguía siéndolo. Y decimos que no lo era tanto porque en el precio se incluía un vale por el mismo valor para consumir en el restaurante-bar. El problema era que dejar al auxiliar allí nos obligaba a gastar entre los dos 20 dólares americanos cada día. Una cantidad desorbitada y además, te obligaban a comer en ese lugar y no probar, si querías, otros lugares. Pero bueno, pagamos en euros la cantidad que nos pedían y nos devolvieron el cambio en dólares de Barbados en una operación que no nos gustó nada por descontrolada, ya que no conocíamos el cambio entre euros, dólares americanos y dólares de Barbados, pero claro, no había mucha alternativa.

 

Salimos del Boatyard y nos dirigimos hacia el puerto atravesando el atractivo centro de la ciudad con su estrecha entrada de mar llamado el Careenage lleno de barcos de recreo a motor preparados para la pesca y de catamaranes para pasear a los turistas. Allí pasamos por la parte de la ciudad que aparece en todas las guías y postales con el Chamberlain Bridge, Trafalgar Square y los Public Buildings con sus estructuras góticas victorianas que albergan el Parlamento.

 

Barbados es un estado independiente de Gran Bretaña desde 1966 y perteneciente a la Commonwealth británica. No obstante esto, parece ser que la población, casi en su totalidad de raza negra, tiene un cierto resentimiento hacía sus antiguos colonizadores que les esclavizaron hasta 1834. No obstante, los nombres de las calles, el monumento a Nelson, la tradición del té cada tarde, etc, demuestra que cierta influencia al menos ha pervivido aunque claramente, el nuevo estado influyente en la zona es Estados Unidos. Casi todo lo recuerda. Las cadenas de televisión son norteamericanas, la música en la radio también, las noticias de los periódicos hablan de Estados Unidos aunque sean asuntos locales de allí, e incluso los jóvenes se visten y gesticulan como si estuvieran en Harlem. Muy curioso. Sin embargo, algunas cosas parece que se mantienen afortunadamente como la famosa calma caribeña. Por ejemplo, en pleno embotellamiento en el centro, la gente detiene su vehículo para dejarte cruzar la calle aunque no estés en un paso de cebra. Por supuesto, no se escucha ningún pito por ello. En las aceras, tienes que hacer esfuerzos para caminar al ritmo pausado de ellos y no estar todo el rato adelantando a gente. Y sobretodo, la gente es muy sonriente y amable.

 

Tras cruzar el centro de Bridgetown, llegamos al puerto para cumplimentar los trámites de entrada. En inmigración nos atendió un policía negro muy serio. Nosotros estábamos intranquilos por si nuestra actuación de ir allí caminando fuese incorrecta. En una de esas el hombre nos comentó algo que no entendimos bien y al ver que no le entendimos, ni corto ni perezoso se puso a cantar con muchas ganas la melodía que salía en la radio. Nos había preguntado si conocíamos o nos gustaba esa canción. Nos sorprendió mucho. No sabíamos si esa inesperada interpretación musical se debía al ambiente caribeño o los efectos de la Navidad, pero nos relajó bastante viendo que no tendríamos muchos problemas. Tras ese policía, tuvimos que ir a una oficina de al lado en el que un médico nos hizo rellenar un cuestionario con preguntas tipo si alguien se había muerto en la travesía o si teníamos alguna enfermedad contagiosa. Y tras esa oficina, tuvimos que ir a una tercera, aduanas, que estaba en el piso de abajo, donde tuvimos que cumplimentar otros formularios y por tercera vez, el mismo formulario que ya habíamos rellenado en las dos anteriores oficinas. No obstante la cantidad de trámites, los agentes fueron, dentro de la seriedad de su cargo, muy amables, sobretodo el primero. Y no nos cobraron nada aunque entre oficina y oficina, parloteando con una familia de franceses también navegantes que estaban cumpliendo con los trámites de salida, nos enteramos que a la salida deberíamos pagar 50 euros.

 

Tras los trámites y ya con nuestros pasaportes en regla, nos paseamos por el centro de la ciudad y entramos en un banco para obtener la moneda local, los dólares de Barbados. En este país, y parece que también en el resto de las pequeñas antillas, aunque tienen sus monedas locales, aceptan sin ningún problema dólares americanos aunque lógicamente, te devuelven en moneda local. El cambio está bastante instaurado y por un dólar americano te dan dos dólares de Barbados. Nosotros no obstante, sólo teníamos euros y por eso decidimos ir a un banco a cambiar. Entramos en uno que estaba abarrotadísimo de gente y viendo que nos pasaríamos horas allí, nos cambiamos de entidad a otro que también estaba abarrotado. Debían de ser las fiestas navideñas. Viendo que no teníamos alternativa, nos pusimos a esperar en la cola como todos. Mientras esperábamos, cotilleábamos a la gente y veíamos la tele gigante que distraía a la gente con la CNN. Al parecer, se había muerto el líder norcoreano y la cadena norteamericana daba una imagen de que la paz mundial corría serio peligro porque quizá, el hijo sería más horrible que el padre. Era curioso como sacaban una y otra vez la misma imagen del hijo sonriendo y disfrutando en un desfile militar. Un comentarista mientras tanto decía que se debía estar muy atento a los acontecimientos y que Estados Unidos debía permanecer vigilante manteniendo por supuesto, su situación de presión hacia el peligroso estado. Nos sorprendió mucho la diferente forma de interpretar la realidad porque en su momento en España, cuando se nombró al hijo del fallecido como sucesor, oímos noticias que decían que el hijo, además de que era muy tímido e introvertido, estaba formado en una universidad de Gran Bretaña lo que hacía presagiar una apertura a occidente cuando hubiera un cambio de líder. Una imagen muy diferente a la que enseñaba ahora la televisión norteamericana. Ya veríamos en el futuro quién estará en lo correcto.

 

Tras la espera nos atendió una empleada muy simpática que se reía de nuestro inglés. La pobre era bastante obesa. Es sorprendente la gran cantidad de gente, sobretodo mujeres, que hay obesas en el país. Hay además, gran cantidad que se podrían considerar incluso mórbidas porque apenas se pueden mover.

 

En el banco, por cada euro nos dieron 2,54 dólares de Barbados y tras nuestra larga estancia allí  y como ya era bastante tarde, nos fuimos al Boatyard a gastar nuestro vale de comida. El establecimiento estaba bastante lleno de guiris y de gente “guay” local. La carta no era muy extensa aunque sí muy cara. No queríamos gastar más que nuestro vale así que nos pedimos lo más barato, una especie de sándwiches pequeñísimo con unas pocas patatas que costaron cada uno 9 euros, un poco más que el valor de nuestro vale. Qué barbaridad. Y aún tuvimos que poner algo de dinero para la bebida, al cambio, un euro y medio cada coca-cola que eran minúsculas y tan de polvos, que parecían agua. No obstante los precios, disfrutamos comiendo en la agradable terraza de madera al lado de la blanquísima playa. En este lugar también servían la comida típica de Barbados, el pez volador que aparece incluso, en las monedas de un dólar de Barbados.

 

Tras la “abundante” comida fuimos a recorrer un poco más la ciudad. Subimos por la entrada de mar que al final se convierte en un estrecho río y allí habían bastantes chiringuitos de madera los cuales se dedicaban cada uno a uno negocio, bares, tiendas de música, de ropa, etc. Existen bastantes rastafaris y uno de ellos nos intentó vender sin éxito y sin agobiarnos, “swet music”. Al irnos, vimos a unos jóvenes que compraban en un chiringuito una especie de jínjoles en una bolsa de plástico previamente rociados con algo blanco que supusimos era azúcar. Decidimos probar algo local y compramos una pequeña bolsita de esos frutos. El señor le echó el polvito blanco y nos preguntó de dónde éramos. Le dijimos que de España y entonces él hizo, sonriente, un gesto de flamenco. Comprobamos que los tópicos sobre los países llegaban lejos. Ante nuestra falta de entusiasmo por el flamenco, el señor también nos comentó que España era la campeona del mundo de fútbol. Al menos ahora a España se le conocía en el exterior por algo que hacía mejor que otros, aunque sólo fuera jugar al fútbol. El caso es que probamos los presuntos jínjoles y el sabor no pudo ser más vomitivo. El polvo blanco no era azúcar, sino sal, y el presunto jínjol tenía un gusto entre amargo y agrio horripilante. El sabor se intensificaba por la fermentación debida al calor del sol y el encierro en la bolsa de plástico. Un placer vamos. Sandra se comió la mitad de uno y Dani en cambio, muy valiente, llegó a comerse uno entero. El resto del contenido de la bolsa, ya por la noche y en el barco, acabaron en el agua, flotando hacia algún lugar del ancho mar.

