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CENTRO DE SALUD
 
EN EL CENTRO HISTÓRICO
 
VALENCIA, 1999

 

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El centro de salud se incrusta en un tejido histórico donde comienzan a proliferar las nuevas tipologías de ensanche. Emplazado en un punto donde la ciudad antigua empieza a despojarse de sus atributos, debe asumir el reto de articular este espacio de transición. La complejidad de un solar carente de medianeras, y de escasa amplitud, condiciona a una pieza que nace exenta y obligada a no convertir los espacios intersticiales en zonas residuales y repudiables.

 

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Y el volumen, puro, cuya superficie cutánea se apropia de la calidez de la madera, de la neutralidad de los reflejos de la chapa y del vidrio, adquiere los tonos ocres del entorno para, en la oscuridad de la noche, convertirse en foco de luz, materializando la razón de ser de un edificio que nace de dentro hacia el exterior, tratando de captar las imágenes, los fondos de perspectiva en grandes marcos que amenizarán las zonas estáticas interiores, referencias también de los recorridos interiores.

Aquella piel resuelta sin apenas transición entre materiales, con la salvedad de la tímida línea separadora, adopta su grado de transparencia a las necesidades interiores así como las cualidades de cada material se asignan al uso correspondiente. La privacidad de la consulta se complementa con la calidez de la madera, la luz y el espectáculo de las visuales entretienen y dan vida a los recorridos así como a las lánguidas zonas de espera, y esa luz, violenta, penetrando con la violencia de su plenitud, respetuosa, en los casos necesarios, tamizada por la plancha perforada o bien casi imperceptible, adquiere el protagonismo que siempre ha exigido. Como si cobrara corporeidad, se transmite volcando verticalmente u horizontalmente, de espacio a espacio, esos vacíos que perforan la totalidad del edificio de acuerdo con una estudiada jerarquía.

Y en esa aparente espontaneidad, siempre presente, el módulo, un módulo al que se adapta todo el edificio, desde la coherencia de una estructura sencilla, sensible al efecto sísmico, a la composición de una fachada, pasando por la coordinación de las secuencias de espacios.

Un conjunto de rasgos de los que se apropia el edificio, tratando de no zancadillear el diálogo con aquel visitante forzado, tan poco tenido en cuenta por las pasadas intervenciones, un visitante que un día, deberá sufrir el edificio y, deseando que su estancia no se convierta en un simple trámite, sino más bien en un grato recuerdo, como mínimo una estancia en la que la arquitectura jamás sea contemplada como generadora de opresión.

 

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 “La ciudad histórica, agotada, rasga sus bellas vestiduras para, radicalmente, abandonar aquella imagen característica y caer subyugada ante patéticas tipologías de Ensanche, construcciones poco agraciadas que acorralan la sacralidad del casco antiguo y pugnan por elevarse más allá, extenderse hacia infinitas direcciones… constituir la caduca imagen de la, entonces, nueva ciudad.

 Es, en nuestro espacio, la Calle San Miguel frontera violada de aquel conflicto, límite a partir del cual, los tentáculos del intruso van adquiriendo materialidad tras una cuña de bellos edificios transitorios.

            La Cúpula de la Parroquia de Nuestra Señora del Puig, se reconvierte en Rótula de una bisagra, un pequeño vacío verde a sus pies llamado plaza de Vicente Iborra, y la realidad de esa nueva imagen, esa nueva cara de la ciudad que se vuelca y autoenvanece en el reflejo de la Calle Pintor Zariñena.