 

Tras la espeluznante experiencia de los pseudojínjols, continuamos caminando y nos metimos en un supermercado. Allí nos volvimos a espeluznar. Sabíamos que la vida en el Caribe era cara, pero aquello era exagerado. Todo era carísimo. Al parecer Barbados no produce nada y todo es importado. Apenas había fruta, solo bananas y manzanas. Las manzanas valían cincuenta céntimos de euro cada una. Un trozo de col que apenas llegaba a un cuarto de una entera valía dos euros. Una latita de atún valía un euro, una tetrabrik de leche dos euros…. Y eso no eran cosas exóticas que justificaban esos precios, sino que todo tenía precios desorbitados. Lo único a precio de Barcelona era el azúcar, la harina y como no, la Coca-cola. Todo era muy caro pero especialmente caro eran los productos de fruta y verdura, además que la variedad que había era insignificante. Tampoco en los puestos callejeros habíamos visto mucho más variedad por lo que entendíamos perfectamente los esbeltos cuerpos de muchos de los pobres barbianos. Con esos precios, cualquiera compraba verdura.

 

Tras el horror del supermercado y al pasar por la Plaza de la Independencia, en el tramo de la entrada de mar llamado Inner Basin, entre los puentes de “Chamberlain” y “Bridge Street”, descubrimos a unas personas que estaban atando una zodiac y subiéndose a la plaza. Les fuimos a preguntar si se podía dejar allí la auxiliar y si había que pagar algo y nos dijeron que sí se podía dejar y que no había que pagar nada. Nos alegramos bastante porque con un candado podríamos dejar tranquilamente allí a La Poderosa sin tener que pagar nada y menos los 20 dólares diarios.

 

Descubrimos también un locutorio que no parecía que abundaban que costaba 50 céntimos de euro llamar a España y 6,30 euros, una hora en Internet. Bastante caro Internet por lo que únicamente llamamos un momento a nuestras familias. Y de allí, nos fuimos a recoger nuestra auxiliar y con ella regresamos nuestro Piropo.

 

El día siguiente nos llevamos una desagradable sorpresa. Debajo del motor había una cantidad considerable de aceite y de agua. El agua podía haber entrado del compartimento de al lado que a su vez se llenaba por los orificios mal sellados del piloto de viento que ya comentamos en nuestra anterior entrada, pero ¿y el aceite? Comprobamos el nivel de aceite y estaba en un nivel aceptable. Un poco menos de la mitad. Encendimos el motor y funcionó correctamente. Entonces limpiamos todo bien con el objeto de comprobar si se producía un escape. Ni ese día ni los siguientes vimos que apareciera más aceite debajo del motor. ¿De dónde habría salido ese aceite si ahora no perdía? Habían dos posibilidades. La mejor sería que Dani, cuando cambió el aceite y el filtro, no se percatara de que aparte del aceite que limpió del poco que se desprendió del filtro había más detrás de la esquina. No obstante había bastante aceite para que esta posibilidad fuera real. La segunda posibilidad es que el aceite sólo se perdiera por algún lado cuando el motor estaba mucho tiempo encendido. Esta posibilidad era bastante peor. Como nuestros conocimientos de mecánica son nulos, a día de hoy todavía no hemos aclarado el misterio. Espero que no se nos estropee el motor o como mínimo, que no nos deje en una situación comprometida. Iremos vigilándolo.

 

Tras el susto y la limpieza, aprovechamos el resto de día para quedarnos en el barco y hacer otras múltiples tareas domésticas, limpiar el barco, limpiar ropa, redactar la entrada de la travesía del atlántico, ordenar y seleccionar fotos y videos, etc.

 

Ese día nos visitaron cuatro miembros del Cruising Club que iban con gorritos de Papá Noel y dejando unas botellas de plástico vacías de medio litro de Coca-Cola que simulaba un mensaje en una botella. En su interior habían dos caramelitos y una invitación a las actividades navideñas que el Club realizaba y a los cuales invitaban a los navegantes fondeados en la bahía. Un detalle.

 

El día 21 fue el cumpleaños de Sandra. ¡23 años! Un cumpleaños muy especial porque es el primero que pasa con calor y en bikini. Lo malo es que a principio del día se puso a llover. La isla es muy verde por lo que supusimos, y con el transcurso de los días comprobamos, es muy corriente que llueva. Dura muy poco y a veces con muy poca intensidad, pero a veces sí que lo hace con fuerza. Con la lluvia también el viento, habitualmente moderado, se refuerza bastante lo que te incomoda e inquieta cuando tienes que hacer un desembarco con el auxiliar. Ese día el viento en el barco llega a ser de 20 nudos en las rachas. Qué bonito día. En un momento que pareció que paraba el viento un poco nos subimos a La Poderosa y nos encaminamos con ella a la ciudad. El auxiliar avanzaba de sobra pese al viento y aunque las pequeñas olas generadas en la bahía nos iban salpicando algo de agua nos mojaron mucho menos de lo esperado.

 

Entramos en la ciudad por la entrada de mar y amarramos justo en el centro de la ciudad, enfrente del Parlamento. La amarramos bien a la barandilla con dos candados de espiral de bicicleta que es lo único que teníamos aunque daba bastante buen resultado porque se podían estirar bastante aunque no creíamos que fueran muy seguros. Perfecto, y gratis.

 

Fuimos directamente al locutorio para que Sandra llamase a sus padres y que la felicitasen. Nos reímos de que fuera ella la que llamase para que la felicitasen pero la situación era mejor así. Mientras ella habla, Dani ojea un periódico local y descubre que el Barça ocupa dos hojas a todo color porque ha ganado el mundialito de clubs ganando en la final 4-0. En el artículo hablan maravillas de Guardiola, Messi, Iniesta y Xavi. Es gracioso que tan lejos hablen con el mismo entusiasmo que lo hacen en Barcelona. Aunque hay que reconocerlo, tienen mucha razón. Por supuesto.

 

Luego buscamos en un par de sitios sin éxito, una cadena para La Poderosa. Como no sabíamos cómo se decía cadena y nos habíamos dejado el diccionario, tuvimos que dibujarla en una libretita. “Chain”. Ahora ya no nos olvidaríamos.

 

Luego fuimos a dar una vuelta por la ciudad paseando por Trafalgar Square y viendo el monumento a Nelson, que es 17 años más antiguo que la columna de Nelson de la homónima plaza londinense. Ésta continúa erguida pese a que al parecer, a la gente del lugar no le gusta nada y preferiría que en su lugar se irguiera una estatua de algún héroe nativo de la isla. Paseamos por la comercialísima Broad Street y bebimos en un puestito callejero un coco, de esos verdes, de los de beber. Cuando acabamos su líquido, tras luchar con un montón de hormigas que estaban en la piel y que se nos subían por las manos e incluso casi entraban dentro del líquido, el rastafari que los vendía nos lo abrió muy amablemente y nos dio su pulpa que había comenzado a generarse y que bordeaba el hueco donde había estado el líquido que nos acabábamos de beber. Muy bueno.

 

Después de la refrescante parada, nos fuímos a un Kentucky Fried Ckiken para comer y celebrar el cumpleaños de Sandra. Qué miserables pero que bueno. Dani se pidió un menú que tenía una extraña bebida. La bebida era un helado líquido buenísimo y que no era considerado como postre, sino como bebida ya que estaba en la columna de “drinks”. Si de verdad beben con eso, menudos golosos.

 

Después de comer, hemos paseado hasta la St. Marys Church, una iglesia anglicana construida en estilo georgiano que sirve de refugio cuando hay huracanes. Nos recordaba a las iglesias de las películas americanas con un jardín lleno de tumbas.

 

Cerca de allí pasamos por una frutería. Nos sorprendió los precios tan baratos hasta que nos dimos cuenta que los precios no eran por kilos, sino por unidades. De un precio baratísimo pasamos a un precio carísimo. Un hombre en la cola nos pregunta de dónde éramos y al responderle que de España, de Barcelona, nos informó muy simpático de la victoria del Barça en el mundialito.

 

Más tarde pasamos por un mercado de frutas y compramos allí un aguacate que costó 2,36 euros una sola unidad, y un paquetito pequeño de judías que valían también 2,36 euros.

 

A continuación nos fuimos a visitar St Michael’s Cathedral, también anglicana y que tenía un enorme órgano en su interior. De allí volvimos al supermercado del primer día y compramos un par de trocitos de bizcocho que parecían una tarta de plástico, unas velas, y unas bebidas, y todo para que Sandra pudiera soplar sus velas en su cumpleaños.

 

De allí fuimos a la playa y nos bañamos y nos zampamos la tarta-bizcocho-plástico. La vela no la pudimos encender por el viento y tras rebozarnos un rato con la arena que se nos metía por todos lados debido al viento, nos fuimos de vuelta al barco.

 

En el barco Sandra preparo un bizcocho en condiciones y tras una buena cena, le pusimos las velas y Dani cantó desafinadamente, un cumpleaños feliz.

 

El día 22 queríamos ir a visitar la isla en autobús, pero el día se levantó con tanto viento que nos intranquilizó un poco alejarnos del Piropo. La verdad es que está bastante seguro fondeado, en fondo de arena y con mucha cadena, pero siempre quedaba la duda. Así que decidimos quedarnos y aprovechar de paso para navegar un rato en windsurf. Como el viento era de tierra optamos por cargar todo el material en La Poderosa e ir a la playa y una vez allí, montar todo y navegar. Así, Sandra estaba en la playa y Dani, si tenía algún problema y derivaba, tendría algo de margen para alcanzar el Piropo y si no, de todas formas, Sandra cogería el auxiliar e iría a buscarle. El día de navegación no fue muy placentero porque cerca de la orilla no había suficiente viento y había que separarse un poco de ella con lo que cedías una distancia que luego había que ganar con poco viento. Lo peor es que dentro, el viento estaba racheadísimo con lo que las planeadas eran muy inconstantes pese a que en ocasiones había viento de sobra. Y por si fuera poco, la gran cantidad de barcos fondeados hacía que se tuviera que navegar todo el rato en zigzag lo que no era un problema si estabas planeando todo el rato, pero sí si se va planeando a ratos, parándose de golpe, flotando otros ratos. Bastante incómodo todo.

 

Sandra no se lo pasó mejor. Al poco de estar en la playa y que Dani se hubiera ido a navegar, apareció Rotny o algo así. Un lugareño. Sandra inmediatamente le dijo que su novio estaba navegando por si tenía intenciones de ligue pero no, el hombre, dada su insistencia, era evidente que sólo quería sociabilizar y charlar un rato. Sandra puso en práctica su inglés pero el hombre no se cansaba de charlar y tanto tiempo hablando en inglés cansaba un poco, más cuando el hombre se embalaba y no pillaba una. Dani descansó un rato de su “placentera” navegación y también se puso a hablar con Rotny. Hablamos de muchas cosas, de que se hacía en fin de año, de lo que trabajaba, que a él le gustaba jugar al cricket y que había ganado una pequeña liga hacía pocos días, que se hacía en Nochebuena, Navidad y fin de año en Barbados, etc. Nos recomendó que visitáramos el pueblo de Bathsheba que para él, era lo más bonito de la isla. El hombre no se cansaba nunca de hablar e incluso se ofreció a acompañarnos al día siguiente a la parada de autobús. Al parecer estaba trabajando como pintor en la nave que había al lado de la playa pero ese día seguro que mucho no trabajó.

 

Tras nuestra larga conversación con nuestro nuevo amigo local, recogimos el material y volvimos al Piropo donde nos bañamos para limpiarnos de arena. Era tardísimo y comimos más tarde si cabe. Por la tarde estuvimos de nuevo escribiendo el diario y la entrada de la travesía y el día ya no dio para nada más.

 

Al día siguiente teníamos la intención de visitar Bathsheba siguiendo la recomendación de Rotny, pero se levantó un día horrible. Mucho viento y lluvia. Por ahora el plan de visitar la isla se seguía posponiendo. Esperamos a ver si mejoraba, Incluso hicimos una tentativa de subirnos a la auxiliar pero aparecieron nuevas nubes negras y volvió a llover. Al final, comimos en el barco y por la tarde, aunque el día mejoró, era tarde para irnos a algún sitio por lo que nos fuimos a la ciudad para dar una vuelta e intentar publicar la entrada en un locutorio.

 

Llegamos con La Poderosa a nuestro amarre habitual y Sandra desembarcó subiéndose al muro. No obstante, vimos que habían ya unas cuantas zodiacs, unas cinco o seis, amarradas a las mismas dos cornamusas y decidimos amarrarla en otra de las cornamusas que habían más adelante. Sandra iba por el muro y Dani con la auxiliar por el agua. Al acercarse al muro Dani vio que en esta parte, las grietas que separaban los bloques de muro tenían cientos de pequeños bichos con muchas patas que parecían cucarachas aunque eran diferentes. Seguramente, en el sitio habitual, aunque habíamos visto algunas, no había tantas porque existía más tránsito de personas y barcas. Al tocar con la zodiac la pared se asustaban y salían de las grietas y corrían en bloque hacia arriba cubriendo casi por entero buenas partes de muro. La visión era realmente asquerosa. Dani se inquietó por si los bichos comenzaban a meterse en la barca pero no, menos mal, no les gustó esa opción. Lo peor con diferencia lo tenía Sandra que estaba arriba en el muro ya que tenía que sujetar en la cornamusa la amarra que le debía tirar Dani y cada vez que la auxiliar se apoyaba en el muro, cientos de los encantadores animalillos corrían alrededor de los pies de Sandra. La sensación era más fuerte que ella y se apartaba un poco con lo que no podía coger la amarra y entonces la operación de amarre se alargaba y de nuevo, cada vez que la barquita tocaba la pared, una nueva nube de bichos corría para arriba. Sandra incluso soltó algún gritito con lo que la gente que había sentada en los bancos del paseo o se reía o se asomaba, y por sus caras, se veían que se quedaban horripilados por la cantidad de bichos que había y que desde su posición, no podían ver. En conclusión, montamos un numerito, pero es que los bichos eran horripilantes, eran rápidos como cucarachas y habían muchísimos. Si lo llegamos a saber, dejábamos a La Poderosa donde siempre aunque fuera amontonada entre las otras auxiliares.

 

Nos fuimos a un nuevo locutorio que encontramos pero al final, entre contestar a un par de correos y leer con interés los comentarios que la gente nos dejaba en la página web, vimos que el locutorio no era demasiado barato y postergamos la publicación de la entrada de la travesía. Estuvimos una hora y poco y la broma nos costó 10 euros. Salimos de allí y decidimos caminar hacia el este ya que no conocíamos esa zona de la ciudad y de paso visitaríamos el Barbados Cruising Club para ver si allí, el wifi gratis que nos habían anunciados nuestros visitantes navideños de hacía dos días, tenía además la posibilidad de conectarse a la electricidad ya que de lo contrario, no podríamos conectarnos mucho rato, apenas una hora, demasiado poco tiempo para lo lejos que estaba. De camino, pasamos delante de una casa de coches de alquiler y preguntamos los precios. Al parecer sólo tenían vehículos enormes y no tendrían disponibles coches normales hasta pasadas las fiestas. Cerca, encontramos un sitio muy cutre de Internet que sólo tenía un ordenador pero al menos, era el más barato que habíamos encontrado. Ya volveríamos allí otro día. Y más, tarde, vimos las gasolineras donde podríamos ir con los bidones a recargar el poco gasoil que habíamos consumido en la travesía, unos 30 litros y agua si nos hacía falta. Y finalmente, llegamos al club. Nos tomamos unas Coca-cola en su agradable terraza y observamos la zona de fondeo que tenía enfrente. Es la zona de la bahía reservada a los barcos locales. Nos extraño un barco fondeado a lo lejos que parecía un velero pero que no tenía palo. Al estar allí y ver que sí había enchufe para el ordenador se nos hizo la luz de que allí la corriente era diferente a Europa. Le preguntamos al camarero y nos confirmó nuestras sospechas y nos dijo que lo sentía pero que no tenía convertidor pero se ofreció a que si volvíamos al día siguiente nos tendría preparado uno. Amabilísimo. Al poco de estar allí fueron pasando las personas que nos habían visitado en la zodiac hacía unos días y al reconocernos, fueron muy simpáticos con nosotros. Uno de ellos nos contó que el barco en el que precisamente nos habíamos fijado anteriormente, era de un alemán que acababa de llegar hacia un par de días y que a 1000 millas de Barbados, había perdido el mástil y que a duras penas había podido llegar allí con un aparejo de fortuna. El hombre comentaba riendo que sólo llegar él le preguntó al alemán si necesitaba ayuda y que éste le contestó que sólo necesitaba un mástil.