            Y en esa espiral de conflictos, de pugnas,… en ese hálito de la vieja ciudad que aún se ve con fuerzas para acometer su última contienda defensiva en la profundidad de la Calle Quart, emerge un pequeño hueco, un diminuto espacio perplejo ante los rostros que le envuelven, fachadas imponentes, sobrias y añejas, orgullosas y repulsivas, … todas cargadas de décadas a sus espaldas pero con fuerzas aún como para exigir el sometimiento. Y es mucha la belleza de los moribundos rostros de la Calle San Miguel, o del mismo Sur de la PlazaChavarri… del mismo modo que es bella la ocre mole que se yergue al Noroeste con sus blancas balaustradas, rompiendo la trama del ladrillo, solidaria con el macizo litúrgico, agresiva respecto a las tipologías tradicionales pero valiente por no caer ante las tendencias que en un futuro la acabarían acorralando…

Desgraciadamente,… ninguno de ellos ha conseguido constituirse en dominador del espacio que circundan, quizás habría que culpar a su virtud, esa escasa ambición por ascender hacia los cielos, esa sobriedad en su enmascaramiento, esa solidaridad con todo aquello a lo que habían sido destinados a acompañar…. Es la arrogante torre la que usurpa el privilegio para si, y cual primera injuria lanzada en territorio enemigo, provocativa, se incrusta como hito inmortalizador de un inicio, y se eleva, se eleva sobre las demás envuelta en ladrillo y hormigón, pregonando a los vientos que en su coronación impactan quién osó en aquel feudo acabar con una imagen del todo.

Y el espacio, cual flujo de agua que discurre pendiente abajo, desciende desde Zariñena y experimenta un remanso de expansión a los pies de la cúpula parroquial para, súbitamente, perder su cordura desbocándose al impacto con el hito ofensivo, y lo envuelve, y se recoge en el Sudoeste para volver a reunirse con el caudal principal en un punto, un único punto, … un pórtico que lo deja perplejo, un pórtico doble que sigue siendo espacio público pero que, al mismo tiempo,  le ayuda a cerciorarse de que ahora cuenta con dos cometidos… Y el espacio opta por dividirse, generoso… Parirá dos identidades,… La figura materna, fiel a sus orígenes, proseguirá en su discurrir exterior, recuperará el cauce inicial y se arremolinará en sus remansos o proseguirá hasta envolver al nuevo intruso.

Su segunda identidad, del mismo modo que harían los antiguos, cual si aún hoy mil dioses poblaran nuestros cielos, se regocija al descubrir la columnata y concede a sus miembros atravesar ese filtro purificador, reconstituyente que desnuda su alma, y, reflexionando, comprende que ahora él es otro espacio… más íntimo, más recogido… y desde las alturas observa perforaciones, intuye plataformas y una cascada de espacio cae sobre él, confundiéndose y volviendo a fluir, ora hacia la izquierda, ora hacia la derecha, cae hacia abajo o asciende hasta el mismísimo cielo… Pero, sosegado, sabe que no ha perdido sus raíces pues, en todo momento, es capaz de mantener el contacto con aquel exterior del cual no siente añoranza ya que, en el fondo, exterior e interior se confunden, se sienten solidarios, y es en las entrañas de aquel intruso, de aquel nuevo desconocido, donde se siente capaz de controlar todo lo acaecido más allá de su piel. Vuelve el rostro y una entrada de luz, un cambio de intensidad, una imagen encuadrada y reminiscente, un murmullo amigo, le atrae… Pero la libertad no es exclusivamente axial y, a su vez, siente sus costados respirar en cualquier fase de su apacible viaje, y aquella pieza, aquel enigma que parecía en la distancia del horizonte encubrir mil secretos, se descubre vacía en su interior, un vacío quebrado, grumoso, protuberante que se abre permitiendo que la música fluya… y esas entrañas se recrean con la melodía que impacta en sus ojos….¿Ese espacio existe? ¡Sí!. Ese espacio capaz de arrullarte, y susurrar – ¡Ve!…..¡Sigue!…..¡Detente!…..¡Descansa!…..se dirige a si mismo y cada uno de sus misteriosos humores completa su propio significado. Un jeroglífico que hace temer pero que la interpretación, intuitiva, inmediata, nos lleva a ir desvelando sus enigmáticas conclusiones… Tras el breve silencio y la obscuridad de la perplejidad,  llega la sorpresa, la gratificación… el bienestar.”

  ©GUILLERMO GUIMARAENS

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

 

 

 

 

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