 

Cuando escuchamos historias de estas pensamos que nuestra travesía, por suerte, ha ido especialmente bien. Precisamente en el locutorio, habíamos leído un correo de Nacho y Juan Pablo, los españoles que coincidimos en Cabo Verde que nos comentaban que su travesía a Brasil había sido horrible porque se habían quedado sin electricidad. Nos contaban que no habían tenido piloto automático y que no habían podido sacar el agua dulce de los tanques entre otras “pequeñísimas” incomodidades. Que barbaridad. Por fortuna, habían podido llegar a Fernando de Noronha y de allí, a su destino. Menos mal.

 

Iba oscureciendo por lo que decidimos regresar. Esta vez volvimos por la arena blanca de la playa bordeando gran parte de la ancha bahía hasta llegar al centro de la ciudad. Pasamos de nuevo por el supermercado y vimos que estaba a rebosar de gente. En el supermercado nos enganchó el típico tipo raro que nos engancha a veces en cualquier parte del mundo. Que se pega mucho haciendo la conversación especialmente incómoda. Nos comentaba que el supermercado ese era el más barato y rollos semejantes. No le entendíamos mucho. De golpe nos dice algo como de “coke” e ingenuos, pensábamos que nos decía algo de Coca-cola pero una señora le chilló no y casi inmediatamente apareció un señor que le echó la bronca y le echó del supermercado. Menudo ojo comercial tenía el hombre para buscar a sus clientes.

 

Ya volviendo era noche cerrada y el viento, como siempre, era de tierra. Pensamos que si se estropeaba el motor tendríamos que tirar de remos desesperadamente o nos iríamos mar adentro y con la oscuridad no nos vería nadie, y claro, para no cargar no cogimos la VHF portátil. Pero bueno, había un sueco bastante mayor por ahí que no tenía motor en su zodiac y que iba con su mujer para arriba y para abajo sin ningún problema y aunque hiciera bastante viento. Nosotros en alguna ocasión hemos practicado y contra una corriente moderada, se avanza bastante poco, por lo que el sueco debía tener bastante mano con los remos.

 

El 24 por la mañana nos tiramos al agua para darnos un baño y lavarnos. Chapoteando probamos a quitar un poco de las algas verdes que se habían creado justo por encima de la línea de flotación y del antifouling. Esas algas salían muy fácil y como el agua estaba muy buena de temperatura, nos animamos a ir rascando las alguitas que habían yendo con cuidado de no tocar el antifouling que por ahora aguantaba limpio de cualquier bicho. Menudo forma de pasar una buena parte de la mañana del día de Nochebuena. A remojete en el mar.

 

La verdad es que en Nochebuena y Navidad, justo esos días, es cunado más nostálgicos de nuestras familias estuvimos. Nos hubiera gustado pasarlos en casa con la familia, pero claro, todo no se puede, y no nos íbamos a quejar de estar pasando una Navidades en el Caribe subidos en nuestro velero. Así pues, decidimos para compensar la nostalgia, preparar comidas especiales y diferentes para que nos pareciera esos días, más navideños. Ya arregladitos, fuimos a la ciudad a hacer las compras de las comidas. El supermercado estaba abarrotadísimo, como lo habían estado los días anteriores. No seguimos horripilando con los precios pero había que comer.

 

Luego pasamos por el locutorio pero no localizamos a nuestras familias. Más tarde sí que pudimos hablar con ellos por el teléfono satélite y felicitarles las fiestas. Más tarde preparamos una pizza casera que nos trastocó todos los planes. Entre que era tarde y que era la primera vez que preparábamos la masa de la pizza, comimos tardísimo. Además, la pizza salió de tamaño familiar muy numerosa por lo que después de comer, nos sentíamos como dos bolas inmensas incapaces de moverse, sobretodo Dani. Por la noche, lógicamente, no teníamos nada de hambre así que la cena de Nochebuena, a la fuerza, tuvo que ser ligera pero eso sí, muy rica, ya que comimos unos huevos rellenos, un poco de pica-pica, y unos flanes de postre. Y para amenizar el ambiente, pusimos la radio y escuchamos una ración de villancicos en inglés de esos que por la pelis, conoces más que los de toda la vida.

 

El día siguiente era: “Navidad, Navidad, dulce Navidad. La alegría de este día hay que celebrar”. Así pues, nos quedamos en el barco. Bastante pronto Sandra comienza a preparar el festín. Sopa de una especie de “galets” para cumplir con la tradición catalana y un pollo asado con muchas hiervas y alguna patatas que salió riquísimo. Amenizamos el ambiente con otra sesión de villancicos y tras el festín, volvimos a ser dos bolas inmóviles. Por la tarde decidimos hacer macrosesión de cine por lo que teníamos dos opciones muy intelectuales, o tragarnos la saga del señor de los anillos, o tragarnos la saga de Saw. Creimos que la de Saw no era muy apropiada para un día navideño y aunque la otra tampoco lo era, comenzamos a verlas aunque finalmente, era tan repetitiva y monótona, que sólo pudimos tragarnos una peli y poco de la segunda… poco más que suficiente. El resto de la saga ya la veríamos cuando estuviéramos muy aburridos dentro de miles de años. Y para cenar comimos las ricas sobras del pollo y de la sopa.

 

El 26, aunque se presentaba un día bastante feo decidimos cumplir con nuestros planes de ir a visitar un poco la isla. Habíamos comprendido que aquí el tiempo no era muy estable por lo que de golpe se nublaba, llovía, salía el sol, se volvía a nublar, soplaba el viento… y no podíamos esperar a que hiciera un día claramente bueno para visitar cosas sino, no iríamos nunca. Y además, con los días que llevamos ya habíamos comprobado que el Piropo está perfectamente agarradito. Así que, cogimos a La Poderosa y nos fuimos a la ciudad y de ahí caminando, a la estación de autobuses que estaba muy cerca. Cogimos el autobús hacia Bathsheba una playa que se sitúa en la salvaje costa atlántica de Barbados y que es muy conocida por sus características formaciones rocosas. Saliendo de Bridgetowmn con el autobús nos sorprendimos mucho de cómo viven la mayoría de autóctonos. Los edificios de varias plantas de hormigón que conocemos en España no existen y todo el mundo vive en pequeñas casas unifamiliares muy pequeñas, de madera y muy pegadas unas a otras. Al parecer, este tipo de construcción típica se arrastra desde los primeros años posteriores a la abolición de la esclavitud. Los antiguos esclavos continuaron en mucho de los casos trabajando para el antiguo patrón que les dejaba parte de su terreno para que construyeran sus casas. No obstante, los nuevos liberados, sabiendo que el terreno no era suyo, construían sus casas para que, ante cualquier eventualidad, pudieran mudarse con toda su casa a cuestas. También creemos que la tradición anglosajona de construir bastante en madera debía ayudar. No obstante, era curioso que a día de hoy se continuara viviendo así ya que las casas, aunque estéticamente eran bonitas, sorprenden mucho por su fragilidad y precariedad. Y eso que Barbados al parecer, goza de uno de los niveles de vida más altos del Caribe si exceptuamos las islas que no son independientes. Con este tipo de casas, se entiende que cuando pase un huracán produzca tantos y tantos daños aunque los huracanes sean realmente una barbaridad ya que leímos que en ellos soplan vientos entre 100 y 150 nudos cuando ya “sólo” con 34 nudos, ya se considera que existe un temporal.

 

El centro de la isla, tampoco estaba muy deshabitada porque el tipo de construcción impide que existan grandes acumulaciones poblacionales en poco espacio. No obstante, habían grandes plantaciones del monocultivo local, la caña de azúcar y tramos de espesa vegetación tropical.

 

Y al llegar a Bathsheba el paisaje nos encantó. Era una playa salvaje, bañada por el bravo y gris Océano Atlántico, el oleaje batía contra grandes moles de piedra que se encontraban tanto en la playa como en el mar y que estaban esculpidas por el propio mar con unas formas inestables, que se aguantaban por unas pequeñas bases que parecían insuficientes para aguantar el peso que tenían encima. La playa era de arena, pero inmediatamente, bajo el agua, habían muchas rocas por lo que el lugar no era óptimo para el baño lo que explicaba la falta de infraestructura turística. La costa era muy verde y la vegetación muy frondosa en las zonas que no estaba urbanizado. Era tanta la fertilidad que las plantas parecían ganar terreno a la arena blanca de la playa. Habían plantas cuyas raíces se habían asentado perfectamente en la arena y también, como no podía ser de otra forma en estas islas, habían muchas palmeras cocoteras que incrementaban la imagen exótica del lugar. En la finísima arena, podían encontrarse restos vegetales que las mareas no habían podido limpiar todavía y entre ellos, muchos cocos negros y casi podridos por la humedad del mar. Algunos de ellos sacaban tallos verdes con ganas de asentarse en la tierra. El cielo estaba nublado por el empuje que los fuertes alisios hacen de las masas de aire húmedo contra la tierra pero gracias a ese cielo, se incrementaba la sensación de estar en un sitio salvaje. Caminamos por la playa un buen rato hacia el norte. Nos entreteníamos buscando conchas de llamativos colores y formas y observando los extraños peces que nadaban encerrados en las pozas que se creaban por la retirada del mar con la marea baja. En una de esas pozas, Sandra vio algo largo de rallas negras y amarillas que no era un pez, sino una especie de serpiente marina. Que diferente todo al Mediterráneo. Y en uno de los amplios recovecos que hacían las rocas en la arena, comimos los bocadillos que llevábamos preparados.

 

A la vuelta quisimos volver por la carretera que creíamos transcurría siempre paralela a la costa pero no era así siempre y la carretera penetró a un buen tramo hacia el interior. Cuando nos empezamos a dar cuenta que el desvío era importante nos dio pereza desandar nuestros pasos y seguimos por allí. Nos dimos un buen paseo pero así, de paso, vimos la selvática y espesísima vegetación y las casas locales. También vimos un mono en medio de la carretera que rápidamente se escondió y extraños caracoles grandes y alargados.

 

Ya cerca del lugar donde estaba la parada del autobús volvimos a meternos en la playa y vimos sobre la arena, la cabeza cortada de un animal horrible. Tenía muchísimos dientes largos y afilados y unos ojos rasgados entre grises y azulados. No pudimos imaginarnos que debía ser pero le hicimos un par de fotos para intentar, en el futuro, averiguarlo.

 

Esperamos al autobús que nos llevó a Bridgetown y de allí, nos fuimos directamente al barco.

 

Acabábamos de llegar al barco cuando oímos desde el interior a dos personas que nos llamaban desde fuera. Eran Pilar y Valerio, dos italianos que se habían acercado al Piropo en un auxiliar y hablaban muy bien español y querían practicarlo más. Les invitamos a pasar dentro y nos comentaron que habían cruzado el Atlántico en un catamarán noruego pero ahora buscaba un nuevo barco porque querían ir hacia Sudamérica y estos se iban a Martinica. También nos comentaron que no se llevaban muy bien con una señora mayor que viajaba en el barco que al ser la madre del propietario del barco, pintaba mucho, aunque éste no estaba allí. El barco lo capitaneaba una tercera persona que con ellos sí que se llevaba bien. Un culebrón vamos.

 

Es habitualísimo que tripulaciones sin barco se ofrezcan en Canarias para acompañar a navegantes en sus travesías. La mayoría es gente joven que busca una experiencia única y después regresan a su país como un mallorquín con el que coincidimos fugazmente en Barbados y que se no acercó mientras amarrábamos el auxiliar al observar que hablábamos castellano. Para otros en cambio, la travesía es una simple aventura dentro de un viaje más largo en el que recorren otras partes de América, normalmente Sudamérica. Los tripulantes que se ofrecen recorren los puertos y marinas canarios dejando notas y van de barco en barco hablando con los capitanes y cuando hacen esto último, los pobres, parecen que hacen una entrevista de trabajo ya que enseñan su versión más amable y simpática relatando sus experiencias previas marineras si las tienen, porque algunos no tienen ninguna. Estos navegantes se ofrecen a ayudar en las maniobras pero sobretodo a hacer comidas y a ayudar en todo lo posible. A nosotros se nos han ofrecido bastantes personas, tanto parejas como personas que iban solas o con algún amigo. Lo curioso es que son muchos los que encuentran barco porque a algunos nos los encontramos más tarde en Cabo Verde y otros, nos escribieron un email contándonos que habían encontrado barco. Es curioso que los navegantes con barco quieran subir a unos desconocidos a bordo. Supongo que algunos navegantes con barco son parejas mayores, familias con niños pequeños, navegantes solitarios o cualquiera que no haga ascos a llevar consigo una ayuda más o una compañía. Algunos capitanes, también es cierto y son menos, hacen algo de negocio y cobran por llevar a tripulantes. Nosotros debemos ser muy antisociales o independientes pero no nos apetecía nada vivir tantos días con un extraño y además, creíamos que tenía más mérito hacer la travesía nosotros solos, sin ayuda de nadie. Tampoco el tamaño del Piropo ayudaba a subir a mucha tripulación a bordo.

 

La experiencia relatada por Valerio y Pilar nos confirmó la sospecha que el compartir la travesía con extraños, puede ser en ocasiones, una experiencia cuanto menos incómoda.

 

Estos simpáticos italianos, también quisieron hacer trueque de libros con un mamotreto que no podían leerse porque decían que era muy denso para sus limitados conocimientos de castellano: Ulises de James Joyce. Nosotros le dimos a cambio un libro que ya habíamos leído “El coronel no tiene quien le escriba” de Gabriel García Márquez y como era tan pequeño y nos sabía mal el desequilibrado trueque, aunque sólo fuera por una cuestión de peso, les dimos también “Artículos” de Mariano José de Larra.

 

Por lo demás, nos hicieron mucha gracia porque eran los típicos hippys. En Barbados, viajaban haciendo autoestop, dormían por ahí e iban conociendo a gente. Nos dijeron que era lo que podíamos ver de la isla, aunque nos dijeron que al parecer, Barbados, no es la isla más bonita del Caribe. Y eso que a nosotros ya nos estaba gustando mucho.

 

Por la noche vimos la parte que nos quedaba de la segunda entrega de El señor de los Anillos. Nos dormimos. Infumable.

 

El 27 de diciembre fuimos al locutorio porque Sandra había quedado con su madre para intentar hacer una videoconferencia y a Dani le hacía ilusión felicitar a su hermana por su cumpleaños, pero al llegar estaba cerrado, las calles estaban desiertas y los comercios estaban cerrados. Era festivo. El día anterior, “Boxing Day”, había sido festivo también pero no esperábamos que también el 27 fuera fiesta. Decidimos por tanto hacer una excursión que teníamos pendiente, ir a la “Platinum coast”, la parte de la isla donde están las playas más bonitas para bañarse. Nos tocó volver al barco a preparar bocadillos y coger los bañadores y ya en la estación de autobuses averiguamos que los autobuses con destino a Speightstown no salían de allí, sino de otro lugar y hacia allí nos fuimos caminando.

 

El recorrido a Speightstown fue muy diferente al del día anterior. La carretera estaba muy urbanizada con muchos hoteles de lujo e incluso algún bloque de apartamentos en los que debían vivir o veranear gente con mayor capacidad adquisitiva según supusimos por los vehículos que había en el exterior. La carretera transcurría cerca de la costa por lo que en ocasiones, podíamos ver playas muy  estrechas en arena, pero preciosas en cuanto a colores porque la arena era blanquísima y al mar era de un azul turquesa intenso.

 

Llegamos a Speightstown que es la segunda ciudad de Barbados pero debía haber mucha diferencia poblacional con la primera porque nos pareció tan pequeña que casi nos pasamos. Menos mal que se nos ocurrió preguntar. La idea era caminar un poco por la costa hacia el norte de la ciudad para ver Heywood’s Beach y luego caminar de nuevo hacia el sur de la ciudad hasta ver Mullin’s Beach, las playas de las que mejor hablaba la guía que llevábamos.

 

El paseo fue muy agradable y nos hicimos una buena idea de lo que se denomina “Platinum Coast”, la Costa Platino, un nombre un poquito comercial para las playas más turísticas de Barbados. Son muy bonitas por sus colores pero muy explotadas, con muchos hoteles de los del todo incluido llenos de turistas que se distraen tomando cócteles en la playa y haciendo ruido con motos acuáticas de alquiler. El espacio de arena no es muy amplio pero nos seguía llamando mucho la atención que aparte de las palmeras, crecieran árboles en la arena lo que hacía el paisaje más bonito juntando al blanco y al azul, el verde.

 

Caminando hacia el norte llegamos hasta el puerto de Saint Charles Marina, más al norte que Heywood’s Beach. Ésta es la única marina de Barbados aunque está destinada únicamente a los propietarios de las viviendas de la urbanización de lujo de la que forma parte. Tiene no obstante, cuatro o cinco amarres disponibles para barcos de paso y aunque ignoramos el precio porque no nos interesó, supusimos que no debían ser muy económicos. Ese día, sólo había un megayate amarrado, el que habitualmente sale en las fotos de los derroteros, pero el resto de amarres estaban libres. Este puerto es el único lugar en Barbados donde se puede cargar agua directamente a los tanques del barco y es también, al igual que Bridgetown, puerto de entrada al país y por tanto, en él se pueden formalizar todos los trámites de inmigración y aduana. Una cuestión que debe tenerse en cuenta si se hace la entrada aquí es que también habrá que hacer la salida porque la normativa de Barbados así lo exige.

 

Volviendo hacia el sur paramos en una playa a comer y a bañarnos un rato. Nos pusimos las gafas de bucear y observamos los fondos. Pese a que los arrecifes estaban trilladísimos, se veían algunos peces sorprendentes por sus colores a poquísimos metros de la playa. Nos pareció identificar a unos peces cirujanos, pero no identificamos entre otros, a un pez plano que se parecía a un lenguado y a un pez muy alargado con una boca aún más alargada. Que maravilla.

 

Después del baño, pasamos de nuevo por Speightstown y recorrimos sus calles pero no vimos mucha cosa que ver además de que parecía una ciudad fantasma porque por la festividad, no había casi nadie por sus calles. Continuando por la costa hasta el sur recorriendo más de las bonitas playas y nos entretuvimos con unos graciosísimos pajarillos que buscaban comida justo cuando se retiraban las olas. Su comida debía ser algo intranquila porque cuando llegaba la siguiente ola corrían hacia la arena seca para que la ola no les mojara y así sucesivamente. Corrían para abajo, corrían para arriba. De vez en cuando alguna ola más grande les sorprendía y les pillaba y entonces, cuando ya estaban sobre la espuma, se ponían a volar para huir de la desagradable situación.

 

Finalmente, llegamos a Mullin’s Beach que no fue ni mucho menos la mejor playa que vimos ese día. La verdad es que habíamos ido hasta allí porque la recomendaba la guía que llevábamos pero empezábamos a dudar del criterio de ésta viendo las cosas que recomendaba ver. La playa era muy estrecha y estaba repleta de tumbonas y sombrillas. Cuando preparamos el viaje nos costó encontrar una guía de las pequeñas antillas en castellano porque debe ser un lugar donde la gente de España no veranee mucho y si lo hace, no lleva una guía. Ni siquiera la encontramos en Altair, una maravillosa librería de viajes de Barcelona que tienen los libros clasificados por países y en cada país, no sólo hay guías y mapas, sino también libros de lectura relacionado con dicho país. Nosotros nos hemos pasado muchos ratos allí simplemente ojeando libros y soñando viajes. Finalmente, la guía la encontramos por Internet pero dejaba mucho que desear. De todas formas, siempre es mejor tener algo que nada.

 

Desde Mullin’s Beach, cogimos un autobús destino a Bridgetown, y una vez en la ciudad, nos apeteció antes de volvernos al Piropo, tomarnos un helado. Entendimos porque los helados de Barbados no son mundialmente conocidos pero aún así, estaba fresquito y dulce.

 

El día 28 rompimos un poco el presupuesto de gasto de ese mes. Con los veinte días de travesía, íbamos a batir un record imbatible de poco gasto pero tuvimos que pasar por una náutica. Nos estábamos quedando sin agua en los tanques aunque todavía nos quedaba para más de una semana y como no sabíamos si en el próximo destino tendríamos facilidad de acceso al agua y en Barbados no se puede cargar directamente agua en ningún lado, decidimos comprar unos bidones y así, con la zodiac, cargarlos en cualquier lado. En Barbados por ejemplo, los cargaríamos en una gasolinera. Así pues, en la náutica, compramos dos bidones de agua de 25 litros y ya que estábamos, compramos una pequeña ancla para La Poderosa y una cadena para atarla cuando desembarcáramos que fuera más larga y segura que los dos candados de bici que estábamos utilizando hasta la fecha.

 

Luego, volvimos a pasar por el locutorio para ver si Sandra podía hacer la videollamada pero no funcionó y encima el teléfono para llamar a Europa tampoco iba por lo que la visita fue todo un éxito.

 

Después fuimos al Banco a soportar las típicas largas colas y a cambiar euros por dólares norteamericanos que creíamos que, excepto en las islas francesas Martinica y Guadalupe que están integradas a todos lo efectos en la Unión Europea y que funcionan con euros, nos serían más útiles los dólares porque al parecer, en la pequeñas antillas se puede pagar en cualquier sitio directamente con ellos sin ningún problema. No obstante, al pedirle cambiar euros por dólares norteamericanos a la cajera nos dijo que no podíamos hacer esa operación y que sólo podíamos comprar dólares de Barbados. Nos extrañó, pero como nos hacían falta también dólares de Barbados cambiamos. Pero a mitad operación le preguntamos a la cajera cómo hacían los de Barbados para irse al extranjero y a la Einstein se le hizo la luz: comprando dólares norteamericanos con dólares de Barbados (nos metemos con ella porque fue un poco borde y antes que decirnos que no podíamos podría haber preguntado). Así pues, tras consultarlo con una jefecilla la solución estaba hecha, comprábamos la moneda local y con ellos, dólares americanos. Nos costaría un poco con las comisiones de los cambios pero algunos dólares norteamericanos tendríamos para ir tirando.

 

Luego fuimos a comer a un sitio de comida rápida local como hace la casi totalidad de la gente trabajadora de Bridgetown. Es sorprendente lo abarrotadísimos que están este tipo de sitios los días de diario para comer. Y comimos una hamburguesa de ternera que ya hacía tiempo que no comíamos carne roja. De allí nos fuimos al supermercado a comprar alguna cosilla para luego volver al Piropo cargadísimos.

 

El día 29 teníamos previsto hacer los varios viajes previstos con La Poderosa a la gasolinera para cargar mucha agua y un poquito de diesel. Calculábamos que como mínimo tendríamos que hacer tres viajes. La meteorología parecía que no era favorable porque por la noche había llovido mucho. No obstante, por la mañana había amanecido aguantable por lo que Dani comenzó a preparar la auxiliar vaciándola del agua de lluvia que había entrado por la noche. Al poco de vaciarla, se puso a llover muy fuerte. Menudo ojo. Y así siguió el resto del día, lloviendo a ratos y soplando mucho viento. Soplaban unos 20 nudos constantes y las rachas llegaban cerca de los treinta nudos. Que tiempo. Así que nos pasamos el día en el barco, esperando a que mejorara, redactando entradas y preparando nuestros inmediatos destinos leyendo los derroteros y mirando cartas. Sandra también se dedicó a confeccionar la bandera de nuestro siguiente destino, San Vicente y las Granadinas que dependen de San Vicente. En Tenerife quisimos comprar algunas banderas pero costaban 6 euros cada una por lo que sólo compramos la de Cabo Verde y la de Barbados. Tampoco eran tan y tan caras si pensamos la faenilla que daría hacerlas en el futuro pero como sólo en el Caribe necesitábamos un montón de banderas, nos dio palo gastar tanto. Aquí preguntamos en la náutica y valían 15 euros. Los precios iban subiendo. Así que no quedaba otra que confeccionarlas.

 

Hablando de banderas, nosotros llevamos el preceptivo pabellón de España aunque de un tamaño bastante modesto porque creíamos que sería más cómoda que un banderón y porque habíamos leído que en determinados países te ponían problemas si la bandera de cortesía era más pequeña que la de tu pabellón nacional. Pero por aquí, la mayoría de veleros no tienen esos temores y llevan banderas casi del tamaño de la Plaza de Colón de Madrid. Hemos llegado a ver una tan exagerada que tocaba el agua y todo. Quizá los franceses son las que la llevan más pequeñas pero las de los noruegos son gigantescas, las que más, pero también los suecos y los finlandeses (aunque de estos hay algunos menos). Los ingleses y alemanes también las llevan enormes aunque de estos últimos hay de todo. Y como no, los norteamericanos, por supuesto, las llevan gigantescas. La verdad es que tienen su utilidad sobretodo para aquellas nacionalidades que son muchos navegando porque observas que después, en los fondeos, se van visitando atendiendo únicamente a la nacionalidad. Nosotros, que no vemos a nadie con nuestro pabellón, pues no tenemos esa necesidad pero quizá deberíamos llevarla más grande porque cuando hablamos con algún navegante en tierra, se sorprende cuando decimos que somos españoles ya que nos comentan que no han visto ningún barco con esa bandera. Nos hemos pasado de pequeña.

 

El día 30 era un día más tolerable para ir paseándose con La Poderosa pero no podíamos hacer la operación agua porque primero teníamos que ir a la ciudad. Era el cumpleaños del padre de Sandra y ella lo quería felicitar. Dani aprovechó para hablar con sus padres. 17 minutos escasos costaron algo más de 10 euros. Un poco caro pero creemos que sin pasarse, no es tirar el dinero hablar con la familia. Más tarde, fuimos a comprar tonterías que nos faltaban: un embudo para el agua y un despertador, que hasta la fecha íbamos tirando con el móvil y como siempre estaba buscando cobertura, se quedaba sin batería enseguida.

 

También estuvimos indagando dónde estaba la Embajada Estadounidense para hacer los visados preceptivos para visitar las Islas vírgenes y quizá, Puerto Rico. Al parecer, para entrar con barco propio los papeleos son mucho más complicados. Un vigilante de seguridad de un banco nos explicó como ir con todo lujo de detalles, incluso nos escribió en una libreta lo que debíamos decir para cuando preguntáramos. Muy amable. El problema es que la embajada no estaba en Bridgetown sino en los alrededores y nos daba una pereza enorme ir allí sabiendo que en Granada también hay embajada. Esperaremos allí a ver si está más disponible. Y si es muy complicado, pasaremos de ir por Estados Unidos. Por pesados y por pedir papeleos que no se piden en ningún lugar del mundo.

 

Paseando encontramos otro mercado de verduras y frutas en las que todo tenía muy buena pinta aunque seguía siendo caro. Compramos judías y lechuga y como preguntamos por los mangos y al final no compramos porque los habíamos confundido con otra cosa, la señora muy amable, nos regaló dos.

 

Luego fuimos a comer comidilla basura y nos entretuvimos con unas chicas que no sabíamos bien que decían pero a todo lo adjetivaban con la palabra “fucking”. Gesticulaban como las barriobajeras de las películas norteamericanas y estaban llenitas de tatuajes y cadenas. Lo más curioso de todo es que comían a dos carrillos y hablaban a la vez. Que dominio. Un verdadero espectáculo.

 

Luego pasamos luego por el Boatyard para tantear si allí se podía coger agua para el barco ya que nos venía mejor que la gasolinera y decían en los derroteros que allí se podía coger sin problemas y eran solícitos con los navegantes. Nada de eso. La chica de la entrada era todo menos solícita. Viendo el percal, decidimos seguir con nuestro plan de la gasolinera.

 

Y de allí, nuevamente al supermercado para ir comprando provisiones para nuestro siguiente destino, San Vicente, al que seguramente iríamos en tres o cuatro días.

 

Volvimos al barco con la zodiac y nos empapamos porque hacía mucho viento, como los días anteriores, aunque al menos ese día había sol. Cada vez que había una olita chocaba con La Poderosa y nos iba directo a nosotros y al interior de la barca. Un placer vamos.

 

El día 31 por fin pudimos realizar la operación agua. El día parecía más calmado. Hicimos dos viajes, el primero con un bidón de gasoil y otro de agua y el segundo con dos bidones de agua. La llegada, a una parte de la playa bastante más allá en la Bahía, fue un poco más complicada de lo esperado porque las olas eran de un tamaño algo incómodo y quizá si te cogía mal alguna de las más grandes, te podían poner en un compromiso. En el primer desembarco no hubo problemas pero en el segundo, aunque dejamos pasar unas olas que nos parecieron gordas, cuando nos estábamos acercando a la playa nos pilló otra. Lo bueno es que La Poderosa, arrastrada por la ola, se puso a planear e igualó la velocidad de ésta, con lo que llegamos surfeando a la orilla con un descontrol total.

 

La gasolinera estaba relativamente cerca, pero con 25 litros en cada mano, el paseo se hizo duro. Tanto que, como con dos viajes ya vimos que los tanques estaban bastante llenos, decidimos no ir a por más.

 

Las salidas de la playa fueron mucho más afortunadas. La Poderosa normalmente enciende bastante fácil. Con dos o tres tiradas ya está el motor funcionando. Pero claro, con la Ley de Murphy la situación en la que estábamos era el momento propicio para que tardara más y que nos pillara una ola más grande que batiera más adentro. En el primer viaje le costó bastante encender. El motivo es que tenía el starter puesto como siempre lo hacemos, pero como acababa de apagarse, quizá no hiciera falta porque fue quitarlo y encender inmediatamente. Por suerte, no apareció ninguna ola. En el segundo viaje, Dani había repasado mentalmente cada paso para que no fallara nada y encendiera pronto el motor. Ya habíamos gastado la suerte de que no nos pillara ninguna ola en el primer viaje. Pero sin embargo, el motor no encendía pese a que le dábamos al encendido. El auxiliar flotaba mientras, entre las olas, pero ninguna de estas, afortunadamente, batía antes de la línea habitual porque todas eran de igual tamaño. Los nervios estaban ahí porque en cualquier momento podía aparecer la ola que nos llevara a la orilla o nos volcara. Pero ¿por qué no encendía si siempre lo hacía rápido? Y entonces a Dani se le hizo la luz. No había puesto el hombre al agua. Muy listo. Lo puso y encendió a la primera y volvimos al Piropo con agua suficiente para pasar una buena temporada más sin tocar puerto.

 

Entre el primer viaje y el segundo, mientras estábamos en El Piropo descargando el agua que habíamos recogido, unos suecos nos llamaron desde su barco cuando nos vieron que nos subíamos a la zodiac para iniciar nuestro segundo viaje. Nos acercamos a su barco. Eran dos suecos mayores que acababan de llegar hacía dos días pero no les encendía el auxiliar y nos pedían que les arrastráramos hasta cualquier punto de la playa para ir a comprar, para fin de año, comida y sobretodo, según dijeron, vino. Les dijimos que ahora nos íbamos a la gasolinera y que allí no tendrían donde comprar y que esperaran a que volviéramos y les llevaríamos al centro de la ciudad porque además, nosotros también teníamos que comprar comida. Así pues, tras nuestro segundo viaje a por agua, pasamos por el barco sueco y uno de ellos se subió a su auxiliar sin motor, nos pasó un cabo, y así empezó la lenta travesía a la ciudad. La Poderosa iba un poco de lado ya que el viento era un poco fuerte y llevaba mucho peso, pero poco a poco llegamos al amarradero habitual.

 

Ya en tierra y mientras íbamos al supermercado, el sueco nos contó que iban a Trinidad pero que en plena noche, se les rompió la driza de la génova y se les fue entera al agua. Menuda pesadilla. Nos contaba que había parado un par de días para descansar algo. También nos contó que ellos pasarían la temporada en el Caribe y después ya volverían para Suecia. Nos ofrecimos para arrastrarle también a la vuelta y evitarles el palo que volver remando. Aunque hicimos la compra cada uno por su lado, quedamos a la salida. En el supermercado el sueco nos preguntó a cuánto iba al cambio porque no se aclaraba con los precios.

 

La vuelta al Piropo transcurrió sin problemas y por la tarde, prontito, comenzamos a preparar la cena de nochevieja y como a Dani le había gustado mucho el pollo con hiervas del día de Navidad, repetimos menú con alguna pequeña variación.. A la hora de fin de año española llamamos a nuestras familias para felicitarles el año y como a las 00:00 queríamos salir para dar una vuelta y ver el ambiente, sobre las 22:30 de Barbados, destrozamos la tradición y nos tomamos las uvas con un despertador  celebrando el cambio de año en algún lugar del Atlántico. Y sobre las 23:15, como el viento parecía algo calmado y parecía que no nos mojaríamos mucho, salimos a ver el fin de año de Barbados. Nos sorprendió mucho que no se valora mucho las 00:00 horas porque había muchísima gente en coches o caminando yendo de un lado a otro. Seguramente se hace la cena en casa y después se sale como si fuera un sábado de fiesta en España. En los sitios de fiesta se hace una cuenta atrás pero atendiendo al reloj del discjockey y unos lo celebran antes y otros después. No sé, pese a que es una tradición algo extraña, lo de las uvas te hace estar más pendiente a la hora exacta del cambio de año.

 

Estuvimos dando vueltas para ver qué hacía la gente y descubrimos, sin lugar a dudas, el sitio de moda de la gente joven. Habían cientos esperando la entrada en un sitio todos arreglados. Los chicos iban más o menos normales, pero las chicas, iban con vestidos ceñidísimos y minúsculos y llevaban algunas pelos muy raros. Era muy gracioso ver lo que se entendía aquí por llevar un vestido elegante de fin de año. La tradición al parecer es vestir todo de negro pero vimos que no se respetaba mucho.  En esa discoteca nos planteamos entrar pero había una cola inhumana por esa moda ridícula que también se empieza a instaurar en los sitios guays de España que consiste en tratar a la gente como borregos y tenerlos en colas en la puerta de los sitios de fiesta, incluso aunque el interior esté vacío, y sólo con el objetivo de que la gente cuando pasee vea que allí hay mucha animación. Y encima la gente paga para entrar en esos sitios. Como la discoteca animada estaba en la playa cercada de vallas que se podía ver el interior y no queríamos hacer la cola ridícula, enorme y que no avanzaba, nos fuimos. Pero el objetivo estaba cumplido y conseguimos intuir como era un fin de año de Barbados.

 

El día uno lo pasamos en el barco arreglamos de paso un poco la banda solar que se había descosido por un tramito pequeño. Por suerte, la parte descosida se veía cuando estaba enrollada y así la pudimos arreglar ya que hubiera sido muy difícil, fondeados y con el viento que hace siempre, abrir la génova y bajarla para arreglarla. Así que Sandra con la driza del spy subió a Dani por el estay y él, puso un parche allí para que al menos, no se descosiera más.

 

El día 2 teníamos previsto hacer los papeleos de salida pero al llegar a la ciudad, comprobamos que era festivo.

 

El día 3 tenemos previsto comprar provisiones en el supermercado y el día 4, seguramente nos iremos hacia la isla de San Vicente.

 

Un abrazo y ya os contaremos.

   
   
   
   
   
   

11 comentarios a “BARBADOS: Estancia en esta isla. Del 19 de diciembre de 2011 al 3 de enero de 2012.”

  • Muy bueno!!

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  • Definitivo… ¡Vuestra página habla como escribe Joyce!

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    Lo de "mso-tstyle-colband-size:0; mso-style-noshow:yes; mso-padding-alt; etc. etc" no es cosa de Joyce, aunque él escribiese aquello de "Escucha: un hablaoleada de cuatripalabras: siissuu, jrss, rssaiss, uss. Vehemente aliento de aguas entre sierpes de mar, caballos encabritados, rocas. En cuencas de rocas se desborda: plof, splof, plaf: encubadas en cubas. U, agotada, su discurso acaba. Fluye en torbellinos sonoros, anchamente fluyente, flotante, charca espumante, flor floreando" (JOYCE. Ulises. 591-597) ¿A que parece que habla de vuestro velero?
     

     
     

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    El viaje como aprendizaje: ya lo demostraron los románticos. Comenzó narrándolo Homero… Y, ahora, en plena travesía, cae en vuestras manos el Ulises de Joyce… Y os lo hacen llegar unos italianos en castellano… A cambio, un romántico: Larra  ¡Qué coincidencia!… Dicen que son muchos los que no dan de sí con la lectura de Joyce… que es un viaje literario difícil de concluir… Esperamos que nada os condicione y concluyáis todo aquello que deseéis, porque, a fin de cuentas, ¿quién decide el fin del viaje sino aquél que decidió iniciarlo? Aunque tenemos muchas ganas de veros, nos compensa el encontraros felices en las fotos… y, aunque sea con un poco de retraso, seguiremos leyéndoos.
    Encontró en el mundo de fuera como real lo que había en su mundo de dentro como posible… Cada vida es muchos días, día tras día. Andamos por nosotros mismos, encontrándonos con ladrones, espectros gigantes, ancianos, jóvenes, esposas, viudas, cuñados-en-el-amor, pero siempre encontrándonos con nosotros mismos”(JOYCE. Ulises. 1311-13189)

  • Sandraaaaa!!! Aunque con algo de retraso, muchísimas FELICIDADES!!!! Me alegra saber que estáis bien, se os ve muy felices. Espero que sigáis disfrutando de esta experiencia al máximo. Muchos besitos de Inés, Xavi y Rebeca.

  • Hola Sandra y Dani. Lo primero felicidades con mucho retraso. Lo segundo feliz 2012 y lo tercero que estáis muy guapos. Besos

  • La bandera de cortesía va en la cruceta de estribor.

  • Diría que el bicho de grandes dientes es una barracuda, pez cazador y voraz de esas aguas. Comestible (hablo de oidas) y relativamente fácil de pescar con rapala y un bajo de acero para que corte con los dientes, mucho cuidado si subís uno a bordo, puede ser un poco peligroso.

    Me gusta mucho vuestro blog, sobre todo porque se ve como con ganas se puede embarcar uno en una aventura como la vuestra.

    ¡Buena proa!

  • Buenas noches y Feliz Año:
    Es un placer leer vuestras crónicas y comprobar lo bien que os estáis adaptando. Pero por lo que contáis la vida en el caribe es cara en la mayoría de los sítios, aunque en unos más que en otros.
    Martinica la encontraréis cara también, pero tendréis de todo aunque os decepcionará la poca fruta que hay en los centros comerciales, aunque tendréis mejor tiempo, buen ambiente y buen trato en sus marinas.
    Un abrazo y no dejéis de enviar vuestras crónicas.
    R. Acuña

  • Las fotos son cada vez mas chulas , lo del cerebro ,inpresionante ¿es de verdad? enfin ,se nota que lo estais pasanfo fatal, yo creo que ya deveriais de ir volviendo, porque tanto sufrimiento no tiene que ser sano ,un besazo grande.

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